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Nilda Meléndez: el arrabal está de fiesta solo si su reina lo permite

Año tras año, Getsemaní celebra una fiesta cultural que solo comienza y se autoriza por el designio de su reina vitalicia.

Getsemaní es un barrio con veinticuatro manzanas llenas de callejuelas donde lo pintoresco y lo ancestral tienen un encanto turístico y cultural. Al recorrer sus calles, se pueden contemplar muchos colores en las fachadas de las casas. Hay 3 iglesias de una belleza derruida y dos plazas donde los vecinos juegan dominó y los turistas les toman fotos. En una de esas plazuelas, al frente de un pozo, se gritó la independencia de Cartagena. Lea también: Nilda Meléndez, Reina Vitalicia del Cabildo de Getsemaní

En los años 1600, el clamor de los esclavos bajo el yugo colonial se escuchó en los callejones y plazas del barrio. Siglos después, se realiza una fiesta que conmemora esa lucha y esa emancipación cultural que ha nutrido un escenario esplendoroso de danzas, música, ajuares, disfraces, máscaras y maquillaje. Mucho color y jolgorio: el Cabildo de Getsemaní.

En Cartagena este encuentro se conmemora en noviembre, en medio de las Fiestas de la Independencia, y nació como un desahogo alegre de los esclavos africanos que habitaban el arrabal getsemanicense. Fuera de las murallas, parodiaron la parafernalia y vestimenta de los españoles y de las cortes monárquicas, disfrazándose como ellos y danzando ritmos de tambor africano, saltando de lado a lado, en medio de un crisol de razas y ritmos.

Cortesanos de la reina

Miguel Vicente Fajardo Vargas lleva 36 años participando del cabildo, personificando a Eleguá, deidad yoruba. El rol que cada noviembre lo hace vestir y pintarse la cara de rojo, negro y blanco, le da una vasta experiencia cultural. “El cabildo es un sincretismo entre catolicismo y herencia ancestral africana e indígena. Una simbiosis material e inmaterial que proviene desde el siglo XVI. Una puesta en escena que, año tras año, se convierte en la esencia básica que permite que los rasgos y particularidades culturales de Cartagena salgan a flote, en medio de los obstáculos, las brechas, la inequidad, el racismo y los desafíos económicos”, relata Miguel.

Para Dixon Pérez, gestor cultural y director de la reconocida compañía de baile Ekobios, la diversidad, tema central del cabildo, “es un punto de partida donde convergen todos los seres humanos, y no solo desde el punto de vista sexual, sino desde lo cultural y lo social en todos los ámbitos que componen a un pueblo y su distinción”.

El cabildo de este año se llamará “El Reino de las Mariamulatas” en homenaje al maestro Enrique Grau, ya que fue el quien las valoró como ave representativa de Cartagena colocando muchas de ellas en diferentes tes ciudades del país. Será hoy, a las 2 p. m.

La reina vitalicia del Cabildo de Getsemaní

Nilda Meléndez aparece en el centro del afiche más memorable del cabildo, obra realizada por el pintor colombiano Heriberto Cogollo y que hoy reposa como cuadro en la sala de su casa.

Nilda Meléndez: el arrabal está de fiesta solo si su reina lo permite

Afiche del Cabildo de Getsemaní.//Cortesía.

Nilda es la reina vitalicia del Cabildo de Getsemaní, trono y cetro ganados por su lucha cultural de rescatar, reivindicar y preservar los vestigios del cartagenero popular. Todas esas herencias africanas, indígenas e hispánicas que entrelazadas forjan cultura, pero que su pervivencia siempre está en vilo.

He ahí la potencialidad e importancia de una matrona como Nilda, gestora cultural y cofundadora del Cabildo, con décadas de investigación, brega y perseverancia. Defendiendo lo inmaterial con muchos kilómetros de desfile y danza. Lea además: Cabildo de Getsemaní, ¡más vivo que nunca!

Al titularse como abogada de la Universidad de Cartagena en 1979, viajó a Europa para seguir sus estudios de especialización y doctorales. En medio de la realización de su tesis de grado, pasó una temporada hojeando folios y documentos en el Archivo de Indias en Sevilla. Allí, encontró registros de los primeros cabildos que realizaban los esclavos en época colonial, y eso, en su mente, se conectó con toda la tradición oral y anécdotas barriales que escuchaba desde niña. Se activó automáticamente en ella el ímpetu de rescatar dicho escenario.

Con ese ímpetu regresó a Cartagena. Fue toda un desafío, a su parecer, ya que la investigación y recolección de datos, relatos y pistas sobre los cabildos coloniales yacían en la mente de personas difíciles de localizar o que ya estaban muertas. Relata que, incluso, alguna que otra vez llegaban a la casa de un anciano que conocía del tema, pero que había fallecido días atrás. Nilda en compañía de otros líderes y nostálgicos de Getsemaní fundaron Gimaní Cultural em 1986. Recorrieron barrios, islas y corregimientos de Cartagena recolectando información e instrumentos musicales, máscaras y ajuares de vieja data. Con el insumo cultural rescatado iniciaron una tarea titánica buscando los recursos y los patrocinios necesarios para refundar y organizar el primer cabildo contemporáneo de Getsemaní en 1989. Desde ese momento, Nilda es la reina del cabildo de Getsemaní.

