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El particular historiador español que se enamoró de Cartagena

Carmen Marco, la hija del historiador español Enrique Marco Dorta, y su nieta Berta fueron tras las huellas que el autor de ‘Cartagena de Indias: La ciudad y sus monumentos’ emprendió en 1940.

Carmen Marco creía que no encontraría a nadie que pudiera acordarse de su padre, quien arribó a Cartagena de Indias en 1940, hace más de cuarenta años. Y al cruzar junto a su esposo Enrique García del Real, y a su hija Berta, por las antiguas puertas de la ciudad colonial y detenerse en la más antigua de las librerías de incunables en los bajos de la Torre del Reloj, su primera sorpresa fue ver la portada del libro ‘Cartagena de Indias: La ciudad y sus monumentos’, escrita por Enrique Marco Dorta, su padre, y publicada en 1951. Aníbal Gutiérrez, el cazador de libros invisibles, heredero de esa librería de su madre, no solo le habló de las tres ediciones que ha tenido el libro, sino que los dejó enmudecidos hablándoles del hombre que escribió el libro sobre los monumentos de la ciudad, al que beben todos los historiadores de Cartagena, desde Donaldo Bossa Herazo, Eduardo Lemaitre hasta los contemporáneos. Lea aquí: El pájaro de mal agüero que hace caer en cuenta el amor por la vida

Al llegar al periódico les digo que Cartagena tiene un privilegio sobre la fugacidad de los recuerdos y las alegrías instantáneas, y es que guarda para siempre los recuerdos, y Enrique Marco Dorta sigue vivo entre los cartageneros, más allá de su muerte. Berta García del Real Marco, su nieta, dice que se ha empeñado en seguir los rastros de su abuelo para escribir un libro para el Centro de Arquitectura y Documentación Latinoamericana. El primer paso ha sido recoger todo lo que dejó escrito, sus archivos, sus fotografías, sus cartas, sus libros inéditos. Cuando Enrique Marco Dorta llegó a Cartagena de Indias, el 5 de septiembre de 1940, luego de seis meses de viaje en barco desde La Habana, pasando por Panamá, Puerto Colombia, hasta arribar al puerto local, venía tan solo con una bolsa liviana. Su propósito era estudiar el arte colonial de Cartagena de Indias y Perú, y escribir su tesis doctoral entre los dos países. Su único contacto hasta ese entonces era el historiador Gabriel Porras Troconis, con quien se carteaba. Su perplejidad al llegar es que ese patrimonio no solo se conservaba sino que correspondía a la imagen que él mismo se había forjado al leer los documentos, mapas e imágenes descritos en los Archivos de Indias.

En la ciudad fue recibido con honores, como huésped de honor.

“Mi padre, Enrique Marco Dorta, era un ser admirable, cariñoso, conversador, hablaba con cualquier persona, tenía un fantástico sentido del humor, nunca lo vi enfadado, estaba poseído por una tremenda curiosidad por todo, era muy sabio. Murió a sus 69 años”, dice Carmen Marco.

“Un día lo acompañé a un viaje a un pueblo de Extremadura, y se detuvo a mirar una iglesia, y se sorprendió al ver unas imágenes de dos indígenas con una flor en la boca. Y comprobó que ese arte provenía de América.Y se emocionaba al saber que ese arte venido de América ahora estaba en España, y era como regresar a los orígenes. Hizo fotos entusiasmado y se sentó a conversar con la gente del pueblo. Era un conversador increíble”, dice Enrique García del Real, su yerno. Le puede interesar: La cartagenera que perdió su casa por el desplome de dos árboles en La Popa

“Los dos indígenas con la flor en la boca representaban que estaban conversando”, agrega Enrique.

“Mi madre y yo fuimos de compra mientras mi padre hacía sus fotos en la iglesia, y cuando regresamos dos horas después estaba rodeado por una multitud que le preguntaba por sus viajes a América”, recuerda Carmen.

“Sin proponérselo, mi abuelo fue el primer español en estudiar el arte hispanoamericano, y se convirtió en pionero de los estudios hispanoamericanos de arte colonial e impulsó y reafirmó los lazos culturales entre España y América. Al recuperar estos lazos culturales, fomentó la cátedra de historia de arte que se inicia con la revalorización del arte colonial, y con su aporte favoreció los centros históricos como el de Cartagena de Indias”, cuenta Berta.

“Entre 1944 y 1947 se publicaron tres tomos de ‘La historia del arte colonial de Hispanoamérica’”, de Salvat, en la que participaron veinte historiadores, una publicación fundacional ilustrada de esos estudios, y a mi abuelo le tocó escribir el capítulo sobre Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, etc. El historiador amigo Diego Angulo escribió sobre México y el Caribe. Cada uno se repartió el trabajo según su investigación y sus viajes por esos países”.

“En Cartagena de Indias, además de Gabriel Porras Troconis, hizo amistad con Alfonso Amador. El día de su cumpleaños, el día 31 de enero, le gustaba compartir una comida con la familia y sus amigos. Le gustaba el tintico de los cartageneros, los huevos pericos revueltos, el sancocho, los fríjoles, Entre sus archivos, encontré cuarenta cartas de Cartagena de Indias a Sevilla”, precisa Carmen. Lea también: ¡Hermoso! Amiguitos diseñan prótesis para niño que no tiene un brazo

Enrique Marco Dorta murió de un cáncer de laringe, dejando innumerables ensayos escritos sobre su viaje a Cartagena de Indias e Hispanoamérica. Carmen y su esposo Enrique han venido a Cartagena de Indias tres veces, en 1986, 1988 y ahora, en 2022, junto a Berta, la nieta, que confiesa que este retorno a al pasado del abuelo es a la vez un retorno a nuestro pasado. Al de Enrique Marco Dorta, y al de ellos.

La nueva edición del libro del abuelo publicado por la Escuela Taller de Cartagena les devuelve la alegría que su autor sintió al acariciar la primera edición, hace más de setenta años. Cada pisada que dan sobre Cartagena de Indias es como si recorrieran los pasos de aquel muchacho que se bajó del barco en septiembre de 1940.

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