Sentada en una mecedora nos espera ansiosa, vestida de rosa, con aretes largos, un escapulario cuelga de su cuello y ríe cuando nos ve entrar. Ella es María Luisa, como muchos todavía la llaman, o María Narciza Bustillo Martínez, su nombre original, la hija de Pabla y Pedro, la tercera de ocho hermanos, la madre de cuatro hijos, uno ellos adoptivo; la viuda de Eliécer Hernández, panadera, dulcera, ama de casa y cuya mente tuvo el prodigio, según ella misma relata, de crear la receta para un manjar de dioses, uno que se ha convertido en parte del patrimonio culinario de su pueblo: San Juan Nepomuceno, y en el departamento de Bolívar.
“Yo horneaba el pan, entonces el esposo mío estaba sentado, habíamos asado el pan, el horno todavía estaba caliente y me paré y dije: ‘Yo tengo un dulce de leche ahí en la nevera, voy a hacer unas galletas’. Me paré, cogí el dulce y las galletas y comencé a trabajar, hice dos tártaras, lo cual era para nosotros, para comer aquí”, cuenta sobre la génesis de esos manjares llamados María Luisa. (Le puede interesar: Dos pueblos con sabor a galletas)
- Y mire, ¡eso sí fue escándalo con esas galletas! -dice.
- ¿Por qué?
- Mire, comenzaron a pedir de todas partes, se comenzaron a vender.
El sustento de una familia
La casa de la familia Bustillo Hernández siempre olía a pan fresco y al dulce de las galletas María Luisas. Fue una aroma con el que crecieron los hijos que también ayudaban a elaborar los productos del negocio familiar.
Después de salir del colegio, los hijos de María y Eliécer se iban vender y a repartir entre una fiel clientela los panes, las cocadas y, por supuesto, las galletas María Luisas. Esa venta, en conjunto con una tienda -la misma de San Juan Nepomuceno donde ahora hacemos esta entrevista-, fue por décadas el sustento de la familia. El señor Eliécer también era músico, trabajaba otros oficios y, de vez en cuando, le causaba una que otra “molestia” a María Narciza, que le ponía “pereque” porque se tardaba mucho tiempo a la hora de repartir las galletas de tienda en tienda. (Lea aquí: Con manjares, campesinos de San Juan Nepomuceno hacen su primera feria)
-¿Por qué fueron un escándalo (éxito) las galletas?
- Yo digo que era el dulce de leche (del relleno, hecho por ella misma) y que las cubría con el merengue. Hacía la galletas y entonces las empecé a trabajar porque la gente las encargaba, empecé a hacer las galletas...
-¿Por qué se llaman María Luisa y no María Narciza?
- Yo, que les puse así.
- ¿Qué recuerdo le traen esas galletas?
- Muchas cosas, que vivíamos de eso, me recuerdan a mi juventud.
- ¿Y usted todavía se come una que otra galleta?
- No. El Señor (Dios) me mandó este aguinaldo que me operaron- dice y señala su cadera izquierda.
Hace dos años, María Narciza sufrió un accidente casero y los médicos en Cartagena, a donde fue trasladada, se vieron precisados a practicarle una cirugía por fractura de cadera. Para sorpresa de los doctores, se ha recuperado de forma bastante satisfactoria. Eso, sumado a la diabetes que padece, no le permite comer sus María Luisas o algún otro dulce.
- Yo la veo buencita...
- Al parecer. Yo camino con mi caminador, pero yo me siento bien, no me duele ni rabio de dolor, gracias a Dios (...) A veces me quiero sentar allá, afuera, pero no me dejan, porque me puedo a caer otra vez y por el COVID.
-¿Cómo se cayó?
- Estaba dormidita y yo creía que estaba en la mitad de la cama. Me rodé y caí, aterricé.
-¿Y usted a qué horas se levanta?
- A las cinco de la mañana...
-¿Con las gallinas?
- Sí y a las seis me baño.
Rodeada de amor
“La gente siempre viene a visitarme, la familia, los amigos”, me cuenta María Luisa, perdón, María Narciza. Luego, una de sus hijas me explicaría que su casa antes era una escuela de aprendices, de jóvenes, que llegaban a servir de ayudantes y a hacer galletas. A ellos les enseñaba sus recetas y los ayudaba a prosperar.
