Alfonso Múnera Cavadía recorre los pasos de su infancia en Torices y siempre descubre en sus huellas memorias de seres humanos que le recuerdan a una Cartagena en la que todo el mundo se conocía, en la que todos confiaban en los demás. La realidad humana y social ha cambiado tanto para la ciudad, el país y el mundo, pero siempre, en medio de la oscuridad de los pronósticos adversos, hay una esperanza, como la hierba que crece entre las piedras.
Una prueba de la esperanza es él mismo, que salió de una barriada popular como Torices y cumplió el sueño de estudiar Derecho en la Universidad de Cartagena, ganar una beca de la Fundación Fullbright de los Estados Unidos para estudiar una maestría en Historia en una universidad norteamericana, en Connecticut, en la que escribió una tesis laureada que se convirtió en su primer libro, ‘El fracaso de la nación’, cuyas preguntas inquietantes y ocultas aún no resueltas le originaron un segundo libro: ‘Las fronteras imaginadas’. Luego de culminar su maestría, ganó otra beca de investigación en el Instituto Iberoamericano de Berlín, que le permitió escribir la primera versión de ‘Panamá: ¿la última frontera?’. (Le puede interesar: Alfonso Múnera, la pasión por la historia)
La vida y sus altos méritos como historiador y catedrático lo han premiado con diversas distinciones; le abrieron el camino a un destino diplomático como embajador en Jamaica y en el Secretariado General de la Asociación de Estados del Caribe. En la Universidad de Cartagena, fue el impulsador de la Facultad de Ciencias Humanas y el creador del Instituto Internacional de Estudios del Caribe que ha promovido el Seminario Internacional de Estudios del Caribe, cuyos logros permitieron que Cartagena de Indias fuera el epicentro irradiador de ideas e imán mundial para que los estudiosos del Caribe compartieran en la ciudad sus propios hallazgos e investigaciones.
Alfonso Múnera recorrió todas las islas del Caribe, una a una, para descifrar sus historias comunes y sus destinos encontrados, luego de confrontar la historia del mundo, entre Occidente y Oriente. Esa historia apasionante en medio de profundas desigualdades, llena de maravillas y desgracias, de tragedias sociales y esperanzas aún sin resolver, se refleja en las historias de vida de todos los hombres y mujeres que vinieron de África condenados a la infamia de ser esclavizados para las fortalezas de América, la codicia del oro y la búsqueda delirante de riquezas.
Más allá de esas huellas atormentadas del pasado, Múnera le ha apostado siempre a crear espacios humanísticos de reflexión y proposición de nuevas lecturas y nuevas oportunidades para la estirpe africana, que es una de las matrices raciales y culturales de la región y la nación colombiana.
Por esa devota lealtad a sus orígenes, Múnera, luego de recorrer el mundo, ha regresado a casa, a Cartagena de Indias, a seguir reinventando la aventura de más de cuatro décadas de vida como investigador y formador de juventudes.
Sus dos libros, que acaban de ser reeditados por Planeta, son una novedad, pese a que ya tengan más de dos décadas de haber sido publicados.
Los dos libros deben leerse como una sola y afortunada aventura de las ideas y de la interpretación del tránsito de la sociedad colonial hacia la República de Colombia, entre 1717 a 1821. El historiador Alfonso Múnera fue tras una nueva dimensión de la historia local al valorar el papel cumplido por los afrodescendientes en los procesos de construcción de la independencia, su batalla no fue solitaria sino articulada con otros actores sociales que en la historia oficial siempre estuvieron en la sombra, prácticamente invisibles. Pero esa batalla estaba encaminada hacia una nación de ciudadanos. El fracaso de muchos sueños colectivos nos llevó a una sociedad violenta y desigual en extremo. Su interpretación trasciende los orígenes y las causas de esa desigualdad social y racial y descifra la construcción de las razas, la geografía en el siglo XIX, y cómo esas desigualdades perviven hasta el presente.
