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Relato de una cuarentena en altamar

Se estima que hay más de cien cruceros divagando por el Caribe con tripulantes que los puertos no dejan desembarcar. Sienten que el Gobierno los ha olvidado.

“Cuarentena” es una palabra que proviene del latín quadraginta, que significa cuatro veces diez. En el siglo XIV, cuando la peste negra llegó a la humanidad, se estimaba que la enfermedad, como máximo, tardaba 39 días en aparecer, de allí que el término fuera retomado para propiciar el aislamiento. Con el paso de los años, ese tiempo fue reducido. Entonces se decía que la cuarentena correspondía a un período preventivo de 14 días.

14 días. Eso, en teoría, debía durar nuestra cuarentena por el nuevo coronavirus. Hoy, sin embargo, ya se cumplen 70 días desde que Andrés* y otros 254 colombianos se encuentran atrapados en un crucero de la compañía Royal Caribbean, donde trabajan, lejos de sus hogares y esperando una repatriación que a medida que pasan los días parece más lejana. ¿Cómo es pasar una cuarentena de 70 días en altamar? (Lea además: ¿Qué pasará con la industria de los cruceros tras el coronavirus?)

I. La normalidad

Después de un largo proceso de selección, el 8 de noviembre de 2019, Andrés viajó a Miami con el fin de trabajar como fotógrafo en el crucero más grande del mundo: el Symphony Of The Seas, de la Royal Caribbean. Esa era su normalidad, la de capturar los recuerdos de los pasajeros y garantizar que sean inolvidables por el resto de sus vidas. Esa apacible vida pronto se vio interrumpida por una amenaza que en un principio muchos subestimaban, el COVID-19.

“La primera vez que escuchamos del virus fue la primera semana de marzo. Nuestra mánager nos informó que desde Wuhan había un brote y que por ende a todos los pasajeros que venían de allá se le negaría la entrada al crucero. El tema quedó ahí y no le dimos mucha atención. Poco a poco vimos en las noticias que el virus se iba propagando y se fueron cerrando las fronteras. Eso empezó a generar zozobra, hasta el punto que el 12 de marzo, previos a llegar a Miami para empezar una semana más, llegó la noticia oficial de que no recibiríamos más pasajeros. Pensábamos que sería una cuestión de días, pero en la medida que crecía la pandemia tomamos conciencia de que era algo sin precedentes”, narra Andrés.

II. Comienza la cuarentena

Las medidas de aislamiento en altamar son casi las mismas que en tierra firme: distanciarse, usar tapabocas y lavarse las manos, pero las condiciones son distintas al momento de pensar que se está en medio de la nada, lejos y ante una amenaza desconocida.

“Cuando se confirmó el primer caso en el crucero, recuerdo que estaba en la parte de atrás del barco, lo que se conoce como la popa, en el piso 5. Es un buen lugar para observar el mar mientras el barco avanza. Estaba sentado allí cuando el capitán lo anunció. El plan de contingencia consistía en que durante los siguientes 15 días estaríamos en un período de cuarentena en las cabinas sin poder salir.

Al estar aislados solamente nos daban la información esencial, la comida, el agua y nos controlaban la temperatura dos veces al día. Nunca supe cuántos casos hubo, pero se especulaba que eran alrededor de 30. Sí supimos de un caso grave que tuvo que ser llevado a un hospital de Fort Lauderdale en un bote rápido, nos enteramos semanas más tarde que había muerto”, comenta.

Para efectos de bioseguridad, el barco se dividió en tres zonas: verde, donde estaban los que gozaban de buena salud; naranja, para los que tenían síntomas o habían tenido contacto con casos positivos; y una zona roja donde estaban los casos confirmados de COVID-19. Andrés, afortunadamente, siempre estuvo en la zona verde. En su cabina, asilado, se la pasaba coloreando mandalas, hablando con sus amigos y familiares cuando el WiFi se lo permitía o viendo películas y series como una manera distraerse de la realidad que cada día le desalentaba más. La cuarentena inicial de 14 días de pronto se convirtió en un aislamiento de 25.

