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Paco de Onís cruzó el mar tras la música del Caribe

Cuarenta años del Festival de Música del Caribe. Su fundador, Paco de Onís, se sumerge en los recuerdos y confiesa su conexión con la literatura.

Paco de Onís cruzó el mar Caribe, vino de Nueva York, su ciudad natal, y quedó atrapado en Cartagena, en donde con un grupo de quijotes cartageneros, entre ellos, Antonio Escobar Duque, y sembró la magistral iniciativa de crear el Festival de Música del Caribe. Conversamos con él, a propósito de celebrarse en este marzo, cuarenta años de esa aventura inolvidable que aún resuena como un caracol de nostalgias. Lea también: Liderazgo y música: conversando con Julia Salvi.

Comencemos con la vida suya. Háblenos un poco de sus orígenes, su familia, sus padres. Su infancia.

Nací en Nueva York, pero desde los 8 meses de edad fui criado en Brasil y Argentina, debido a que mi padre Juan de Onís, trabajó como corresponsal de Latinoamérica para el periódico New York Times, enviando noticias a un público norteamericano que, en su mayoría, desconocía el efecto que las políticas externas de Estados Unidos tenían en los países de la región. Mi padre también nació en Nueva York porque mi abuelo paterno Federico de Onís se vino de España a Nueva York para fundar y dirigir el Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia, y después de la guerra civil española, nunca más volvió a su país, quedando en el exilio el resto de su vida. Desde su puesto en la universidad se dedicó a realzar la literatura y poesía Latinoamericana de figuras como Gabriela Mistral y Rubén Darío. Su esposa, mi abuela Harriet de Onís, fue una destacada traductora que introdujo un público angloparlante, al boom de novelas Latinoamericanas que surgieron en los años 50 y 60, más de treinta novelas traducidas en su carrera como por ejemplo “Doña Flor y sus dos maridos” de Jorge Amado y “El reino de este mundo” de Alejo Carpentier. Así que mis lazos con Latinoamérica son profundos y extensos. Mi madre Marcia McCarthy era de una familia de inmigrantes irlandeses, radicada en Boston. Ese lado de la familia era muy divertido porque los irlandeses son excelentes para echar cuentos con mucha ironía y buen sentido del humor. Esa tradición de contar historias me penetró y forma parte de mi ser. Años después cuando llegué a Cartagena me encantó ver y escuchar a los contadores de cuentos que se reunían por las tardes en la Plaza de la Aduana, para gozar historias y me hacían recordar mis familiares de origen irlandés.

Mi deseo era sumergirme en el mundo que creó Gabo, el cual me inspiraba, porque yo quería ser escritor de novelas”

Paco de Onís.

¿Cuándo llega a Cartagena?

Llegué a Cartagena a principios de 1976, con 23 años, y desde el momento en que pisé tierra al bajar del avión, en la pista de un pequeño aeropuerto rodeado de palmeras, sentí que estaba entrando al mundo macondiano. Yo recién había leído la obra maestra “Cien años de soledad”, y mi deseo era sumergirme en el mundo que creó Gabo, el cual me inspiraba, porque yo quería ser escritor de novelas. Pero mientras soñaba con eso tenía que buscar una manera de producir ingresos para poder quedarme en Cartagena. Quizás porque yo miraba a Cartagena con ojos de foráneo sentí que el centro amurallado de la ciudad con sus casonas tenía un potencial tremendo, y contra las advertencias de amigos, monté el restaurante y taberna Paco’s, en la Plaza Santo Domingo, cuando todavía el centro amurallado se consideraba zona azarosa. La taberna se convirtió en un lugar de tertulias musicales con amigas y amigos como Camilo Pombo, el Mono Escobar con su guitarra y su esposa Patricia de la Espriella, el Sopi Merlano, Amaury Muñoz, Nick Beeson y su esposa Mercedes Suárez, y mi pareja Jody Hagberg. Fue un lugar de muchas noches musicales trascendentales con un combo musical maravilloso llamado Los Veteranos del Ritmo, que nos trajo mucha alegría tocando canciones tradicionales de la costa caribe colombiana y Cuba. ¡Música de los ancestros caribeños en vivo!

Paco de Onís cruzó el mar tras la música del Caribe

Paco’s Restaurant_painting Cecilia Herrera.

¿Cómo era el ambiente cultural y musical en ese momento en la ciudad?