El autor se pregunta en su prólogo, por qué reeditar un libro publicado hace 21 años. Y su respuesta es que “nada parecía haber cambiado sustancialmente hasta hace unos pocos meses, cuando quedamos atrapados por la peste del coronavirus”. Y, al ver la realidad contemporánea de Colombia, donde la violencia ha vuelto a expandirse con el asesinato de líderes sociales de pequeñas comunidades “y la expulsión de las poblaciones afro del Chocó y del Cauca de sus territorios no se detiene, y, como telón de fondo, la desigualdad y las condiciones de miseria de los más pobres se profundizan. Niños morían y morirán aún más de hambre en las comunidades indígenas de La Guajira y del Chocó, además de otros lugares, sin que el país se alarme, en fin, sin que pase mayor cosa. Que estas cosas sucedan no habla muy bien del país, ni por supuesto de su historia como nación”.
“Hoy, cuando pienso en el momento en que comencé a concebir estos libros, en 1989 en la Universidad de Connecticut, descubro que lo hice no solo estimulado por los acontecimientos mundiales que ponían en cuestión las viejas maneras de pensar las naciones, sino, sobre todo, aguijoneado por las cosas terribles que estaban aconteciendo en Colombia. No en balde decía un viejo pensador que todo libro se escribe pensando en el presente. 1989 es el año terrible de la ira animal de Pablo Escobar. En el verano de ese año, vine a investigar en el Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional de Colombia. Acababa de explotar una bomba en la avenida séptima y el miedo se podía palpar en las calles solitarias”.
Cuenta Múnera que fue a cine con su amigo el poeta Rómulo Bustos, que en ese entonces estudiaba la maestría de literatura en el Caro y Cuervo, y salieron espantados de la gigantesca sala al comprobar que eran los únicos que estaban frente a la pantalla. La sociedad vivía el terror de la guerra y la devastadora oleada de horror del narcotráfico, por un lado, y por otro, la violenta escalada de los paramilitares, y en otro extremo, las guerrillas fortaleciéndose “con el paso de los días, ajenas a cualquier consideración moral, gracias a la economía ilegal. Todo lo peor estaba aflorando de un solo golpe. No daba la impresión de que tuviéramos una nación sana, sino todo lo contrario, maltrecha, enferma por el impacto de una historia de violencia, corrupción y de abusos de poder que había llevado a la peor de las desigualdades”.
Al regresarse a Connecticut a fines de ese año, Múnera, con el ánimo perturbado empezó a explorar cuáles eran las razones por la que la nación había descendido a esos límites infernales y qué fue en el fondo lo que no hicimos bien en la construcción de esa nación. Ese sentimiento, precisa Múnera, acompaña la esencia de sus dos libros. Y confiesa que “no se puede escribir nada perdurable sino hay emoción en lo que se escribe”. Al culminar el primer libro y releerlo, tuvo la sensación de que había detalles que no había contado o explicado en el primero, y en la búsqueda de esas respuestas se forjó el segundo libro. Pero los dos deben leerse uno detrás del otro.
Alfonso Múnera es un historiador que se ha pasado su vida encontrando las raíces más profundas de nuestros conflictos sociales y raciales en Cartagena y en el Caribe, su pesquisa insomne y visionaria ha valido la pena porque, gracias a su vigilia de descifrador, la región y la nación tienen en él una mirada para una profunda y clara comprensión de nuestras más complejas realidades.
La mirada de Múnera apunta siempre hacia el humanismo: “En la soledad del encierro me ha venido la idea de que quizás esta tragedia, cuyo final solo podemos imaginar, sea la ocasión para que le demos una vuelta a esta historia de desgracias que es la nuestra. Esta pandemia, paradójicamente, nos está mostrando también atisbos no solo de lo que pudiéramos evitar con un mejor orden social, sino incluso lo que podríamos lograr en armonía con la naturaleza y entre nosotros mismos”.
Desde su casa de Cartagena de Indias, delinea una vuelta de tuerca a nuestra historia.