¡Adviento! Este es el tiempo que viven los cristianos en el mundo: Tiempo de preparación para la llegada del Niño Jesús y celebrar la Navidad. La palabra proviene del latín “ad-venio”, que significa llegar.
El Adviento dura cuatro semanas que marcan el inicio del año litúrgico. Se celebra los cuatro domingos más próximos a Navidad. Durante este tiempo, como durante el resto de tiempos litúrgicos, la Iglesia se sirve de diversos símbolos para indicarnos lo que estamos celebrando.
En estos días ponemos el pesebre, signo de sencillez y humildad y armamos el árbol símbolo de la vida. Otro de esos símbolos es la corona de adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la Novena de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas de la Navidad.
Todos estos gestos externos son muy lindos, pero serían sólo ruido si no nos recuerdan día a día lo esencial: que Jesús no se cansa de nacer una y otra vez en cada uno de nuestros corazones, con todo lo que ello implica.
Compartimos 6 consejos del Papa Francisco que nos ayudan a prepararnos bien para hacerle espacio a Jesús “dejando que su luz y su gracia entren hasta el fondo de nuestra alma”, como enseñaba San Josemaría.
1. Estar atentos: La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud nos damos cuenta de las lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos percibir también sus capacidades y sus cualidades humanas y espirituales. (3 de diciembre de 2017)
2. Hacerle espacio a Jesús en nuestro corazón: Cada familia cristiana —como hicieron María y José—, ante todo, puede acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio al Señor en nuestro corazón y en nuestras jornadas. (17 de diciembre 2014)
3. Acoger la ternura de la Navidad: Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? «Pero si yo busco al Señor» –podríamos responder–. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me busque, quien me encuentre y me acaricie con cariño. (24 de diciembre de 2014)
4. Dejarnos sorprender por el Señor: Es la sorpresa que tuvo el centurión. Francisco recordó resumidamente el episodio: «No era un judío, y cuando dijo a los suyos que habría ido ver a este profeta, a este curandero para pedir la gracia, alguien le dijo: “Pero, no te entrometas con los judíos, tú no sabes, tendrás problemas...”, ¡cuántas cosas habrá oído!». No obstante el centurión «se armó de valor» y fue al encuentro del Señor. Y «la gran sorpresa fue que el Señor quería ir a su casa: “yo iré, a curarle”». Esto nos hace entender que «El Señor siempre va más allá, va antes. Nosotros damos un paso y Él da diez. Siempre». (28 de noviembre 2016)
5. Llevemos a Jesús todo lo que somos: Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas. Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios. Con María y José quedémonos ante el pesebre, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí. (24 de diciembre de 2016)
6. Ser testigos del amor: Preparándonos a la Navidad, hacemos nuestro de nuevo el camino del pueblo de Dios para acoger al Hijo que ha venido a revelarnos que Dios no es sólo Justicia sino también y sobre todo Amor (cf.1 Jn 4,8)... los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor.(29 de noviembre de 2015)