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El padre detrás del Nene, el músico que se desvivía por su familia

La música no era lo más importante para Víctor “el Nene” Del Real. Para él, Dios y su familia eran la prioridad. No había otro tema más reiterativo que su esposa y sus hijos.

Al Nene lo conocí a finales del 1992. Él había llamado a El Universal preguntando por el periodista que cubría música y yo lo atendí. Sabía que era el del ‘Patacón pisao’, el pianista, arreglista del Joe Arroyo y de un sinnúmero de grandes artistas del Caribe colombiano. Tenía clara su importancia y trascendencia. Él estaba buscando compartir con un medio de comunicación que su hijo de tres años tocaba el timbal de manera magistral.

Yo, incrédulo, lo escuché. Me pidió que lo recibiera. A los pocos días, llegó a la sede del periódico y, como si me conociera desde mucho antes, me saludó efusivamente. Emocionado, habló de Cristian, su bebé. Me invitó a su casa para que lo viera. Pensé que era un arrebato de papá orgulloso. “Sé que no me vas a creer, dirás que son vainas mías”, decía riéndose. Era la primera vez que se atrevía a contar públicamente el milagro que sucedía en casa. (También le puede interesar: 14 momentos de la vida de Víctor “el Nene” Del Real y su legado imborrable)

Días después, cumplí la cita en su hogar de Los Alpes. Amable me recibió y, como no había entrado en confianza, me llamaba por mi nombre. Su hijo estaba durmiendo, eso me dio tiempo, en medio de los jugos preparado por Lili Barreto, su esposa, para conocer más a su familia. Las carcajadas del Nene eran contagiosas: sus hijas le hacían el coro, su mujer celebraba y reafirmaba lo que él expresaba. Con lo que decía y cómo lo decía, era fácil darse cuenta de su humildad y modestia. En poco tiempo se mostraba tal cual como era.

Su familia irradiaba orgullo al compartir la genialidad de la cual yo estaba a punto de ser testigo. Sus hijas narraban anécdotas que multiplicaban mi ansiedad por conocer al pequeño Cristian, teníamos que esperar a que despertara, eran las 3 de la tarde.

Después de varias horas de preámbulo, a las cinco ya el Nene no me llamaba por mi nombre... Ya había tanteado el terreno para ver si era posible “mamarle gallo” al joven periodista que lo visitaba. Buscó varios apodos y, como si fuera una orquesta, sus hijas y esposa le seguían la corriente... Se rompió el hielo, el protocolo no duró mucho en casa de los Del Real Barreto. El diálogo siguió: hablamos de Joe Arroyo y de Catalina Cantillo, su mamá. En medio de la charla, Cristian despertó.

Ya el Nene y uno de sus amigos habían montado el timbal para que yo lo viera. No tuvimos que esperar mucho tiempo, a los pocos minutos el niño tomó su juguete favorito: las baquetas.

El Nene subió a Cristian en una caja y, glisseando el piano, hizo el conteo: un, un, un, dos, tres... ¡Y la magia volvió aparecer, solo que esta vez ante mis ojos! El niño apretaba los labios, miraba a su papá y llevaba con precisión los cortes de la percusión. La parte más emotiva fue el momento de la improvisación. Mientras yo estaba maravillado, él solo jugaba con el timbal. De sus tres años, llevaba dos tocando el instrumento. Era asombroso.

Lo que yo estaba viendo no era cercano a lo que el pianista me había contado. En pañales, con su cara medio adormilada y mirando a su padre, el niño le daba duro al timbal. (Lea también: Galería: los mejores momentos de Víctor “el Nene” Del Real)

Víctor tocaba el piano y me decía: “¡Ahora sí me crees!”, y se reía. Sus hijas lo acompañaban con las palmas; su leal pareja se regocijaba con una sonrisa por la sorpresa que tenía mi cara. La nota en el diario salió dos días después titulada “La última travesura del Nene”.

Así fue que conocí a Víctor Del Real y a su familia. Después de ese episodio, fui invitado varias veces a almorzar o cenar. Luego de numerosas visitas a los Del Real Barreto, parecía que ya se les había olvidado mi nombre. La escena siempre era la misma, una familia unida, el respeto, el humor, la música, los jugos y la amabilidad de Lili, su esposa.

En uno de esos encuentros, el Nene me entregó la invitación que el Joe Arroyo me había enviado para que fuera al matrimonio con Mary. El Nene y su familia se ofrecieron a llevarme. Así fue, en ese viaje, las anécdotas con el Joe, los chistes, la “mamadera de gallo” y el amor de familia hicieron corta la experiencia. En ese grupo iba Lidio García, el ahora senador, que por aquel entonces quería ser cantante. (Lea también: Víctor “el Nene” del Real tiene COVID)

Después vinieron varios cumpleaños de Cristian y de su padre. La alegría de Víctor “el nene” Del Real en casa se sentía y se oía, su familia lo secundaba, no lo dejaban solo. Entre ellos se mimaban. Se respaldaban. Su esposa le celebraba todo. Siempre lo vi como un padre alcahueta, comprensivo, tolerante, exigente y de principios; vivía pendiente de ellos sin ser sobreprotector. El Nene murió el miércoles 28 de abril de 2021 y no solo nos queda su legado musical: él nos enseñó el valor de la familia y de cómo aprovecharla y cuidarla al máximo.

Hacía unos meses, después de que me había confirmado una entrevista para el programa que el periodista Juan Carlos Díaz rodaba por esos días, ‘Cómo como, cómo canto’, me llamó apenado a decirme que su familia no dejaba entrar a nadie a la casa. Que esa cita se cancelaba. Lo lamentó y me prometió que, apenas terminara todo esto, nos sentaríamos a hablar sobre los detalles de su vida como músico para que hiciera lo que quisiera.

Siempre me sentí privilegiado con sus llamadas. Él era quien me tenía al tanto de cómo evolucionaba la salud de su amigo Raimundo Angulo en su estadía en la clínica luego de que se contagiara de COVID. Cuando se enteró de que mi esposa, Sadis, estuvo en la UCI a principio de este año, me llamaba diario a orar por ella. Me decía el apodo del momento y me insistía: ”Cuidate, no salgas... Ese virus no respeta pinta”. (Lea aquí: Muere Víctor “el Nene” Del Real por COVID-19)

Katia, su hija mayor, cuenta que él estaba preparado. Quería que su familia también lo estuviera. “Ya estoy listo, Señor, cuando tú quieras llevarme, aquí estoy”, decía en la intimidad de su hogar.

Hace poco más de una semana, lo llamé porque me había enterado de que estaba en el hospital. Me contestó Lili, su esposa, y me lo pasó. Me saludó riéndose y alcanzó a susurrarme con su voz débil que el virus no respeta y que estaba orando para salir pronto de allí. El virus no le dio la oportunidad de salir para seguir compartiendo con sus amigos y familia, y ahora su muerte enluta no solo a los Del Real Barreto, sino a sus amigos, a la ciudad y al país musical. Paz en tu tumba, Nene.

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