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Leonardo Padura conversa en Cartagena de Indias

Un encuentro con Leonardo Padura, considerado el mejor novelista de Cuba, nominado al Premio Nobel de Literatura.

Muy cerca del faro que al atardecer parece un espejismo de la luz en Castillogrande, Leonardo Padura se zambulle en las aguas del mar de Cartagena. Hace tiempo quería conversar con él, sin la precipitud de relojes de tiempos cruzados en la agenda intensa en Hay Festival Cartagena.

Leonardo es un hombre sereno que ha vivido sus últimos 67 años en la misma casa de Mantilla en La Habana, en donde siembra en su patio guanábanas, plátano, mango y otras sorpresas. Los plátanos maduran cuando él viaja y todos se llevan los plátanos que se reparten en la familia y en la vecindad, pero nadie tiene el derecho de tomar la guanábana en su ausencia. Él espera que madure y comparte las primeras guanábanas con su madre, su familia, y da cucharadas de guanábana a su esposa. Otras veces hace jugo de guanábana con leche. Ahora, en Cartagena de Indias, no duda en elegir una mojarra bien frita con tostones o patacones y arroz con coco, y un jugo de guanábana con leche para su almuerzo. Me recuerda una sentencia cubana de que los mangos más ricos son los robados, y me habla del mango macho que en Cartagena de Indias es mango de azúcar. Hay otro mango que los campesinos cubanos llaman “bola de toro”, porque se parece a ellas. Yo le digo que el mango más grande entre nosotros se llama “papo de la reina”. Leonardo dice que ama a Cartagena de Indias desde que la conoció, pero esa veneración a la ciudad se hace más bella con la compañía de amigos cercanos, entre ellos, la cubana Niurka Rignack, que reside desde hace años entre nosotros. Lea aquí: Leonardo Padura: Cuba vive una “tormenta perfecta”

Leonardo me dice que escribe todos los días, todas las mañanas de lunes a domingo, desde que desayuna hasta la una de la tarde. No tiene día de descanso, pero hace siesta. Su personaje legendario es el detective Mario Conde, que a medida que se envejece se vuelve más pesimista. En la novela más reciente que ha escrito, ese pesimismo es cada vez más grande, e intuye en cada novela que la obra no será publicada en Cuba. Pese a ser considerado el mejor escritor contemporáneo de Cuba, nominado al Premio Nobel de Literatura en 2020, ser una celebridad mundial, Padura, discreto y con una sencillez proverbial, es un escritor poco divulgado en los medios de comunicación de su país, pero eso no le mortifica. Lo esencial es que él no deja de escribir.

‘El hombre que amaba los perros’ ganó el Premio de la Crítica en Cuba, el Premio Francesco Gelmi di Caporiacco, Carbet del Caribe, Prix Initiales y Prix Roger Caillois; ganó el Premio de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza con su novela ‘Herejes’. Así mismo, su obra ha ganado el Premio Gijón, el Dashiell Hammett, el Premio de las Islas 2000, el Premio de Novela Histórica Barcino, entre otras.

‘Como polvo en el viento’ es una de las mejores novelas sobre la diáspora cubana en el mundo.

Es una novela colosal sobre la diáspora cubana en el mundo, vista desde adentro, desde la médula de los sentimientos y el imán entrañable de quien tiene el impulso irresistible de regresar a la casa de sus orígenes. Esa casa es, en esencia, Cuba, resuelto en el regazo de un patio donde Adela se resiste a salir de su patio como de su isla; como José Lezama Lima, que de tanto mecerse en su mecedora, como viajero inmóvil recorría el mundo a través de la literatura. Cada obra que escribe tiene un coro de voces que fluyen de su memoria, de su patio natal, de su vecinería y de incontables amigos dispersos por el mundo, pero entre todos, es básica la presencia de su esposa Lucía, quien además de leer de primera mano, como lectora crítica sus textos en construcción, es una inagotable sugerencia. Sin Lucía, ninguna novela hubiera sido posible y sin sus lecturas ninguna novela sería lo que es hoy. Pero más allá de la novela, sin Lucía “yo no sería la persona que soy”.

Leonardo Padura conversa en Cartagena de Indias

Leonardo Padura.//Foto cortesía Iván Onatra.

“Como escritor me alimento de la realidad, pero no soy responsable de ella más allá de mis avatares individuales y mi compromiso civil, como ciudadano y como testigo con voz, que apenas pretende dejar un testimonio personal de mi tiempo humano”, escribió al culminar su extraordinaria novela en 2020.

La conversación con Padura frente al mar, junto a un grupo de amigos, abarca la música, su libro sobre la salsa, el legendario Benny Moré, el gran Mario Bauzá, la evolución de la música cubana, de cómo los músicos redescubriertos de Buenavista Social Club, ya en la vejez, habían sido muchos de ellos, como Compay Segundo o Ibrahim Ferrer, músicos no tan valorados en la isla. Y al referirse al caso de Polo Montañez, confiesa que, en Cuba, hay infinidad de músicos como él, pero él tuvo un don de ser valorado por gente de afuera que lo reconoció como Colombia. De todos los músicos de la salsa que ha conocido y ha entrevistado, Rubén Blades, para él, es el más organizado, serio y disciplinado artista de ese género.

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Sus cuentos y novelas giran al corazón de Cuba, y ascienden en espiral a los dramas humanos, sociales, intimistas de los cubanos dentro y fuera de la isla. Su novela ‘Como polvo en el viento’ es, además de la epopeya de la diáspora, un largo y conmovedor retrato de la amistad y la lealtad, el rumbo apasionante y desencantado de algunas convicciones filosóficas y políticas que señalaron el destino de Cuba en el mundo, pero, a su vez, es la radiografía de las quimeras que se desgastaron en el tiempo en el contrapunto del esplendor y la decadencia de la condición humana, más allá de todas las ideologías. Esa novela tiene la estatura magistral de ser una obra muy cubana y universal al mismo tiempo.

Epílogo

En Cartagena celebran a Leonardo Padura cuando lo ven pasar por las calles del corazón amurallado. Las mujeres lectoras de sus libros lo abrazan y le piden autógrafos. Anda en bermudas y en suéteres y recorre Getsemaní como si cruzara por algunas calles de La Habana vieja. Me cuenta que cuando redescubrieron al pianista Rubén González, se sentó en su viejo piano, y al abrirlo se le hundieron los dedos en la madera apolillada. No deja de sorprenderse cada vez que viene a Cartagena, y escuchar algunas canciones de Benny Moré que resuenan en la ciudad, como si acabaran de salir a la luz. Es el de encanto de viajar entre dos países con almas gemelas. Lea también: Tras los pasos de Leonardo Padura

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