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A la COVID no le gusta el olor a pólvora

En el 2018, la reina Nilda no pudo desfilar por quebrantos de salud. En el 2020 el cabildo se gestó en homenaje a Manuel Zapata Olivella, ícono literario y cultural del Caribe colombiano, sin embargo, las restricciones de distanciamiento social por la COVID-19 obligaron a la realización del Cabildo de Getsemaní en formato virtual.

Nilda en el cabildo del año pasado se vistió de blanco, parecía una hermosa novia en un altar, al danzar, se pudieron ver dos lindos colores: un azul rey y un verde turquesa tipo pavo real engalanado. Con una maraca designó y permitió el baile, la música y la alegría hasta que se puso el sol, incluso, con dicho instrumento bendijo a los artistas y bailarines del cabildo.

Meléndez dice que Cartagena está triste y de luto por las muertes y pérdidas que dejó la pandemia. Todo ese desconsuelo fue catalizado e interpretado como ímpetu y resiliencia por parte del cabildo de Getsemaní.

El evento de este año será hoy, a las 2 p. m., también virtual debido a la persistencia del virus. La conmemoración y el ritual cultural servirá para rendir homenaje a las personas que, año tras año han aportado para engrandecer el Cabildo y que ya no están, pero también servirá como plataforma para homenajear con regocijo, alegría y respeto, a todos esos hogares resilientes ante la desolación que dejó la pérdida de familiares por la pandemia.

Neri Enrique Guerra correa, presentador y recurrente anfitrión del Cabildo de Getsemaní, devela más sobre lo intrínseco de la fiesta: “El cabildo de Getsemaní en formato virtual está lejos de ser artificial o triste, ya que se disfruta en demasía por la calidad y profesionalismo de todas las personas que están detrás. Hay excelencia e ímpetu en lo audiovisual, en lo narrativo y en lo folclórico. Sin embargo, la fiesta solo comienza y es autorizada por el designio de su reina vitalicia: Nilda Meléndez”. Le puede interesar también: Nueve pasos del camino a la Independencia de Cartagena

Nilda Meléndez: el arrabal está de fiesta solo si su reina lo permite

Nilda posa de blanco, junto a sus compañeros de cabildo, en El Pedregal.//Cortesía.

Cartagena: ciudad de tensiones

Nilda Meléndez al usar su maraca adornada de piedras y colores, controla el baile, los tambores y todo movimiento se congela. El escenario y ese micro universo se aquieta si ella lo dispone. Ella quisiera tener ese poder para cambiar ciertos aspectos de la sociedad cartagenera con el movimiento de una maraca.

Desde el barrio Bruselas de Cartagena acompañan al cabildo la comparsa Mis tambores y su candumba, conformada por mujeres que buscan reivindicar el papel de ellas como gestoras culturales y defensoras de unas fiestas que, año tras año, requieren luchar y afrontar retos que no se ven en otras muestras culturales o carnavales de otras ciudades.

Pero no solo en Cartagena, en lugares tan distantes como Berlín, otro grupo de danza acompaña al evento: los diablos espejos que disfrutan sin importarle los 5 grados centígrados ni las miradas curiosas de los transeúntes del parque alemán donde bailan.

Su cetro y corona no son hereditarios, pero si se cultivan legados

Su reinado es sinónimo de la lucha incansable y el empoderamiento que, desde hace décadas, debe imprimirle a su vida para que el Cabildo se lleve a cabo con toda la pompa, la organización, seriedad y reivindicación cultural. Sin embargo, su rol no es hereditario y depende de una corte de regencia que ha acompañado sus batallas monárquicas. Nilda es reina vitalicia hasta que el destino lo decida.

Lo que es de destacar es el profundo interés y los arduos esfuerzos que hace ella junto a los demás gestores culturales como su hijo Camilo y vecinos para inculcar la pertenencia, el amor y la pasión por el Cabildo de Getsemaní a los niños y adolescentes de los barrios involucrados directa o indirectamente con la conmemoración. El objetivo es cultivar a los gestores del mañana y el Cabildo nunca se amilane y siga avante frente a todos los desafíos que ha sorteado desde su primera versión. Lea también: Cabildo de Getsemaní, tradición y emotividad

Un reinado vitalicio de una fiesta ancestral

La reina no concibe una fecha para dejar de ser reina y transferir la corona. En el 2018, con graves problemas de salud y con el diagnóstico médico de que no volvería a caminar, no aguantó estar postrada en una cama y se las arregló para salir a ver el Cabildo que desfilaba con tristeza por estar sin su reina. Ese espíritu de preservar y luchar por su cabildo solo se acabará cuando sea llamada al cielo con todos esos artistas y personajes emblemáticos de su Getsemaní y del universo cultural del cual es protagonista.

Contemplar el cabildo es denotar como, desde tiempos inmemoriales, es un escenario que cataliza y cohesiona todos los despertares y luchas culturales de Cartagena. En el cabildo no hay filtros ni limitaciones, bailan barrios con barrios, danzan negros con blancos y el sudor y la alegría son los mismos. Sin razas, clases sociales ni ideologías.

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