Wilmer Otoniel Izquierdo es su nombre “legal”. De esta forma aparece en su registro civil. “Es mi nombre acá, occidental”, dice y aclara de entrada que realmente se llama Dwiungumu, así como se lee. Es como fue bautizado en el corazón de la Sierra Nevada de Santa Marta. “Así me conoce la mayoría de las personas”, añade.
Para llegar a las estribaciones montañosas donde vive su familia, Wilmer debe recorrer cada semana un trayecto quizá inimaginado en estos tiempos, pero cierto y tedioso. “Son ocho horas – afirma- desde la ciudad de Santa Marta. Pero tiene varios tramos, toca hacer varias paradas para ir, son dos horas en carro y seis horas caminando. Es bastante lejos, pero de allá vengo yo”, detalla. A pie por senderos y trochas que suben, bajan, arropan y conectan a aquellos parajes de verdes intensos y fríos con el resto del mundo. A su pueblo, a diferencia de Ciudad Perdida, no llegan turistas y tampoco es frecuente ver algún visitante. Las 68 familias (350 personas) que conforman Bunkwimake -como se llama su comunidad- viven del campo, en gran parte del café y es un pueblo de muy pocas oportunidades para las nuevas generaciones que crecen en él. (Lea aquí: Pueblos ancestrales unen fuerzas a la campaña ‘Santa Marta Siembra’)
“Lo tecnológico y también el habla del español es un poco complicado -menciona-, porque en la actualidad ese pueblo tiene muy pocas intervenciones de jóvenes de estudios hacia afuera. Y no es porque no esté el conocimiento, sino porque los jóvenes no tienen ayudas para mantenerse en la ciudad. Es algo complicado, porque se dice que hay muchas ayudas para los indígenas y todo eso, pero a la hora de la verdad las personas que vivimos eso somos las que sabemos. Si hubiera oportunidades, hubiera mucha juventud estudiando ahora”, precisa. En aquella zona, los niños y jóvenes van al Instituto Tayrona, a donde asisten alumnos de otras cuatro comunidades de la sierra, igual de remotas: Jiwa, Gumake, Seykwanamūke y Katansama.
De hecho, Wilmer es uno de los primeros y de los pocos de su comunidad que ha logrado entrar en la universidad. Lo hizo gracias a su hermano mayor, que también logró esta misma hazaña al sacar un puntaje alto en las pruebas Icfes y, por medio de su experiencia en la ciudad, ayudó a Wilmer para que estudiara en la Universidad del Magdalena.
“Para serte sincero, siempre me vi enfocado en poder ayudar a mi pueblo porque allá, por haber la distancia y por no haber una carretera, sino caballo o a pie, a veces ha habido fallecimientos de miembros de las comunidades. Entonces siempre me interesó poder ser médico, o algo en la rama de la salud, pero tuve problemas con encontrar algo relacionado con la medicina”, detalla. (También le puede interesar: )
¿Qué carrera escogiste entonces?
-Entonces mis ganas de estudiar me llevaron a estudiar ingeniera electrónica. Me llamó la atención porque nunca en mi vida había escuchado esa palabra: electrónica.
¿Cómo fue para ti comenzar a vivir en la ciudad?
- Fue muy complicado, en el sentido de que aquí todo el mundo era un mundo diferente. Por ejemplo, en mi caso, donde estudié el colegio es muy difícil uno poder aprender inglés o informática, debido a las distancias no se consigue un profesor que llegué hasta allá. Entonces yo crecí sin casi estudiar informática y sin casi estudiar inglés, como hoy en día sabemos el mundo está manejado por la tecnología y es muy difícil adaptarse.
Aun así se decidió por la ingeniería electrónica, aunque no sabía mucho de tecnología y nunca había escuchado “esa palabra”. Ahora, a sus 24 años y cuando está en noveno semestre, a punto de graduarse, retribuye un poco de lo aprendido en la universidad. “Hoy en día me he dado cuenta de que desde acá (Santa Marta) puedo llevarles a los estudiantes de mi pueblo un alumbrado o puedo hacer gestiones con el gobierno para llevarles muchos beneficios. Por ejemplo, en estos momentos estoy trabajando con algunas implementaciones de sistemas alternativos para apoyar que haya luces en las escuelas y los niños puedan estudiar -en estos momentos solo tienen dos o tres horas de energía eléctrica al día-. Hemos estado avanzando en eso. También la idea de mi carrera es trabajar buscando formas de no afectar el medioambiente. Es utilizar esos mismos medios sin afectar la naturaleza”, señala.
Y hay más. “Nosotros, en la Universidad del Magdalena, creamos una asociación de indígenas y uno de sus objetivos es promover que los estudiantes que terminan en el curso once puedan ir a las universidades obteniendo ayudas o becas, nosotros somos como los primeros estudiantes que abrimos esas puertas para estudiar fuera. Mi hermano y otra compañera que es de la misma zona también están estudiando. Este año afortunadamente se han dado algunos resultados y ya hay como seis de la zona que estudiamos en las diferentes universidades”, explica. “Buscamos que muchos jóvenes puedan estudiar y que tengamos allá en nuestro pueblo algún profesional que nos ayude con esa parte de la rama de la salud”, dice. (También le puede interesar: Alertas por incendio en Sierra Nevada Santa Marta)
“Siempre me he dedicado a lo que es el transmitir el conocimiento propio de mi pueblo”, me dice Dwiungumu sobre la otra labor que desarrolla: “Empecé enseñando un poco de mi lengua a través de las redes sociales, también en la universidad, tuve la oportunidad de trabajar un poco con Telecaribe dando algunos mensajes del cuidado de la naturaleza en mi lengua. Ahora estoy haciendo un documental sobre los bosques secos de la sierra, con unos muchachos de Bogotá. Me muevo, hago conferencias para hablar sobre temas propios de nosotros (...) En la ciudad lo que siempre impacta es que lo ven a uno como de otro lugar, se impresionan tanto al vernos, por ejemplo, acá, en Santa Marta, me sucede que, habiendo cuatro pueblos alrededor de la sierra, hay mucha gente que ni siquiera sabe de sus pueblos indígenas”.
En su comunidad una de sus mayores preocupaciones es poder ayudar a conservar el medioambiente y uno de los mayores recursos que nos proporciona: el agua.
“El mundo climático está siendo muy afectado, se habla que queremos conservar el agua, que queremos conservar el bosque, pero a la hora de la verdad no hacemos nada para eso. Mi mensaje es siempre mostrar a las personas consciencia de que allá, en la Sierra, hay personas cuidando pero hay que ser conscientes de que todo eso no solamente tiene que caer sobre nosotros, lo digo en medida de que hoy podemos ver que hay muchos ríos contaminados. Por ejemplo, si uno va a la Sierra, uno jamás va a poder encontrar una contaminación del río, siempre va a haber agua limpia. En Santa Marta, que es una ciudad rodeada de muchos ríos pero no hay ni siquiera agua, es como darse cuenta de qué es lo que está sucediendo (...) En la Sierra siempre ha habido muchas ideas de uno poder conservar el agua, el terreno y algunos sitios sagrados, pero hacerlo uno mismo es difícil, entonces uno lo que hace es buscar otros medios para hacer entender a las personas que sí existe ese sitio y que se pueda cuidar y conservar”, comenta Dwiungumu, cuyo nombre significa guardián de los nacederos de agua, una labor que le encomendaron al nacer, cuando lo bautizaron, que preserva siempre consigo y que intentando cumplir a donde quiera que va.