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La cartagenera que lideró estudio de Harvard para entender el COVID grave

La médica cartagenera Nohora Ayola Serrano lideró un novedoso estudio de la Universidad de Harvard que podría ser el comienzo de un tratamiento para pacientes con COVID-19 severo.

Quizá muchos se han hecho la misma pregunta que nos condujo aquí, pero no tantos se han aventurado a asumir lo que implica hallar la respuesta: noches enteras sin dormir, días invertidos en un verbo... investigar. La médica que está frente a mí se llama Nohora Cristina Ayola Serrano, tiene 28 años, no se parece para nada a la imagen cliché del científico (ya saben, la de un Einstein despeinado, ojeroso y bigotudo) y la pregunta es:

¿Por qué el COVID-19 mata a algunos pacientes y otros ni siquiera manifiestan síntomas?

Así comenzó todo

En junio del 2020, cuando ha pandemia había avanzado lo suficiente como para que todos tuviéramos a un familiar/amigo/conocido muerto o enfermo de COVID-19, Nohora comenzó a pensar que debía hacer algo al respecto, pero no desde la medicina asistencial (que es absolutamente importante), sino desde la investigación. Entonces indagó cuanto pudo y le presentó su proyecto de investigación a su mentor, el Sadeq Quraishi; luego de obtener su visto bueno, Nohora comenzó a armar un equipo investigador con expertos de diversos países, los había conocido gracias al posgrado en Investigación Clínica que cursaba en la Universidad de Harvard gracias a una beca que ganó en 2020.

Hoy, después de horas y horas de trabajo coordinado desde Cartagena por videollamadas que no conocían de madrugadas, chats, correos, etc., con expertos en EE. UU., India, Nepal y otros países, Nohora me cuenta que está feliz porque después de un año de trabajo, encontraron la respuesta y porque esa es la puerta a un objetivo terapéutico novedoso para pacientes con COVID-19 severo. Y no solo eso, el 4 de junio pasado el equipo publicó un artículo científico en la revista Inflammation Research, que, además, está en la base de datos Pub Med, una de las más importantes del mundo. (Le puede interesar también: Médico Cartagenero lidera prometedor estudio para mejorar vacunas virales)

¿Pero en qué consiste la investigación y por qué nos debería importar a todos los terrícolas? Dejemos que Nohora responda.

La cartagenera que lideró estudio de Harvard para entender el COVID grave

¿Concretamente, en qué consiste la investigación, cuánto tardó y cuál fue su principal conclusión?

-Para poder hablarte de eso, te tengo que explicar un poquito acerca del COVID. El COVID es muy caprichoso, porque afecta de diferentes formas a diferentes personas... No hemos tenido tiempo de estudiarlo lo suficiente... Por ejemplo, con la gripa, llevamos muchos años estudiándola; con el dengue, igual, y con diferentes patologías, con el tiempo vamos encontrando cuál es la conexión entre esos grupos de personas que se ven más afectados severamente, que su desenlace termina en la muerte. Por ejemplo, con la gripa, sabemos que las personas mayores, que son extabaquistas, hombres, tienen más riesgo de padecer si les da la influenza, entonces a esos les hacemos prevención, los vigilamos y las vacunamos primero. Como con el COVID no hemos tenido tiempo de estudiar eso, tampoco de desarrollar nuevos tratamientos, no comprendemos bien cómo funciona, entonces, inicialmente, estábamos buscando cómo funciona el COVID a nivel molecular en el cuerpo, por qué algunas personas se mueren y otras no. Terminamos teorizando, descubriendo a través de varios artículos que analizamos y de la correlación de estas investigaciones con los síntomas que presentan estas personas, que hay una enzima específica, que cuando se activa, hay un desenlace fatal y cuando no se activa, no hay ese desenlace fatal.

Con esta investigación, en palabras coloquiales, lo que estamos haciendo es abriéndoles la puerta a los demás científicos del mundo para que sepan que por ahí se tienen que meter, porque esto es un objetivo terapéutico novedoso.

Nosotros estamos señalando dónde hay que atacar en la cascada de la inflamación para prevenir un desenlace fatal eventualmente y todas las complicaciones que se asocian al COVID, eso es lo novedoso de esta investigación.

¿Cómo se llama esa enzima?

- 5-lipoxigenasa.

¿Cuál es su función específica, qué hace en pacientes no COVID?

-La 5-lipoxigenasa hace parte de nuestro sistema inmune. Tenemos un sistema que ataca todo lo que entra a nuestro cuerpo que sea potencialmente dañino y, cuando lo ataca, evita que nos enfermemos y muramos por esa enfermedad. El problema es que cuando se sobreactiva este sistema, cuando produce estos anticuerpos, ya no va a ejercer esa función, sino que, por el contrario, va a entorpecer el mecanismo normal del cuerpo. Entonces, la 5-lipoxigenasa está muy asociada, por ejemplo, a la artritis y el asma, ambas, enfermedades autoinmunes. Y, al mismo tiempo, nosotros hacemos acá una conexión, un paralelo con el COVID, somos de los primeros que hemos teorizado sobre eso y hemos propuesto un medicamento que inhibe la 5-lipoxigenasa y, en teoría, debería detener esa cascada de inflamación.

