<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

[Video] El hombre que construye su casa con botellas plásticas

Las paredes traslúcidas de Orlando Zabala esperan algún día vestirse de cemento, mientras él intenta sobrevivir y aguarda por el regreso de su amor en El Carmen de Bolívar.

Si las fuerzas le dieran para tanto ya habría armado él mismo el sueño por cumplir que hace dos años dibujó en su mente. A las 5 de la mañana, Orlando José Zabala Pulgar prepara y bebe un café tinto, luego se alista y se marcha hacia el campo, en los Montes de María, a sembrar ñame o maíz. Regresa tarde por la tarde a su hogar, una casona inmensa cuarteada y desmigajada en buena parte por el inclemente tiempo, a esperar al siguiente día que será relativamente igual al anterior —a muchos otros anteriores— y quizá muy parecido al próximo.

Hoy es un tanto diferente porque no ha ido al campo y hemos llegado a visitarlo, no está tan solo. Orlando llegó hace setenta y un años a este mundo (no los aparenta) y hace cincuenta, a la casa que hoy habita y donde nos atiende. No es una vivienda propia, es la herencia que le dejaron a su esposa y donde nacieron sus cinco hijos. Está a dos kilómetros del centro de El Carmen de Bolívar, sobre una de las calles de El Cerro, un sector del municipio donde llama la atención y ya es bastante conocida como “la casa de las botellas”.

[Video] El hombre que construye su casa con botellas plásticas

Así luce la fachada de la vivienda de Orlando Zabala.

El plástico de botellas desechables recubre la fachada entre el esqueleto de lata, coco mono (dos tipos de madera) y bazuco (tiras recicladas que se sacan de las llantas de carros) que amarran a los listones armando una estructura artesanal, muy común en los pueblos y que le ha dado techo a cientos de miles de familias de Caribe, pero que otras familias rellenan con otros tipos materiales distintos al plástico. Es una casa bastante iluminada por las botellas traslúcidas de todos los tamaños y colores.

Y realmente la pared está desnuda pues “todavía le hace falta del cemento”, relata Orlando, ya en una silla en una sala amplia, muy amplia y más bien vacía, habitada por los fantasmas de los recuerdos que a ratos se le aparecen a su único habitante. Hay una mecedora, un banquillo y unas fotos en las paredes que aún no tienen rajas. El resto de muros son barro resquebrajado con la pintura lavada y mutilados por los años.

Sin lugar a dudas, esa fachada de botellas plásticas y madera es la parte más fuerte y rígida que en este momento tiene la casa, sobre ella se soporta la entrada principal y no tiene ventanas, no es necesario. El señor Orlando lleva puesta una gorra azul que se quita con un gesto de gentileza para charlar con nosotros. Nos cuenta algo más allá de las entrañas de aquella vivienda, que nunca estuvo tan sola como ahora, que antes sus hijos la habitaron y también su esposa. Sus hijos crecieron y cada uno tomó el camino de sus vidas, narra que viven entre Cartagena, Barranquilla, Panamá y Medellín, y que su esposa, Narcisa Anillo Silgado, de 76 años, enfermó “poco antes de la pandemia”.

“Me relacioné con la señora, la dueña de la casa -explica- y nos comprometimos hace cincuenta años, tuvimos cinco niños, cuatro viven y una murió. Ahora, para este tiempo, antes de la pandemia, la señora se enfermó con un sangrado gástrico y la tuvimos que trasladar a Cartagena, todavía no puede estar por acá porque está en recuperación”.

Es una enfermedad de la que Narcisa, afirma Orlando, no se recupera por completo y que la mantiene a ella en Cartagena, guardando reposo en casa de una de sus hijas, y a él esperando que por fin ella vuelva a estar saludable para hacerle la misma compañía de antes, aunque curiosamente duerman en habitaciones distintas pero contiguas, como lo han hecho los últimos años, porque así lo decidieron y porque es algo que no ha afectado su relación.

