Muchos habitantes del corregimiento de La Boquilla derivan su sustento del mar, ese vecino fiel que les provee, además de la comida para la familia, la venta que ha de satisfacer otras necesidades del hogar. Estos hombres salen en la madrugada, las canoas buscan el horizonte marino para abastecerse de esos peces que no siempre son dóciles en su captura, pero que con infinidad de técnicas sucumben ante el humano.
De esa misma manera el mar suministra el soporte económico en el hogar de Rafael Vargas, él también ‘pesca’... de una forma bastante distinta, pero con el mismo fin y emulando aquellas riquezas que poseen las aguas.
Se trata de un artista innato, que ahora, tras años de trabajo, entendió que su habilidad puede ser heredada por línea de su abuelo paterno, quien era de la isla de Barú, donde la destreza para moldear la madera es parte del ADN de su gente.
Rafael sale hasta las playas en una búsqueda constante de la materia prima de sus figuras, esa que se plasma en los trozos de madera que arrastra el mar entre sus corrientes y que llega a la orilla pasando inadvertida para cualquier persona, para él no. Allí están escondidas figuras que solo su ojo puede captar y más tarde, en la quietud de su casa, darle forma y color.
Es tímido, aunque su gran estatura no deja percibir ese aspecto de su personalidad a primera vista; también se deja llevar por los sentimientos, llora fácilmente por detalles sencillos que mueven sus fibras, como esta visita periodística a su casa y el interés que suscitan sus creaciones.
En la intimidad de su hogar, el que comparte con Elviluz Peralta, su mujer, se desplaza entre trozos de madera recuperados del mar, de las ruinas; y ella, lo mira con amor y admiración, pues en estos años juntos aprendió que esa paciencia que rodea a su marido es una buena forma de llevar la vida, con el sosiego que muchos hombres no alcanzan ni al final de sus días y él ha logrado con solo 56 años.
Anécdotas que le acompañan
Mientras esculpe un pez, lo acompaña en la mesa de trabajo un mascarón de proa de gran tamaño, advierte que desde hace dos años empezó su creación, suspende, retoma, pero aún no está culminado, aunque los finos rasgos de una princesa marina hacen presagiar una buena obra. Todo esto es a base de madera reciclada.
Con respecto a este tipo de figuras, recuerda que hace muchos años hizo una sirena y la llevó hasta la orilla de la carretera, donde suele ponerse con sus obras, después de muchos días de exhibición, una señora pasó y le dijo que se la guardara, que ella volvería, sin embargo Rafael un tanto escéptico salió a venderla y no encontró un cliente formal, su sorpresa se produjo cuando la mujer regresó con el dinero en la fecha que había acordado. Hoy esa sirena reposa en el restaurante de un importante hotel de la ciudad.
Otra anécdota que narra con bastante felicidad es la de la iguana. Se tomó su tiempo para tallar un trozo de madera fiel a ese reptil y cuando lo posó sobre la carretera, un hombre descendió molesto de un carro para decirle que lo denunciaría por vender animales silvestres, Rafael sencillamente le mostró que este era producto de su destreza y el hasta entonces defensor de las iguanas, no dudó en comprar la figura.
Rafael Vargas encuentra un tesoro en cada pedazo de madera, por inútil que pueda parecer ante los ojos de todos, mientras camina por la playa, por las calles, y en esa búsqueda muchas veces es desviado por Elviluz, pues cada vez que salen a hacer alguna compra, debe regresar sola a casa mientras él encuentra la manera para transportar esos ‘desechos’ valiosos.
Es tal su interés que hace poco encontró un gran tronco en las playas de Bocagrande, obviamente solo un camión podía transportarlo hasta La Boquilla, su peso y tamaño no daban posibilidad para otro tipo de vehículo, pero Rafael no desistió y lo arrastró posado sobre su hombro hasta llegar a casa finalizando el día. Cuenta que al pasar por Marbella muchas personas se reían y le decían que si estaba ‘haciendo curso para Jesucristo’.
Compartiendo su arte
La habilidad de este artista ha dado hasta para trabajar la orfebrería, una capacidad que él mismo desconocía y que despertó en la época en que fue contratado en una joyería para labores de limpieza. Mientras los empleados salieron a almorzar, se sentó en una de las mesas y moldeó un anillo, sin saber que a través de las cámaras era visto por el dueño del negocio, quien después lo vinculó al equipo.
El trabajo para Rafael Vargas y su mujer es valioso y variado, son agradecidos con la vida por todo lo que han podido hacer juntos. En una oportunidad vendió panes, después se hicieron famosos en La Boquilla con una chicha de arroz que Elviluz preparaba y él vendía, también se le apuntó al negocio de imanes, hasta cuando una señora le advirtió que Dios no lo quería comerciando cosas pequeñas.
A partir de ese momento decidió dedicarse a tallar figuras decorativas en madera, aunque desde pequeño lo hizo, pero sin pretender volver ese pasatiempo de entonces en el sustento de su familia. Rafael tiene una hija de su primer matrimonio, María Nelly, quien estudia Veterinaria.
Con cambios drásticos en el correr de su vida, que lo llevaron por muchos caminos, Rafael valora mucho su formación empírica, la cual fortaleció con cursos, hasta llegar a ser instructor oficial de Artesanías de Colombia, también trabajó para varias diseñadoras de la ciudad, tallando hebillas de coco que complementaban sus creaciones.
Elviluz se ha unido a la producción y comenta que ya tiene algo de experiencia con la caladora, también ayuda a ponerles las pinceladas de color a las piezas y lo acompaña al pie de la carretera de La Boquilla para esperar a los potenciales clientes.
“Somos un equipo, la guerreamos, pues hay días muy buenos y otros sin venta, pero al final, todo el sustento se deriva de este trabajo que ha pasado por todo”, advierte esta mujer de hermosa sonrisa.
La inspiración llega como a todos los artistas, en el momento preciso, en ocasiones tarda hasta tres días buscando la forma de plasmar en la madera la figura que ha imaginado, en ese tiempo trabaja en las más sencillas, las que siempre están en la producción y son de salida constante.
El día de esta pareja empieza muy temprano, es habitual recoger las piezas y llevarlas hasta el improvisado puesto al pie de la carretera, todas las veces no hay venta, sin embargo han sabido organizar su presupuesto de tal manera que las necesidades se cubren cuando hay ‘subienda’ y los conductores se dejan deslumbrar por esas figuras que emergen del mar de creatividad de Rafael Vargas.