¿Qué tiene que ver aquí la tormenta de citoquinas que ocurre en los pacientes con COVID-19 severo?

-Las citoquinas son químicos de las células. O sea, quina viene de químico y cito, de célula, entonces son los químicos que liberan las células para comunicarse entre ellas. Normalmente, esas citoquinas proinflamatorias, quiere decir que una célula le va a decir a la otra... hey, pilas, ahí hay una bacteria, un virus, vamos a atacar todos con inmunidad y se resuelve, son buenas. El problema es cuando le dice hey, pilas, vamos a atacar, y el mensaje se multiplica como candela y atacan de manera exagerada a ese patógeno. Una citoquina activa a la otra y a la otra y a la otra, y se vuelve un crecimiento desorganizado. Cuando se desorganizan, el cuerpo pierde la capacidad de autorregularse, o sea, de autocoagular sangre, de respirar normalmente, se empiezan a dañar los tejidos, entonces ahí tenemos daño pulmonar, las patologías de la coagulación y el COVID, además de daño renal. Entonces, la tormenta de citoquinas es como un estado híperinflamatorio, va más allá de la inflamación natural y usualmente lleva a la muerte. (Lea además: 7 signos de alarma en pacientes COVID)

¿Cuál es el medicamento que proponen? ¿Se usa para otra patología?

-El que estamos proponiendo es un inhibidor de la 5-lipoxigenasa. Estos inhibidores, normalmente, se han usado para asma y artritis reumatoide, el problema es que los que están disponibles en el mercado no fueron fructíferos porque los efectos secundarios eran muy grandes, versus la enfermedad que pretendían curar. Zileuton, que fue uno de los más famosos y más utilizados en los 90 y principios de los 2000 para tratar el asma, tampoco era que tuviera un perfil farmacológico muy bueno, o sea, se tenía que dar en altas dosis y entre la dosis alta y envenenarse por Zileuton había muy poco margen, entonces no se sacó del mercado, aunque sí se dejó de utilizar bastante; pero sí se desarrollaron en su momento muchos inhibidores de la lipooxigenasa, sino que no tenían pulso para eso. Pfizer desarrolló uno muy bueno, que está en el artículo, y ellos lo tienen almacenado. A futuro, nuestra idea es crear un programa piloto donde se les administre este medicamento a las personas que tienen COVID y ver cómo reaccionan, y ver si nuestra teoría es compaginable con la realidad, porque es que, hasta el momento, todos los medicamentos que se han utilizado contra el COVID se han usado para dos cosas: o detener la carga viral (que es como el insulto que hace que tu cuerpo reacciones violentamente) o detener la inflamación; pero, en vez de detener la inflamación en el origen, donde empieza la cascada, se han enfocado en diferentes citoquinas. Nosotros decimos que debemos atacar arriba, bloquear toda esa cascada desde el nacimiento de la inflamación y ya no nos tendríamos que preocupar por las citoquinas y con un solo medicamento haríamos el trabajo de muchos.

Lo que haría este inhibidor es, justamente, ¿inhibir toda la respuesta inmune?

-No. Dentro de la inflamación hay otra rama, que es la de la COX-1, COX-2, en la que funcionan los AINES (medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno, que ayudan a aliviar el dolor y la inflamación). Nosotros estamos hablando de no inhibir por completo la inmunidad, sino la parte que hace que se inflamen los pulmones, que es la que está asociada al asma. Que, en este caso, se produce esa inflamación, se inflaman los pulmones, pero luego hay una inflamación generalizada por la tormenta de citoquinas. Por ejemplo, los esteroides inhiben la inmunidad en general y eso expone a los pacientes a contraer otras enfermedades, versus acá, que justo estamos siendo muy específicos en el punto que queremos inhibir, un poco más abajo en el origen de esa cascada generalizada, pero no inhibir por completo la inmunidad.

¿Planean seguir investigando, cuál es el siguiente paso?, ¿qué tiene que pasar para que el tratamiento que ustedes han estudiado llegue a las manos de las personas con COVID?

-Con el grupo, hasta el momento, hemos discutido mucho esto. Nuestro mentor, que es el doctor Sadeq Quraishi, profesor de la Universidad de Harvard, jefe de la UCI del Massachusetts Boston General Hospital, hemos decidido que vamos a continuar investigando. Nosotros estamos desarrollando un programa piloto que les vamos a presentar a distintas farmacéuticas que tienen inhibidores de la 5-lipoxigenasa, entre los cuales está Pfizer, y la idea es continuar y, eventualmente, si podemos desarrollarlo exitosamente y llevarlo a cabalidad, que lo aprueben y ya sería de uso masificado.

Eso, mínimo, en tres años: tenemos que hacer la prueba piloto para ver si tienen tolerancia las personas con COVID y se les puede dar; hacer una prueba pequeña de pacientes muy graves, que se arriesguen a tomárselo cuando estén muy graves, pues porque ya no tienen otra alternativa, a ver si funciona. Luego, ya vendría masificarlo en estudios piloto, es decir, dárselo a un número astronómico de personas, por ejemplo, 60.000; tabular toda esa información y presentársela a los diferentes entes regulatorios. Eso, en tres años, trabajando a toda marcha. (Lea también: Vacunas anti-COVID: “El beneficio es muy superior al riesgo”)

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