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[Video] Emiro Prasca, el hombre que convirtió las basuras en sillas

Emiro Ruz Prasca fue moldeando una idea por la que trabajó tanto, que se convirtió en una fascinante realidad: muebles hechos de los plásticos.

Ser constantes en la vida nos lleva a cumplir sueños, nos puede conducir a cambiar un poco los hilos del mundo. En una bodega, donde funciona su fábrica, en Henequén, conozco a Emiro David Ruz Prasca. Es un señor de gafas, amable y sonriente. Él es prueba de ello.

“Yo trabajé en la Armada -explica- y después de pensionarme siempre estuve pendiente del tema medioambiental, escuchaba lo que se hablaba del problema de contaminación con plásticos. Fue así como comencé a hacer un curso de inspector ambiental en Cardique, cosa que despertó en mí bastante interés”.

Aunque nació en Magangué, Emiro tiene más de 42 años viviendo en Cartagena, se siente cartagenero de corazón. Aquí se casó e hizo su vida y sus dos hijos son cartageneros. Aquí ha emprendido un proyecto que empezó a destacarse: muebles de plástico reciclado.

Del fracaso al éxito

“Aquí entra toda clase de residuos plásticos y nosotros los reciclamos”, detalla sobre su planta recicladora, que adquirió casi en ruinas hace solo tres años. “Yo, sin tener ninguna experiencia en la materia, acepté el reto de poner a funcionar esta planta, que ya estaba casi chatarrizada, más con un espíritu medioambientalista que económico”, narra.

El plástico, cuando llega a las plantas de Henequén, es clasificado, es molido, transformado en granza, una materia prima que es vendida a industrias de otras ciudades.

“Nosotros obteníamos materia prima, pero me puse a pensar que yo podía hacer algo más con esa materia prima”, cuenta. Comenzó intentando fabricar utensilios de cocina, como tablas de picar. Incluso, la primera tabla de plástico de cocina azul, que fundió, la tiene colgada en su oficina como un recuerdo de que el que persevera alcanza. Aunque fracasara en ese primer intento.

“Invertimos en unos moldes, pero no resultó la aleación. Este es el artículo insigne de Granzaplast -señala la tabla de picar fallida-, aquí está digamos que no una frustración, yo diría que un símbolo, porque realmente esto fue lo que salió. Todo lo que se invirtió en los moldes y en las máquinas se perdió, pero no nos quedamos en el intento, seguimos y fue así como pudimos lograr otros artículos de mejor calidad”. Granzaplast es como decidió llamar a su empresa.

De basuras a muebles

Tras el ‘fracaso’ de las tablas de picar, añade Emiro, “comencé a diseñar unos muebles y nosotros mismos hacíamos nuestros moldes, y con las máquinas que teníamos comenzábamos a extrusar el plástico fundido. Fue puro ensayo y error, íbamos mezclando hasta obtener la calidad de muebles que hoy tenemos. No fue fácil la tarea pero lo conseguimos”.

En el patio de la fábrica, nos nuestra el resultado: sillas, muebles, estantes, materas y mecedoras hechas de lo que antes solía ser basura. “Cuando uno no sabe, uno cree que todo el plástico es igual -afirma-, entonces, a través de la curiosidad, de las ganas de trabajar y del tesón que uno le pone, se va aprendiendo y así fue que logramos este proyecto.

“Ahora estamos haciendo sillas para piscina, para comedor. Cuando comenzó la pandemia, nuestras ventas se bajaron y, en ese momento, se nos dio por experimentar con otro producto y fue así como empezamos a fabricar estibas plásticas, son 100% plástico, gracias a esa innovación pudimos sobrevivir a la pandemia, no cerramos en ningún momento, no tuvimos la necesidad de despedir trabajadores y aún estamos sobreviviendo con eso”, detalla.

Los empleados son alrededor de 18 personas de la zona, entre adultos mayores, madres cabeza de hogar y jóvenes que han superado la drogadicción y que luchan por salir adelante. Se procesan al rededor de cien toneladas de plásticos al mes.

Y, más allá de muebles, Emiro incursiona en otro campo plástico. “Estamos fabricando baños ecológicos, que no necesitan agua para el sanitario -a través de fundaciones- van destinados a las poblaciones de difícil acceso de los Montes de María, donde no tienen los servicios esenciales. Son estilo lego, fáciles de transportar y de armar”, sostiene.

Emiro es un férreo defensor del plástico. Cree firmemente que, es más que “satanizarlo”, hay que defenderlo. “Siento, más que orgullo, satisfacción porque se está cumpliendo con un deber ciudadano, el cambio que nos está pidiendo el medioambiente, que actuemos en pro de él mismo, lo estamos consiguiendo. Éramos una empresa pequeña en recursos, pero con muchas ganas de trabajar, con mucho espíritu de superación. Para nosotros no existe eso de plásticos de un solo uso”.

De muebles a casas

El sueño de Emiro ahora evoluciona más, hacia algo más grande, asegura. “Estamos trabajando en el proyecto para hacer casas de interés social con plástico reciclado. Ya tenemos las medidas y sabemos cuántos kilos de plástico nos gastamos en una casa de 70 metros cuadrados y que cuesta unos 30 millones de pesos fabricarla. Teníamos un inconveniente y ya lo hemos ido superando y es volver el plástico antiflamas, pero ya encontramos un aditivo que nos sirve para eso”, complementa y agrega: “Hemos tenido muy buena aceptación en Cartagena, el plástico que las grandes industrias desechan lo procesamos y lo convertimos en estibas para vender al sector agro industrial. Nuestro trabajo lo conocen en Brasil y en Ecuador. Es más, la embajadora de la Unión Europea para Asuntos del Medio Ambiente, Patricia Llombart Cussac, vino expresamente a conocer nuestros productos y se fue entusiasmada con lo que hacemos. Se quería llevar una mecedora desarmada. A pesar de ser una empresa joven, hemos tenido reconocimiento de la Armada Nacional. En el Epa, cuando nos conocieron, se interesaron en nosotros y de ahí que nos cogieron en un negocio bandera. La Alcaldía de Cartagena también está bastante interesada en nosotros. Pienso que le dejamos un buen legado a la sociedad”.

Epílogo

Más allá de los muebles, los baños y las casas, Emiro tiene otro sueño que quiere cumplir. “Es llegar a construir un parque temático donde puedan ir las familias a mirar todo ese proceso del plástico, donde los niños lleven una bolsa de mecatos, alguna botella de plástico, algo que vayan a tirar a la basura y vean cómo se convierte en algo bonito (...) porque para nosotros no hay ningún plástico que sea basura, todo lo procesamos y lo convertimos en objetos de larga vida”, finaliza.

Se actualiza el PGIRS
El Distrito de Cartagena avanza en la actualización del Plan de Gestión Integral de los Residuos Sólidos (PGIRS). “Estamos actualizando todo el componente de la prestación de servicios públicos, - lo que es- recolección, transporte, barrido de playas, puntos críticos, disposición final, etc.; inclusión de recicladores y el programa de aprovechamiento, para cumplir todo un bloque normativo y constitucional”, explica Alejandro Villarreal, asesor externo del comité técnico que realiza la actualización del PGIRS. La iniciativa de Emiro Ruz Prasca se ha destacado dentro del censo que se realiza en la ciudad, por el impacto ambiental que genera, pues contribuye a cerrar el ciclo de aprovechamiento y la transformación de residuos sólidos en Cartagena.

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