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La niña que se salvó de morir tras caer en un precipicio

El 4 de julio de 2021 quedará marcado en la historia de este pueblo de Bolívar como el día en que uno de sus habitantes “volvió a nacer”.

Era evidente: a la pequeña Natalia Vergara algo malo le había pasado. Lo decía la sangre en su rostro, las raspaduras, la hinchazón en la piel, los dientes que no estaban, sus manos llenas de barro, sus ropas sucias y untadas de maleza con las que aquella inolvidable tarde de julio llegó hasta los brazos de su mamá, llorando y aturdida.

Naturalmente, Karen Ferreira, aquella madre amorosa y dedicada, al ver en ese estado a su pequeña niña, de solo diez años, indefensa, gritó con angustia, dio sollozos de impotencia, los vecinos y sus familiares salieron a auxiliarla.

Algo le había sucedido a Natalia y había que llevarla de inmediato a un puesto de salud donde la curaran y verificarán qué tan graves eran sus lesiones.

¿Qué le sucedió?

Natalia, la mayor de dos hermanos, una niña estudiante de quinto grado de primaria, amante de las matemáticas, de la música y de los instrumentos de viento, como a cualquier otro niño, le gustaba jugar en las calles de su pueblo, un lugar muy tranquilo de los Montes de María, hospitalario y sin mayores peligros, donde todos son una sola familia.

Hacía pocos minutos, la pequeña había pedido dinero a sus padres, había salido a comprar dulces en la tienda y, ahora, volvía lastimada a su casa del Barrio Abajo, un pequeño caserío a orillas de un arroyo donde sus papás habían construido una vivienda para su hogar.

“Ella llegó a la casa y pidió para comprar algo en la tienda, sacó el billete de dos mil pesos, salió contenta con su plata, como al frente estaba un niñito, lo convidó, pero el pelaíto no le dio viaje”, relataría después Karen.

¿Qué le había sucedido?, se preguntaban en la casa y, los vecinos también, en principio presumiendo causas, pero sin tener certezas, de algo que ni la misma Natalia recordaba bien.

En San Pedro Consolado, corregimiento de San Juan Nepomuceno, en la tarde del 4 de julio de 2021 la noticia de que una de las niñas del pueblo estaba herida causó tanto estupor que la misma comunidad emprendió sus propias pesquisas para determinar a ciencia cierta el origen del suceso que los sobresaltó. (También le puede interesar: [Video] La historia del pueblo mexicano que queda en Bolívar)

Desde el despeñadero

“A ella y a otros niños les gusta ir a ver cómo se lanzan otros jóvenes hacia el arroyo. Esa tarde ella se fue para allá solita, nadie se estaba bañando. Ella no recuerda bien lo que pasó”, narra Karen. La pequeña solo tiene en su memoria haber llegado hasta la parte alta de un barranco, bastante frecuentado por los menores, y haber perdido el equilibrio accidentalmente, desde arriba, en ese mismo lugar. “Ella misma como que se levantó y caminó hasta la casa, una amiguita fue la que se dio cuenta, de que venía subiendo, la quedó viendo y se dio cuenta de que tenía toda la cara lesionada”, añade Karen.

La Universidad del Sinú se ofreció a restaurar la salud dental de la pequeña. El tratamiento irá hasta que la menor cumpla 18 años.

A Sincelejo

En una rápida enumeración de lesiones, la madre de Natalia notó las evidentes raspaduras en el brazo y hombro derecho de la niña, pero todavía más evidentes eran las lesiones en su rostro, entre frente, mejilla, barba y en su ojo izquierdo, que lucía hinchado y cerrado. Y, sumado a eso, le faltaban dos dientes.

Casi oscurecía cuando aquel manojo de incertidumbres se alojó en el corazón de todos. Tanto por lo poco que recordaba, como por lo poco que presenciaron algunos vecinos, pronto supieron que la pequeña había caído accidentalmente por un barranco de ocho metros de altura que existe en el pueblo. “En el Hospital de San Juan Nepomuceno la revisaron los médicos y todo y la remitieron para Sincelejo. Ella no se acordaba, no sabía qué le había pasado, tenía las manos llenas de monte, como que se agarró de las matas cuando iba cayendo”, agrega Karen.

La niña que se salvó de morir tras caer en un precipicio

Natalia Vergara es atendida por odontólogos de la Universidad del Sinú. //Foto: Cortesía.

“En Sincelejo nos estaban esperando desde las ocho de la noche, pero llegamos a las doce, porque nos decían que no había camilla y la ambulancia tardó en llegar. Le hicieron ecografías, radiografías y todo, gracias a Dios no tenía fracturas, ni nada”, cuenta.

Al día siguiente, la pequeña, quien mostró notable mejoría, fue dada de alta en Sincelejo y volvió con su madre a San Pedro Consolado.

“Es fue un milagro de Dios, desde esa altura donde cayó se hubiera desnucado, cayó entre los peñascos, cuando ella reaccionó subió solita; si no recapacita, ella queda allá abajo, más que ya casi oscurecía”, comenta ahora su mamá, con la certeza de que si su hija está viva, es por un designio de Dios.

“Al día siguiente le dieron de alta, se le puso la cara hinchada, no podía comer, se quejaba. Cuando llegué a la casa, la gente me comentó que, por donde ella cayó, pasó por una varilla, pasó entre el medio de los palos y la varilla, que pudieron lesionarla. En el piso quedó la marca, encontraron el charco de sangre seca, encontraron bastante sangre en el suelo, lo que quiere decir que duró un rato inconsciente, porque si se hubiera levantado enseguida, no hubiera quedado sangre en el piso”, asegura.

Karen recuerda ahora ese como el día más horrible de su vida, pero también como el día en que su hija volvió a nacer.

Epílogo

No es la primera vez que algo así sucede en San Pedro Consolado. Hace varios años otra niña cayó por el mismo barranco pero contó con la buena suerte de que el golpe fue amortiguado por una carga boñiga de vaca que había sido desechada en ese lugar.

En el caso de ahora, gracias a la gestión del ambientalista George Salgado, la Universidad del Sinú, en conjunto con la Armada Nacional, se han ofrecido para restaurar la dentadura afectada por la caída que sufrió Natalia.

Donarán un completo tratamiento para restaurar su salud oral que incluye limpieza dental, la eliminación de caries, la corrección de mordida y la corrección de patologías dentales previas que presentaba la pequeña, así como los implantes perdidos la caída. Los tratamientos irán hasta que cumpla 18 años, cuando se le realice una restauración permanente.

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