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¿Hacia dónde apunta la educación superior?

La formación superior debe enfocarse en ser agente de cambio, con una nueva forma de aprender y aportar a la sociedad.

Ante la situación global, la educación superior entra a una época de grandes retos en la que prima, por la inédita situación de contexto, la implementación de nuevas formas de generar y transmitir conocimiento mediado en herramientas tecnológicas que, en otrora a la emergencia sanitaria mundial, no contaba con gran aceptación.

La educación superior está en etapa de flexibilidad en la práctica pedagógica, de mediación en TIC, del trabajo colaborativo, de la gestión en redes académicas y científicas, de unirnos como fuente transformadora de la sociedad con intereses comunes para plantear las soluciones a las innumerables exigencias que demandan los sectores que apalancan el desarrollo de nuestra región, indica Abel Guacarí, Decano de la Facultad de Administración de la Universidad de San Buenaventura.

“Estamos obligados a articularnos cada vez más con los sectores, gremios, empresas, gobierno y sociedad civil que día a día ven en la educación superior un camino sólido que responde a sus inquietudes de sostenibilidad y crecimiento”, advierte.

De otra parte, se ha hecho evidente el fortalecimiento de las especializaciones y allí no se define uno u otro, están todos los posgrados que sean catalizadores de cambio y que puedan acoplarse a la nueva normalidad, que involucren en su propuesta de formación los requisitos básicos de un ambiente sano y seguro, con elementos tendenciales en nuevas tecnologías y con pertinencia en las necesidades que los sectores requieren.

Es por ello que se trabaja para ser llamados fuentes de reactivación económica, de generar conciencia hacia la nueva manera de aprender y aportar a la sociedad.

El mayor impacto en la educación profesional

La situación desatada por la pandemia ha traído afectaciones diversas a la educación profesional, desde el momento en que irradia negativamente a la economía, trae consigo un efecto dominó en las necesidades básicas del individuo, trasladando la inversión que se tenía para la educación a otras de mayor relevancia. Esto genera deserción y por consiguiente un desequilibrio en la prestación del servicio, indica el doctor Guacarí.

Otro impacto se ve en la manera como los estudiantes y docentes asumen su rol, sobre todo cuando muchos de ellos no cuentan con igualdad de recursos para acceder a este tipo de educación; allí es dónde la Universidad propende para que esa brecha de desigualdad empiece a cerrarse significativamente, apoyando con diversas actividades y permitiendo que tengan mejoras en la conectividad.

Teniendo en cuenta que nuestra economía está soportada en gran medida por las micro y pequeñas empresas, sean en condición de activas a fortalecer, o iniciativas a formalizar, se hace notorio que el crecimiento de los sectores estará sujeto a la forma como se articulan éstas a las tendencias que depara la nueva normalidad. Es por ello que dentro de los sectores que evidencian potencial desarrollo y crecimiento se encuentran:

- Tecnologías de la Información y las comunicaciones (Era digital)

- Salud

- Servicios

- Comercial

- Agroindustrial

- Financiero

- Turismo

- Logísticos y del transporte de personas y mercancías.

- Industrial y de energías renovables

Obviamente cada esfuerzo que se haga en estos sectores requerirá de un acompañamiento de los diversos actores que regulan y son veedores, como los entes gubernamentales, de los gremios, de la sociedad civil y de la academia para generar nuevas capacidades en la pertinencia del mercado.

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