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Los colores de la Benkos Biohó

Hay algo entre las manos de uno de los dos jóvenes que acaban de sentarse. La plazoleta Benkos Biohó, antiguamente conocida como Plazoleta Telecom, huele a puerto. Coinciden un par de peluqueras que, tertuliando en otra de las bancas, denotan el olor a salitre impregnado de bacalao. Son las 5:30 de una tarde que se fija como un cuadro en la mente de quienes hacen fila para tomar los colectivos que, por 1.700 pesos, van hacia Daniel Lemaitre. La estación improvisada de taxis se acerca mucho a lo que debería ser un manejo eficiente del transporte público. Algunos esperan mirando sus teléfonos; otros, desesperan entre el tedio de una jornada que se eclipsa. Sin embargo, todos están formados esperando su turno para abordar.

Del otro lado de aquella terminal, a unos 50 metros y sobre uno de los bancos de madera, el muchacho de unos 20 años saca el billete de dos mil pesos que tanteaba mientras conversaba. Paga dos vasos de tinto de 300 pesos, algo habla entre sus manos nuevamente junto a su amigo, al tiempo que se despide de Johnny, el tintero que se rebusca con infusiones en esta plaza tan ávida de parqueaderos, hoteles, cantinas, tiendas de electrodomésticos y ropa. De alguna parte viene el eco de un vallenato de Diomedes Díaz. Johnny llegó hace seis años a Cartagena desde Sitio Nuevo, corregimiento de Tuchín, Córdoba. “La Alcaldía nos dio en mayo estos carritos a 40 personas que nos dedicamos a esto”, dice y sonríe mientras empuja el carricoche plateado.

Una vez se marcha, dos hombres bajan desde el callejón de la Registraduría. Trabajan para una de las empresas de giros postales que se sitúan en la esquina de la plaza que da a Puerto Duro. Se detienen a ver a una mujer que camina con unas bolsas de compras, la miran con descaro, auscultan su humanidad que se aleja en rápidas zancadas en dirección al hotel Stil.

Diagonal a esta esquina, Johnny se aproxima a varios hombres que juegan a las cartas. Pensionados en su mayoría. Junto a ellos, y vistiendo una bata blanca, una mujer de mediana edad corta el pelo a Joaquín Martínez. “A 4 mil pesos -advierte con tono orgulloso-. No utilizo máquina, solamente tijeras”.

Visitantes, oficinistas, abogados, extranjeros. Caminan casi frenéticamente, a la deriva por la plazoleta, mientras observan graffitis contra el racismo o niños que juegan con un perro callejero entre los verdes jardines tapizados con flores naranjas y amarillas y en cuyos árboles nacientes rara vez alguien encuentra sombra.

Sin lugar a duda, es la mejor hora para acercarse a este lugar. Cuando el sol está en su punto más alto, la plazoleta es solo un lugar de paso entre oficinas y diligencias. Sin embargo, ahora que el sol empieza a morirse suben los estudiantes, con sus uniformes desencajados, madres con niños tomados del brazo e, incluso, una carreta con frutas forma parte de esta dimensión despoblada de premura.

Ancestro africano
La aparente dosis de tranquilidad es el resultado de múltiples trabajos civiles y de estructura que hace dos años todavía se ultimaban en este lugar en el que todo era remoción de concreto, polvillo de cemento y hasta problemas de salud de los cuales se quejaban todos los vendedores ambulantes y estacionarios del lugar, especialmente los del Centro Comercial Galería. Como la mayoría de las obras de Cartagena, fue de largo aliento, demoras de los consorcios y derechos de petición mediante se concibió esta plazoleta que estuvo proyectada para terminarse en diciembre de 2011 enmarcada en el proyecto de Revitalización del Centro Histórico, de la administración de la alcaldesa Judith Pinedo, con una inversión inicial de 7 mil millones de pesos.

No obstante, las obras finalizaron en abril de 2012. El fallecido alcalde, Campo Elías Terán, la inauguró junto con el entonces vicepresidente de la República Angelino Garzón.

El nombre de Benkos Biohó alude a la resistencia cultural en América como una figura histórica y mítica del siglo XVII. Muchos de los que esta tarde están sentados alrededor de la plazoleta desconocen su protagonismo en la libertad de los africanos esclavizados, tanto por su espíritu rebelde como en la organización de los cimarrones, la creación de San Basilio de Palenque y las nociones de independencia sin las cuales no hubiera 11 de Noviembre qué celebrar. Hoy se sabe que nació en Guinea Bissau, África Occidental, y que fue capturado por el traficante portugués Pedro Gómez Reynel. También que murió el 16 de marzo de 1621, ahorcado y descuarizado, en la ejecución que ordenó el gobernador García Girón.

Epílogo
Quienes trabajan en esta plaza han tenido que acostumbrar sus narices al olor de la mezcla de muelle, pestilencia y cerveza-úrea.

De repente cruza la plaza un hombre salido del edificio del Consejo Superior de la Judicatura. Viste un pantalón rojo apagado, saluda de mano a muchos transeúntes y, cuando no intercepta a nadie, revisa su teléfono inteligente. “¡Doctor!”, le grita un paseante. El hombre obvia el comentario, pese a haberlo escuchado, y sigue su camino acompañado de un aparente subalterno que lo sigue con sus manos en posición de reverencia. No tiene tiempo para admirar la plazoleta.

La Benkos Biohó, paso peatonal obligado entre San Diego, Getsemaní y el Centro, es Cartagena en pequeña escala. Un lugar de tránsito que es de todos y de nadie.

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