Cuando llegué a Cartagena todavía existía el sitio “Las Vegas” en el centro, que era un galpón enorme con un escenario donde se presentaban músicos de la talla de Joe Arroyo y donde llegaba gente de todos los estratos sociales a tomar ron y bailar. A la vez tenía ambiente de burdel y no mucho después un alcalde lo mandó cerrar. Pero tuve la suerte de conocer ese lugar que ya quedará en la memoria histórica musical. También en esos años estaba surgiendo la música champeta en los barrios con los picós. Cosa que me impresionó muchísimo fue ver nacer una nueva música, forjada con nuevos ritmos africanos e influencias musicales autóctonas de la costa. Cuando supe que los picoteros viajaban a Paris para comprar discos africanos y traerlos a Cartagena para copiarlos (prensados en vinilo en aquella época) y promoverlos en las noches picoteras y después venderlos en locales del mercado de Bazurto como el famoso Rincón Musical de Jimmy Melodía, una verdadera leyenda del mundo de los picós y el nacimiento de la champeta. El Jimmy se convirtió en un firme aliado del Festival de Música del Caribe. Desde ahí nació mi convicción de que los llamados “piratas” de discos y de películas (ahora que hago producción de cine) son embajadores culturales esenciales para llevar la cultura a los rincones olvidados por las grandes empresas de distribución, y deben ser elogiados.

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¿En qué momento explotó la idea del Festival de Música del Caribe, que celebra 40 años en este 2022, y cuáles fueron sus antecedentes?

Yo vivía a la vuelta del Teatro Heredia en la Calle de la Factoría, y a unos pasos de la Plaza de la Serrezuela, la antigua plaza de toros de Cartagena que pertenecía a Jaime Vélez. En mi mente estaban rondando ideas de cómo revivir esos sitios que estaban abandonados para poder montar eventos musicales. Eso combinado con mi fascinación con los sones de los picós, mi experiencia en años previos con festivales de música como Woodstock, y la inmersión musical que recibí durante mi adolescencia en Brasil, más las noches de tertulias musicales en “Paco’s”, sentí que el terreno estaba fértil para crear un gran festival de música que juntara a la diáspora Caribe en una ciudad como Cartagena que tenía las condiciones ideales para hacerlo. Sería una celebración de la cultura Caribe con su sancocho de raíces africanas, indígenas y europeas, para unir toda la cuenca del Caribe a través del lenguaje de la música. Se me ocurrió la idea de crear el Festival de Música del Caribe estando en mi hamaca una tarde de enero de 1981, mientras leía un artículo sobre el Festival de Música de Spoleto en Italia. Me impresionó cómo un evento cultural de esa magnitud puede alzar el perfil cultural de un pueblo. Quise hacer lo mismo para celebrar la gran música de Colombia y todo el Caribe. Le conté la idea a mi amigo Camilo Pombo, musicólogo y DJ con quien había disfrutado de muchas sesiones musicales en su casa en Bogotá con su fabulosa colección de discos de música caribeña. Él se sumó de una y comenzamos a hacer contactos con empresas e instituciones nacionales que se convertirían en aliados. Una de las primeras citas que conseguimos fue con la directora de Colcultura en Bogotá (ahora el Ministerio de Cultura) para pedirles apoyo financiero y logístico. Me parecía el lugar indicado para comenzar la búsqueda de apoyos. Pero cuando le conté la idea del Festival de Música del Caribe a la directora ella me miró y me dijo “Paco, esa música no es cultura, es folclor. Cultura es ópera, orquestas sinfónicas, ballet. Nosotros no podemos apoyar ese proyecto.” Su respuesta elitista me indignó y solo me dio más impulso para realizar el festival ¡contra viento y marea! Cuando le llevé la idea a los amigos de las tertulias musicales en “Paco´s” todos coincidimos en que era una idea que merecía buscarle la manera de volverla realidad y nos pusimos manos a la obra. Sentimos que iba ser un esfuerzo enorme conseguir los fondos para semejante evento, y como el Mono Escobar era abogado, le pedimos que nos creara una corporación sin ánimo de lucro para darle personería jurídica y formalidad al Festival, y pusimos al Mono de presidente de la corporación.