- ¿Qué alegría le trajeron esas galletas?
- De todo, con ese éxito que tuve, vivía orgullosa con mi trabajo.
- ¿Quién va a heredar la receta?
- Aquí ha venido un poco de gente, quieren que les dé la receta de las galletas, yo se las doy pero dizque no salen iguales.
- ¿Y qué hace especiales a las suyas?
- Yo las hago con azúcar, huevo, mantequilla... Pero no las hacen iguales, nunca tuve competencias porque vendía todas las que hacía, había señores que venían especialmente por esas galletas, que si no eran esas, no las querían.
- ¿Cuántas galletas se hacía al día?
- Me hacía una arroba, 25 libras de harina al día, gracias a Dios, la vendía todas.
- Venga, ¿y usted es bien creyente?
- ¿Y por qué lo dice?
- Por el escapulario que tiene el pecho...
- Pero usted sí es curioso... (risas).
- Ah, sí, soy periodista... (ella ríe) Cree en el Sagrado Corazón, en la Virgen del Carmen ¿y en San Juan Nepomuceno también?
- Ese es el principal, ya esa es otra cosa (mira y señala hacia el cielo), creo en el de arriba.
María Narciza Bustillo.
- ¿Cuantos hermanos eran?
- Ocho.
- ¿Y usted era la mayor?
- No, la tercera.
- Pero sí la única que hacía pan y pasteles...
- Sí.
- ¿Y su mamá también los hacía?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque yo aprendí por ser callejera (risas), una vecina trabajaba y yo me cruzaba para ayudarle, pero era para aprender.
- ¿Trabajaba haciendo pan?
- Sí.
- ¿Y usted estudió en el colegio de San Juan?
- Sí, pero llegué hasta segundo año, ya nos pusieron grandotas, porque antes la gente no le prestaba atención a eso.
- ¿Cree que las galletas son un milagro?
- Claro, un milagro para mí, porque vivíamos de eso en mi familia.
- ¿Qué es lo que más recuerda de su esposo?
- Todo.
- A los cuántos años lo conoció.
- A los 18 y a los 20 tuve mi primer hijo.
- ¿Qué le enamoró a usted de él?
- Venga, ¿y usted qué, me va a sacar las tripas? (Ríe y todos a su alrededor también).
- ¿Cómo se siente hoy?
- Acongojada por lo que me pasó, hay que seguir viviendo para ver...
Patrimonio de San Juan
Yanet Hernández, hija de María Narciza, nos cuenta que las galletas comenzaron a hacerse hace más de 50 años y alcanzaron tanto furor que llegaban pedidos de todas las ciudades de la Costa y también del extranjero. “Hacíamos pan de yema, enyucado. Luego un día se le ocurrió hacerlas María Luisas y venían a comprarlas de todas partes. Incluso, uno de nosotros, el mayor de mis hermanos, fue a estudiar a Cartagena gracias a esas galletas. Son unos recuerdos bonitos, porque ellos nos levantaron con esa microempresa”, refiere sobre sus hermanos. “Pero ya mucho tiempo después ella dejó de hacer eso por la edad. Hay otras personas que las preparan en el pueblo, pero yo digo que ya nosotros dimos lo que teníamos que dar con las galletas, y ya. No somos como egoístas con eso, Dios da para todos”, refiere y añade que de este manjar le quedan recuerdos felices.
Aunque dejaron de prepararlas en grandes cantidades hace diez años, Yarima, una hija adoptiva de María, las hornea de vez en cuando para suplir algunos pedidos, que la señora María le ayuda a glasear.
María Narciza acaba de cumplir 90 años este 2 de septiembre de 2021. Ese día hubo mariachis, música y mucha alegría. Ella mantiene una lucidez prodigiosa, aunque no le gustan mucho las cámaras y tampoco las entrevistas, dice su hija. Hoy, por fortuna, nos ha concedido unas palabras con el sentido del humor que siempre la caracteriza.
- Hasta luego Doña María, gracias por todo...
- Cuál luego, si ya tú no vienes más...