La película empieza cuando el señor Pablo Nieto va con su maleta llena de rollos de películas de pueblo en pueblo, llevando las novedades fílmicas a los teatros nacientes de Colombia. El niño que ve al padre guardar esas películas es Víctor Nieto Núñez, a quien en 1960, luego de ver cine en los balnearios del Mar del Plata, en Argentina, y Punta del Este, en Paraguay, se le ocurrió la aventura de crear un festival de cine en Cartagena de Indias, su ciudad natal. Pero para llegar a la década de los sesenta ha corrido mucha agua bajo el puente. Lea aquí: El FICCI 2022, contado en la voz de Felipe Aljure
El Olimpia fue la primera sala de cine que tuvo el país, en 1912. Pablo Núñez trabajaba como distribuidor de películas en la Compañía Di Domenico Hermanos y Cia. Su hijo Víctor estudiaba en el colegio de los Hermanos Cristianos en Bogotá, y los sábados solía ir a cine de la mano de su padre, como premio a una semana de buen rendimiento académico. El padre le presentó a su jefe, el señor Di Domenico, quien tenía un teatro en Girardot. Allá iban a ver las películas invitados por Di Domenico, y se encontraban con Floro Sánchez Villa, quien era un amigo cercano de su padre, y los dos volvieron a encontrarse en Cartagena, en donde siguieron hablando de todo, especialmente de cine.
La oficina del gerente Di Dominico recordaba Víctor, estaba en la calle 24 con séptima en Bogotá. Estaban los estudios y allí se filmaban escenas en las que Víctor fue testigo. Esa experiencia fue el germen de una vocación que lo acompañaría toda la vida. Más tarde, aparecerían los hermanos Acevedo, Gonzalo y Álvaro, quienes dirigían el Noticiero Nacional, que Pablo Nieto distribuía por todo el país. La pasión del cine llevó a Víctor Nieto a crear Cine Miramar, inicialmente en la Calle del Arzobispado, en los altos de la Heladería Americana. Más tarde se mudó al Pie de la Popa, y creó además de la sala de cine el Radio Centro Miramar, desde 1950 hasta comienzos de los años noventa del siglo veinte.
Con el tiempo, para sostener semejante aventura de película, creó unos apartamentos para financiar su sueño. A veces, un inquilino despistado pasaba de una habitación a otra, y atravesaba como un fantasma la ficción de las películas.
Lo increíble de la historia de este empresario cartagenero fundador del festival de cine más antiguo del continente, a punto de celebrar 62 años de historia, es que fue un visionario que en su propia emisora creó un Radio Teatro y sostuvo el noticero Síntesis, junto a Haroldo Calvo. Por su sala teatral pasó Celia Cruz y Benny Moré, y muchos músicos célebres de la época. Todo lo hacía con una férrea e indoblegable voluntad espartana, un presupuesto franciscano y una capacidad proverbial para convocar aliados invisibles, sin perder la convicción de su propósito. En medio de la tempestad, mantuvo la fe en alto y la sonrisa invencible.
Antes de regresarse a Cartagena en su viaje a Uruguay, llamó al entonces embajador de Colombia en Uruguay, Raimundo Emiliani Román, para solicitarle que consiguiera los reglamentos del Festival de Punta del Este. Aquello fue un material inspirador para cohesionar el naciente festival de cine cartagenero. Poco tiempo después, se creó en Cartagena el Casino Turístico del Caribe, gerenciado por José Barbieri, quien a su vez, era el propietario de casinos en Punta del Este. Se sentó a conversar con el alcalde de Cartagena, Arnulfo de la Espriella, y con el Secretario de Educación Aurelio Martínez Canabal. Invitó a los dos a conversar con el señor Barbieri, y allá les soltó la iniciativa de crear el Festival Internacional de Cine de Cartagena. Todos quedaron fascinados con la idea. Barbieri llamó a Víctor Nieto para decirle que Gualberto Fernández, empleado suyo, encargado de los festivales de cine en Punta del Este, vendría a Cartagena.
Todas esas voluntades, gracias al empeño de Víctor Nieto Núñez, permitieron que la ciudad tuviera en 1960 la primera versión del Festival Internacional de Cine de Cartagena. Víctor Nieto encargó al escultor Héctor Lombana la misión de crear una estatuilla para el festival. Luego de cranearla mirando el viejo escudo de la ciudad, vio a la india sentada y postrada bajo la palmera. La puso de pie en una estatuilla de 60 centímetros, y años después, el escultor español Eladio Gil hizo también lo propio al crear su monumental escultura de la India Catalina de cuatro metros de altura en 1974. Tanto la estatuilla le pertenece a Lombana y la estatua a Eladio Gil, cada uno, en su estilo y diseño. La India Catalina no salió de la imaginación de los artistas, sino de la historia documental de Cartagena. Es un patrimonio de Cartagena y del mundo. El festival convertido en Ficci es historia reciente de esta película que ya cumple 62 años. Lea además: Recordando a Víctor Nieto Núñez