Desde hacía años Damaris Castro venía trabajando en la letra y música del himno de su pueblo, Santa Catalina de Alejandría, el único entre los cuarenta y cinco municipios del departamento que no tenía himno. Lo envió a la convocatoria de la Alcaldía de Santa Catalina de Alejandría, en la que se presentaron nueve propuestas, y al final de la mañana del miércoles 29 de septiembre, tres jurados eligieron por unanimidad la composición y melodía que mejor reflejara la esencia histórica de la región, luego de escuchar cada uno de los himnos frente al público. Al abrir los sobres para identificar quién era el autor del himno, se confirmó que era Damaris Castro, quien al escuchar su nombre se arrodilló y se fue en lágrimas con su rostro al cielo. (Lea aquí: Premio de hasta $4 millones por crear himno de Santa Catalina, Bolívar)
Entonces recordó aquel lejano 19 de marzo de su nacimiento en medio de un aguacero torrencial en Santa Catalina de Alejandría, y cómo sus padres biológicos: Roberto Morelo, un campesino de Chinú, y su madre Elizabeth Vergara, una joven de 15 años, casi un niña, también de Chinú, decidieron entregarla en adopción a una joven pareja a los tres días de nacida.
La historia de Damaris es dramática porque Roberto, que administraba la finca de su abuelo, raptó a la niña, quien quedó embarazada, y al enterarse los padres, emprendieron una implacable búsqueda para atraparlo, y en la huida encontraron el regazo secreto de Santa Catalina de Alejandría. Lo increíble de esta historia es que Roberto buscó trabajo en la finca de Andrés Castro Gutiérrez, un campesino emprendedor sembrador de plátano, yuca y maíz, quien junto a su mujer, la modista Isabel María Ospino Gutiérrez, acogió a la recién nacida como a su propia hija. Y desde aquel tercer día se convirtieron en sus verdaderos padres. La niña solo lo sabría años después y conocería tarde a sus padres biológicos.
La niña escribe versos
Damaris Castro, la niña, estaba fascinada con la poesía y era la asidua visitante de la biblioteca de Alberto Bustos, el padre del niño Rómulo, que también devoraba libros bajo la sombra gigantesca de un viejo camajorú que arañaba el cielo con sus ramas. En el pueblo aprendió las primeras letras en el colegio Felipe Santiago Escobar, que honra la memoria de un sacerdote muy querido por los cataneros. A los nueve años, la niña fue llevada a Cartagena para seguir estudios, casi la misma suerte del niño Rómulo cuando culminó la primaria. Salió a buscar el bachillerato en Cartagena, y ahora el bachillerato de los cataneros es la casa donde nació Rómulo. Y la casa de la cultura lleva su nombre “Rómulo Bustos Aguirre”. Damaris regresó siempre a su tierra natal en vacaciones y en especial el 25 de noviembre, día en que se celebran las fiestas patronales. Las mujeres cataneras, cuenta Damaris, ofrendan sus cabellos negros azabache a la virgen para pagar votos y mandas, no solo por la salud de la familia, sino también para que a una mujer sola o separada encuentre una digna compañía para el resto de su vida. Damaris recuerda a Denia Pájaro que tenía los cabellos negros larguísimos hasta las caderas y los ofrendó a la virgen.
Las primeras lecturas de Damaris fueron los cuentos infantiles ilustrados de los tres alemanes: Jacob, Brüder y Wilhelm Grimm, y Charles Perrault que les traía Roberto Calderón Ibáñez cuando viajaba a México. Pero sus recuerdos más entrañables son los de su maestra Raquel Castro, que tenía una escuelita de banquitos y enseñaba bajo la sombra de los últimos camajorúes que desaparecieron del pueblo. También su profesora Carlina Coneo, que tenía poliomielitis y caminaba con muletas, y pese a que su brazo estaba casi inmovilizado, su creatividad le permitió desafiar sus limitaciones y enseñarles a los niños a hacer muñecas de trapo y manualidades para las navidades. Mucho antes de aprender las tablas de multiplicar y dividir, la niña Damaris estaba aprendiendo a versificar, a encontrar la rima certera y a convertir la musicalidad de las palabras en poemas.
Mujer polifacética
Su devoción por la lectura y la escritura la llevaron a estudiar y a licenciarse en Educación Infantil con especialización en Pedagogía y Recreación Ecológica. Ha sido presentadora de televisión regional del programa ‘Voces del Arte’, en San Juan Nepomuceno. Compositora de canciones que aluden la literatura colombiana y universal. Como gestora cultural es coordinadora del Parlamento de Escritores de Cartagena en Santa Catalina de Alejandría y coordinadora del Taller Literario Jadasá. Es autora de una novela, Tus manos color canela, que publicará en 2021, y es un homenaje a la vida de su madre adoptiva y a sus recuerdos de infancia y juventud. Uno de sus poemas, ‘Quiero las manos de mi madre’, fue seleccionado en la antología de más de doscientas mujeres narradoras y poetas de Colombia, para el libro Urdimbres (Antología Las mujeres del Caribe narran su territorio), publicado por el Ministerio de Cultura en 2020. En su poema evoca a su madre “con el diente de oro en su sonrisa para que ilumine toda la casa”.
Los motivos del himno
El himno que ha escrito y musicalizado Damaris Castro a su pueblo es un viaje a la historia de Santa Catalina de Alejandría:
“Dicen que la india Catalina se paseaba por Galeras, junto a la orilla del mar. Loma de Arena y Pueblo Nuevo son testigos, callejones polvorientos de su andar. Los abuelos nos contaban canoas, atarrayas y cañas para pescar. Nuestros hombres con mucha fortaleza decidieron por su bienestar”.
En sus versos nombra a las mujeres cataneras consagradas a sus hijos y a su hogar, matronas intachables, a su maestra Carlina Coneo, a los paisajes naturales de los alrededores como El Ceibal, Colorado, El Hobo, el Volcán del Totumo, las aguas rosadas de Galerazamba, “las charcas que guardan un color rosado que nos une como hermanos nacidos para amar”. También menciona al sacerdote Felipe Santiago Escobar y a la estirpe de los cataneros pescadores y sembradores, tierra de artistas y músicos. Reconoce que en la creación del himno, fue clave el apoyo del joven músico Jesús Meza Atencia, de Sincé, egresado de la Institución Universitaria Bellas Artes (Unibac), quien adoptó el texto y la melodía a los instrumentos de su banda. (Lea aquí: Habitantes de Santa Catalina siguen sufriendo por el agua potable)
Epílogo
Madre de cuatro hijos y abuela de dos nietos, Damaris despierta cada madrugada a las 3:40 y se bebe su café a las 4, antes que canten los primeros gallos. Está diseñando un festival poético para su pueblo que ha denominado Senda de la palabra y la poesía. “Soy vegetariana y leo mucha poesía. Vuelvo a Miguel Hernández, quien me hace llorar con su Nana de la cebolla, y al releer los poemas de Pablo Neruda”. Se considera una mujer espontánea, humilde, sencilla, independiente y creyente. Tiene una colección de sombreros y a cada uno de ellos le coloca una flor a medio lado. Confiesa que ha sobrellevado la pandemia escribiendo y cantando.