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Pesares en tierra por vuelos “en el aire”

Una pasajera grita desesperada. Clama atención. Solución pronta. Camina de aquí para allá temblorosa, solloza y se suelta en llanto, parece estar al borde de un desmayo. “Voy a perder la conexión... ¡ayúdenme por favor!”, ruega.

La súplica exalta ánimos en la sala de abordaje número 85 del Aeropuerto Internacional Eldorado, en Bogotá. Es lunes 18 de septiembre, víspera del paro de pilotos, 9:30 de la noche. Escenas iguales o similares se viven en otras salas de la terminal aérea capitalina.

“Yo no voy a dormir aquí, si no hay avión digan desde ya, no nos hagan esperar toda la noche. Anoche hicieron lo mismo con otros pasajeros y los dejaron durmiendo en el aeropuerto”, esgrime una costeña de voz templada, debe llegar lo más pronto posible a Cartagena para ir de ahí a su natal Sincelejo.

“En el avión el piloto dijo: ‘Bienvenidos a su vuelo con destino a la ciudad de Barranquilla’. Todo el mundo quedó ¡plop! Dijimos: ‘¿Cómo así?, si nosotros vamos a Cartagena’. Luego de media hora nos bajaron del avión diciendo que no estaba alineado. Nos pusieron a esperar”, comenta otra usuaria de Avianca.

Y es que un inmenso y turbulento firmamento de pesares, quejas e incertidumbre se ha cernido sobre todos aquellos pasajeros cuyos vuelos han sido cancelados los días de paro, en los que las directivas y el sindicato de la aerolínea no han concretado algún acuerdo.

Sin trabajo
Quejas por retrasos y cancelaciones son miles, más de 160.000 afectados y más de 1.690 vuelos cancelados, dijo la ministra de Trabajo, Griselda Janeth Restrepo, al anunciar un tribunal de arbitramento para resolver la contienda entre pilotos y directivas.
Hay pasajeros a quienes el paro les ha costado más que esperar horas viendo lejos en una silla, que dormir en el piso del aeropuerto o, incluso, más que dinero. A Nixon Fernández Castillo, por ejemplo, el paro, por ahora, le ha valido el trabajo. Ese que tanto esperó.

Es soldador y hacía más de tres meses presentaba hojas de vidas aquí y allá. Resultados, ninguno. Pero por fin a sus manos llegó un contrato para, nada más y nada menos, la caribeña isla de Curazao. Ya había trabajado antes para esa empresa astillera y hacerlo otra vez era ‘pan comido’.

Seis meses en los que iba a tener empleo seguro y dinero para su familia. Llegó el día del viaje pero, lamentablemente, no hubo viaje. Todo un pesar.

“Tenía programado para el sábado 22 de septiembre, Cartagena- Bogotá- Curazao. Cancelaron el vuelo y nos reacomodaron para el domingo, pero llegó el domingo y también cancelaron hasta nueva orden”, dice decepcionado, porque no tiene certeza de si finalmente su viaje se dará, de si podrá trabajar o si seguirá como muchos colombianos, desempleado.

“Prácticamente estoy perdiendo un contrato de seis meses de trabajo, la empresa que nos iba a contratar se está encargando de eso (del viaje), dijeron que esperáramos, pero compañeros que tenemos allá nos comentaron ha llegado otro personal entonces no sabemos bien, estamos con la incertidumbre”, asegura.

Y agrega que: “El otro problema es que acá en Cartagena los contratistas nos ponen a trabajar y no nos pagan por eso nos toca emigrar. Tenemos una empresa que nos debe dos meses de trabajo y nada. Igual, si me llaman a trabajar en Curazao, ya llevo una semana perdida y eso es dinero que dejo de recibir”, comenta.

Ahora cruza los dedos, esperando tener mejor suerte y concretar el viaje y el trabajo que el paro le aplazó quién sabe hasta cuándo.

Vacaciones forzadas
Javier Bedoya también va a otra isla caribeña a trabajar, Aruba. Disfrutaba de unas merecidas vacaciones visitando a su familia en Cartagena, al ver el alboroto mediático sobre la protesta de pilotos de Avianca no perdió tiempo para verificar su vuelo. Era el viernes 22 de septiembre. Era.

Pasó lo que tanto temía, vio la palabra que tanto ha aparecido en las pantallas de los aeropuertos colombianos en estos días de paro, estado del vuelo: cancelado. “Lo pasaron para el lunes. El domingo en la noche traté de hacer el check in, pero me sale también que mi viaje estaba cancelado. Entonces me levanté temprano, a las 5 de la mañana estaba en el aeropuerto en una casilla de Avianca. Casi pierdo mi trabajo porque tenía que regresar a laborar el sábado. Me ubicaron un viaje con otra aerolínea, pero ese hasta el primero de octubre”, explica.

“Me dijeron que me iban a regalar un día en un hotel, pero eso no cubre desde el 22 de septiembre hasta el primero de octubre, casi ocho días. Esa segunda cancelación me originó más problemas en lo laboral, el trabajo en el que me desempeño allá amerita de mi presencia. Yo soy el encargado del departamento de entretenimiento de un bote turístico, eso me ha perjudicado, y en materia económica también, porque no tenía presupuestado quedarme una semana más en Cartagena”, narra.

Aunque le ha afectado el bolsillo, Javierreconoce lo positivo de toda esta situación, un para nada despreciable tiempo extra de vacaciones con su familia.
***
Al Aeropuerto Internacional Rafael Núñez de Cartagena acuden decenas de usuarios buscando solucionar vuelos cancelados. “Si no me voy antes del 4 de octubre, pierdo la cita para unos exámenes oncológicos en Miami. Me re-acomodaron para el martes”, afirma una usuaria, de más de 50 años.

“El problema es que estoy viajando con una niña que tiene un permiso judicial del padre hasta mañana, yo debía estar hoy en Chile. Por ahora me reacomodaron en un vuelo para Bogotá y de ahí se supone que debo tomar otro a mi país, puede que llegue a la 1 de la mañana, pero no es seguro. La vine a pasar bien a Colombia y al final termino estresado por el asunto”, sostiene Alexis Arias.

“A mí me devolvieron el dinero. El problema es que cuando compré ese pasaje me costó mucho menos de lo que vale ahora en VivaColombia. Me toca pagar más de 500 mil pesos, para no perder mi conexión con otro vuelo en Bogotá. Así les ha pasado a muchos, otros tienen que viajar por tierra”, dice otra pasajera.

Se escuchó también en el Rafael Núñez la historia de un boyacense que, con todo el esfuerzo del mundo y comprando tiquetes a crédito, trajo a su papá a conocer el mar en Cartagena. El vuelo de regreso se canceló y, aunque la aerolínea respondió con hotel, ellos tenían los pesos contados para estar solo el fin de semana en el Corralito de Piedra.

Y es que, justificable o no, esta huelga que mantiene en vilo al país y que ha incrementado la demanda de pasajes, ha dejado a miles de colombianos, como dicen por ahí, “en el aire”.

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