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Las vocaciones secretas de Germán Mendoza Diago

Se cumple un año de la partida de Germán Mendoza Diago, quien consagró más de cuarenta años al periodismo con su pasión por las letras, el cine, las artes, la ciencia y el universo.

Tal vez la pasión menos conocida de Germán Mendoza Diago sea la de su insaciable curiosidad por la ciencia, la física y el estudio sobre el origen del universo. Pero la suya pasó a ser una curiosidad para convertirse en una de sus pasiones secretas. Había leído con agudeza de científico los libros de Albert Einstein y Stephen Hawking, y estaba convencido de que detrás de la creación del universo y de la misteriosa explosión de las estrellas, debía estar involucrada una mujer. No concebía que el universo hubiera sido inventado por una criatura masculina, sino por una criatura femenina. Y entonces, Dios debía ser una mujer. (Lea aquí: Fallece Germán Mendoza, maestro del periodismo en Cartagena)

Muchos años de su vida estuvieron iluminados por la obsesión por la física, pero también por las culturas y filosofías orientales. Para comprender algunos misterios sin revelar, estudió el pensamiento zen, el budismo, el arte chino, y no satisfecho con lo alcanzado, dejó soltar sus manos ante los pergaminos del pasado y aprendió a dibujar a mano alzada unas montañas entre neblinas y unos altísimos y profundos bosques de bambúes. Germán, nacido en Ciénaga de Oro, en 1959, se sentía orgulloso de haber nacido en aquellas tierras de aluvión donde aún a las gallinas le siguen encontrando pepitas de oro en el galillo. Pero, además de su río natal, que nutrió de motivos a juglares como Pablito Flórez, Johnny Sáenz, Lucy González, Antolín Lenes y su Combo Orense, entre otros, era feliz evocando la Semana Santa de su pueblo, el casabe desmigajado en el café con leche del desayuno, el mote de queso y el cabeza de gato tradicional de todos los sinuanos. Y por supuesto, se sentía orgulloso de su abuelo Manuel Mendoza Mendoza (Chinú, 1884-Ciénaga de Oro, 1962), quien descifró los mitos de la región sinuana en su libro Leyendas sinuanas, publicadas en 1948 y reeditado por su familia en 2019.

El bisabuelo de Germán, Manuel Antonio Mendoza Espinosa, participó de manera activa en la guerra civil de 1885 contra Núñez y también estuvo en la Guerra de los Mil Días, siguiendo al general Uribe Uribe, precisa Jorge Mendoza Diago, su hermano. Años después, el abuelo político y cronista de los mitos sinuanos, Manuel Mendoza Mendoza acompañó a Enrique Olaya Herrera en su triunfo, luego de medio siglo de hegemonía conservadora. Y en plena plaza, Manuel Mendoza, el abuelo de Germán, que vitoreaba aquella victoria, fue amenazado por el ciudadano conservador Reginaldo Pretel, quien estaba a tres cuadras de Mendoza, y al verlo celebrar, le disparó con su rifle, pero no tuvo puntería, y la bala se perdió en la plaza, cuenta Jorge, su hermano.

Todo lo anterior para aterrizar con el retrato de Germán, que fue siempre un hombre sin apasionamientos políticos, que mantuvo la discreción de sus creencias políticas como periodista y estuvo cerca de los procesos de paz, como reportero y cronista de los acontecimientos que han atormentado a los colombianos en los últimos setenta años.

Se ha contado ampliamente que su pasión periodística empezó a sus dieciocho años y no cesó hasta casi al final de su vida. Junto a las pasiones del periodismo, la ciencia, las artes, el cine, los conflictos políticos del Medio Oriente, estaba la pasión y la práctica del fútbol. Con el cine no solo fue un devoto espectador de películas, sino un crítico. Muchas veces fue jurado del Festival de Cine de Cartagena, en cortometraje y largometraje. Germán hizo cortometrajes siendo muy joven, cuando vivía en Popayán, escribió algunos cuentos y poemas que publicó en la revista literaria La Rueda, de Popayán. Formó parte, en 1995, del equipo de periodistas que trabajó en la creación de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, coordinado por el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Fue el encargado de cubrir la Reunión de Cancilleres de América Latina en la celebración de los 450 años de Cartagena, en 1983, la Cumbre de los No Alineados de ese mismo año; fue el cronista de la visita del Papa Juan Pablo II a Cartagena en 1986; fue el invitado por el BID y el Gobierno de Alemania a la Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo, invitado por el gobierno de los Estados Unidos. Coordinó la Cumbre de las Américas en Cartagena, con la presencia del presidente de los Estados Unidos Barack Obama, y fue asistente en Nueva York al debate electoral estadounidense entre el presidente Obama y el candidato Mitt Romney, en 2012.