“A pesar de las comodidades, el vaivén de sentimientos también era parte de la rutina. La incertidumbre, el miedo y la zozobra eran el coctel de emociones que empecé a experimentar después de muchos días de aislamiento”, asegura.

III. El día más difícil

Una vez se pudo controlar la propagación, comenzó una segunda etapa de cuarentena: les permitían salir por ciertas horas manteniendo el distanciamiento y usando tapabocas. Según Andrés, esta fase duró otros 25 días que se completaron el 10 de mayo.

“La prueba más difícil llegó el día que mi abuela murió en Colombia, el 9 de mayo. Murió a sus 92 años por causas naturales, pero siempre esperando volver a verme. Fue una prueba muy dura en una situación que cada vez se hacía más difícil, como lo es lidiar con tu propia mente.

“Como yo, todos los que estamos aquí salimos del país a buscar una oportunidad. Mi contrato ya se terminó y mi tristeza de hacer parte de la lista de desempleados crece a diario. A pesar de que no me falta nada en términos de manutención, el futuro siempre será un factor inquietante”, expresa.

Y es que la situación de Andrés se repite en otros cruceros alrededor del mundo que se encuentran varados ante las restricciones para desembarcar en los puertos. Algunos tripulantes, en forma de protesta, han llegado a iniciar huelgas de hambre y otros, viendo su salud mental deteriorada a causa del encierro y la ansiedad, incluso han llegado al extremo de tirarse por la borda.

“No quisiéramos que ningún colombiano llegara a ese extremo. Si bien la compañía nos lo ha dado todo, creo que el sentimiento está en el deseo que tenemos de volver”, afirma.

IV. ¿Hasta cuándo?

Andrés dice que este es el tiempo más largo que ha estado en el mar. 70 días. Antes de la pandemia, los tiempos más largos en altamar habían sido de tan solo tres días hacia la isla San Martín.

“Después de varios movimientos de la compañía, todos los colombianos que estábamos en los barcos del Caribe y Centroamérica fuimos trasladados al Rhapsody of the Seas, un barco mucho más pequeño en el que no hay mucho por hacer. Salgo a comer las tres veces, me distraigo con mis amigos y duermo. Duermo mucho, tal vez tratando de que el tiempo pase rápido.

“A veces es desesperante, es frustrante y daría lo que fuera por volver a mi país, al igual que todos los que estamos acá. Es increíble ver cómo un gobierno es tan indolente a esta situación que estamos pasando y sentir que no hace un esfuerzo por recibirnos o al menos escucharnos. No se interesa por entender todo lo que hemos tenido que pasar y lo más doloroso es no saber hasta cuándo estaremos así”, se lamenta.

V. Epílogo

Han sido 70 días aislado. 70 días en los que Andrés se ha dado cuenta de que el miedo existe, que es más palpable de lo que parece y que se encuentra en cada uno de los 254 compatriotas que le acompañan en una travesía que no pidió vivir.

“Aquí hay madres cabezas de familia, hijos trabajando por sus padres, amigos que buscan dar una mejor calidad de vida a los suyos. Existen cientos de historias en cada una de estas cabinas que tal vez nadie conocerá hasta que no exista un interés por parte del Gobierno en dar soluciones, como un corredor humanitario para nosotros.

“No sé qué pase conmigo. Por ahora mis fuerzas están concentradas en regresar y ese es el futuro por el que quiero luchar. Siempre y cuando la fuerza gubernamental concomite para eso”, puntualiza.

Por el momento, el Rhapsody Of The Seas sigue dando vueltas por Centroamérica, mientras quienes se encuentran dentro de él, siguen aferrándose a la idea de que algún día podrán volver a casa.

*Nombre cambiado a petición de la fuente.

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