“Estamos independizados, cada uno duerme en su cuarto, a estos momentos de la edad las personas se distancian, pero lo demás funciona perfectamente (ríe). Me hace falta, yo sí le pido al Señor que se recupere pronto”, dice.

[Video] El hombre que construye su casa con botellas plásticas

Fachada de la casa de Orlando. //Foto: Luis Herrán.

La habitación de Orlando tiene una cama cuyos soportes son unos ladrillos que hacen las veces de patas y está cubierta con un toldo algo acabado. El espanta mosquitos está a medio poner y amarrado a los muros de plástico. Partes de las paredes son las mismas de la fachada de botellas plásticas. Orlando nos cuenta que no es la primera ni la última casa de El Carmen de Bolívar que se construye a base de botellas que, en otras circunstancias, irían a parar a basureros o, en el peor de los casos, al mar.

“Las paredes antes eran de bahareque con barro o con boñiga de burro, pero se rajaban. Ya mi casa se estaba cayendo. La diferencia que hay entre el material y este reciclaje es que es un poco más económico, más livianas, me dicen que duran un tiempo bueno estas paredes con botellas plásticas para desintegrarse. Me puse pues a actuar de esa manera con la casa”, comenta.

Y añade que vio la idea en otra vivienda de un barrio vecino, que ha resistido los embates del clima y a estar incluso sobre terrenos inestables. “Vi una casa así arriba, en una parte maluca (en mal estado) y pensé que mejor la hacía del mismo material que la vi allá, tomé la decisión de hacerla toda de esa, de reciclaje, pensé que era mejor para mí, más liviana, se embute, se le echa cemento y es rápido para levantar y un poco más económico. En cualquier terreno de por aquí se puede hacer una casa de este modelo y son resistentes por el material, porque para volver a hacer esta de barro y estiércol, y ya no se encuentra casi el estiércol, de dónde lo voy a sacar”, sostiene.

Así que arrancó a reconstruir su casa con la fachada, pero no ha tenido tanta fortuna, por lo menos no la que necesita. “Tuvimos que desarmar eso (la fachada) y luego armarlo con unos señores a los que contraté”, afirma.

[Video] El hombre que construye su casa con botellas plásticas

El campesino frente a su vivienda en El Carmen de Bolívar. //Foto: Luis Herrán.

La idea es también acondicionar la casa para cuando su esposa pueda regresar la encuentre en condiciones más dignas. “Mi casa se estaba cayendo y entonces tomamos la decisión de hacerla lo más rápido posible con este material, pero hasta ahí llegué. Necesito un recurso para terminarla, todavía me falta para comprar los materiales, lo primordial es la caña y los materiales, porque las botellas me las regalan los mismos vecinos, con botellas (...) Hay tiempos buenos y tiempos apretados”, complementa.

“Dicen que las botellas duran una cantidad de años, lo importante es que dure y además colaboramos con el medioambiente, en cualquier parte de un cerro se puede hacer una casa de estas, no se va a caer”, precisa.

Sobre esa misma silla donde está sentado, nos señala hacia el patio y nos cuenta que, hace cuatro años, una avalancha tumbó una pared del patio de su casa que sigue prácticamente igual. “Vinieron los de la Alcaldía, quedaron en volver pero nunca más regresaron y ya no volverán”, asegura.

Los hijos de Orlando lo llaman por teléfono con frecuencia y le ayudan con lo que pueden y una hija acostumbra a visitarlo. Él habla constantemente con su esposa en Cartagena, no se ha atrevido a ir a visitarla, porque dice que no quiere dejar su casa más sola de lo que está y que se pierdan las pocas cosas que tienen. Mientras tanto, los días siguen pasando iguales, como si fuera un mismo día con diferentes tonos y colores, el tiempo sigue haciendo de las suyas y las paredes que Orlando aún no ha podido reparar con botellas siguen deshaciéndose a pedazos.

Más noticias