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Escogí una fecha, del 18 al 20 de marzo de 1982, con más de un año de antelación para darnos tiempo suficiente para invitar músicos y conseguir los fondos necesarios para traerlos. Envié cartas de invitación a todos los ministerios de cultura de los países caribeños, diciendo que íbamos a realizar un festival para celebrar la música y cultura Caribe; que, si estaban dispuestos a enviar un grupo musical representando a sus países al aeropuerto de San Juan, Puerto Rico nuestra organización pondría un avión desde San Juan a Cartagena, ida y vuelta, más hotel y alimentación durante los días del evento, ¡sin saber en ese momento cómo se iban a cubrir los costos! Cabe mencionar que las comunicaciones en aquel entonces se realizaban por correo postal. Era un proceso demorado, porque al principio ni siquiera teníamos una máquina de fax, ni hablar de correo electrónico o whatsapp. Las respuestas de los países fueron positivas, y eso ayudó a conseguir patrocinios y todo el combo de amigos que nos reunimos en Paco’s le metimos el hombro al proyecto, cada cual con su enfoque. En marzo de 1982, se realizó el Primer Festival Internacional de Música del Caribe en la ciudad de Cartagena de Indias, evento que fue una explosión cultural y que tuvo ediciones anuales durante más de una década, aportando un lente de identidad caribe a toda una generación y estimulando una ola de creatividad musical. Aparte de las rumbas que se armaban en las noches de festival en la Plaza de Toros, el último día del festival se celebraba con conciertos gratuitos frente a las murallas del centro colonial, que atraía a millares de personas y donde vendedores hacían sus negocios montando kioscos ofreciendo delicias gastronómicas de la costa Caribe.

Paco de Onís cruzó el mar tras la música del Caribe

¿Qué aliados surgieron en Nueva York y Colombia?

A cambio de Colcultura, Josefina del Valle quien dirigía la oficina de Cartagena de la Corporación Nacional de Turismo en aquel entonces fue una valiosa aliada y nos otorgó un espacio para montar la oficina del festival. La Corporación también nos otorgó, desde la sede nacional en Bogotá, un apoyo financiero inicial para organizar la logística del festival. Desde aquella oficina y en los patios de ese predio en Cartagena, el Mono y Patricia manejaban las operaciones del festival. El gran pintor Alejandro Obregón era mi vecino y amigo. La puerta de su casa estaba al lado de la mía en la Calle de la Factoría del centro histórico. Le conté la idea del Festival y le pregunté si podía pintar el afiche para el primer Festival, lo cual sería un gran aporte no sólo por ser una obra del maestro, sino por la credibilidad cultural que aportaría al evento, sobre todo por ser el primer año donde tocaba convencer a muchos posibles patrocinadores. Obregón me dijo: “¡Paco, yo no pinto afiches!” Decepcionado, me quedé pensando un par de días, cuando vi una semilla de coco echando su primera hoja. Agarré ese coco y fui a tocarle la puerta a Obregón nuevamente para mostrárselo, le pregunté si lo pintaría como una obra de arte como celebración del génesis de algo nuevo en el mundo. Me dijo que sí. Pocas semanas después, entregó el cuadro y de ahí nació el primer afiche del Festival. Después de ese primer afiche vinieron muchos más de artistas que con mucha generosidad nos ofrecieron arte especial para los afiches de cada año, artistas como Cecilia Herrera, Enrique Grau, Rosario Heins y muchas más convirtiendo la colección de los afiches en un bello recuerdo de cada edición del festival.

Beatriz Alicia Santodomingo —cuando su familia era dueña de Avianca— era una cliente de mi restaurante.

Mi pareja Jody diseñó el logo del festival, un arco iris con palmeras en cada punta. Mi madre y mis hermanas vinieron a ayudar a preparar para el primer festival y pintaron ese logo en un gran telón que aparece en el escenario de la Plaza de la Serrezuela en los videos de ese primer festival que se encuentran en YouTube. Beatriz Alicia Santodomingo —cuando su familia era dueña de Avianca— era una cliente de mi restaurante. Cuando le conté la idea del Festival, ella voluntariamente ofreció poner un avión de Avianca en San Juan, sin costo para nosotros, para traer a los músicos. No tuve que convencerla, ella se lo ofreció. Uno de mis recuerdos más increíbles de ese primer año del Festival, fue cuando volé solo a San Juan en ese avión al que le cabían más de cien pasajeros y volver con el avión totalmente lleno de músicos de todo el Caribe. Se armó una rumba durante todo el vuelo con trompetas y tambores. ¡Salimos bailando por toda la pista cuando aterrizamos en Cartagena!

Es muy bonita la historia de la creación del himno del Festival, Colombia Caribe (si si Colombia, si si Caribe): Camilo Pombo, el Mono Escobar y yo, nos reunimos con el maestro Francisco Zumaqué en Bogotá, el 13 de febrero de 1985, para pedirle que compusiera una canción que celebrara el cuarto Festival y estrenarla en marzo de ese mismo año. Todos aportamos ideas para la letra. La grabación se hizo en un estudio de Bogotá del 23 al 25 de febrero, bajo la producción y dirección artística de Camilo Pombo y Francisco Zumaqué. El estreno de la canción ese año fue uno de los momentos más trascendentales de la historia del Festival.

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