Participó en la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano en el taller de Reportería en situaciones de peligro, con Terry Anderson (1995); Taller de Edición con Tomás Eloy Martínez (1995); Seminario Libertad de Prensa y protección de periodistas en Colombia (1995); Taller de editoriales, columnas y artículos de opinión: experiencia y criterios en la escritura editorial, con Sergio Muñoz (1997); Seminario Taller de Ediciones de domingo y fin de semana en 1999, entre otros. A Germán le tocó la difícil tarea de ser el editor de la separata especial sobre los acontecimientos terroristas del 11 de septiembre de 2001. (Lea también: Germán Mendoza Diago, el genio que perdió Silicon Valley)

El secreto pintor que canta

Con una paciencia de monje tibetano que siempre tenía una sonrisa a flor de labios, Germán pintaba a mano alzada el bosque de bambúes, mientras resolvía la dramática e intensa agenda de cada día, que empezaba después de ocho de la mañana con las previsiones del día, a sorbos de café. Por muy complicada que fuera la tarea diaria, siempre tenía un apunte gracioso y jocoso con la que distensionaba los ánimos abrumados por los dramas íntimos y domésticos. Y en las treguas del atardecer, cuando la luz amarilla, casi dorada, de la ciudad daba latigazos en los muros, y se entrometía en la sala de redacción, Germán empezaba a cantar a viva voz canciones de Silvio Rodríguez, Nicola di Bari, Leonardo Favio y Joan Manuel Serrat.

Una tarde, el portero nos llamó para decirnos que en la recepción estaba un señor que decía llamarse Nicola di Bari, y al asomarnos vimos que en verdad se trataba del cantante y compositor italiano autor de El corazón es un gitano y Los días del arco iris. Al subir hasta la recepción, la única condición que tuvo Nicola di Bari para dejarse entrevistar fue que le compráramos una botella de aguardiente. Fue la única vez en la historia del diario que, con el consentimiento del director, Germán y yo entrevistamos a Nicola di Bari, bebiendo sorbos de aguardiente entre preguntas. Al director le tocó comprar dos botellas, porque la entrevista se extendió. Y al final, Germán cantó con su bella voz de italiano nacido en Ciénaga de Oro, junto a Nicola, algunas de sus canciones. Y los dos le preguntamos: “Maestro, ¿qué canciones de Colombia conoce y le gustaría cantar?”. Y el maestro, sin dudarlo, nos miró con sus vivaces y vidriosos ojos para decirnos: “La música que yo escucho de Colombia en Italia, y me hace muy feliz escucharla, es un señor al que le dicen El Burro Mocho, un tal Noel Petro”. Germán y yo quedamos perplejos ante aquella declaración de Nicola di Bari.

Epílogo

Lo increíble de toda esta rica y maravillosa vida de Germán es que siempre estaba leyendo un libro que él había rastreado con paciencia de cazador de incunables. Leía con pasión a la fabulosa narradora estadounidense de suspenso Patricia Highsmith, la autora de Extraños en un tren, al novelista neoyorquino Paul Auster con La Trilogía de Nueva York y libros sobre sabiduría zen, libros de Krishnamurti, entre otros. Y siempre, un libro científico.

Germán era una exquisita sensibilidad para el arte y la ciencia, tenía un gran sentido del humor, una debilidad por la cocina popular del Caribe, pero no podía escuchar la canción La aventurera, de Pablito Flórez, porque en esa canción Pablito saludó a su padre, el Mono Mendoza, y él sintió desde niño que aquel saludo amoroso y a gritos era para él, cuando ya su padre había emprendido el viaje al cielo. Así era Germán. (Le puede interesar: 10 textos para recordar a Germán Mendoza Diago)

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