Alegre, extrovertido, con una gran luz en los ojos al hablar de lo que le estremece, así es Andrés Felipe García Silgado, un joven del municipio de Marialabaja que encontró en la gastronomía su mayor pasión.
Y es que solo basta hablar con él para notar una energía contagiosa, esa que solo alguien con muchas ganas de salir adelante tiene; con gran orgullo, Andrés nos contó de sus sueños, entre los que está tener un restaurante de comida típica de su tierra, algo ancestral, como él prefirió llamarle... La historia de este sueño comenzó cuando él apenas tenía siete años, junto a su tía, Yuliana Silgado Herrera, la hermana de su madre: ambos cocinaban deliciosos platos, o bueno, él la veía cocinar mientras trataba de ayudarla, pues le encantaba el arte de crear con la comida. Le puede interesar: Cartagena bajo la luz de enero
Andrés narra con gran emoción sobre esos primeros acercamientos a la cocina, dice que desde tan corta edad intentaba hacer un arroz, pero no le salía bien, pero un día, entre prueba y error, preparó su primera comida y se sintió absolutamente orgulloso; su madre, Lisi Silgado Herrera, lo supervisaba mientras él con mucha ilusión contemplaba su arroz, un poco insípido, como un monumento.
A sus diez años, ya se desenvolvía mejor en la culinaria, tanto que su madre ya le permitía hacer el almuerzo o la cena al terminar sus labores escolares.
Al concluir su bachillerato, él se inclinó inicialmente por estudiar medicina... “Pero Dios me venía forjando desde pequeño para la cocina”, recuerda ahora, pero no fue nada fácil iniciar sus estudios de Gastronomía, pues la matrícula era bastante costosa, pero gracias a una beca de comunidades negras que se ganó, partió de su pueblo natal para enfrentarse a un lugar frío y desconocido como la capital colombiana. Nunca tuvo miedo, pues sabía que iba a cumplir su sueño.
Al llegar a Bogotá e iniciar su primer semestre, sus profesores notaron el gran talento que tenía, en especial con la cocina caliente. “Mi fuerte es la cocina caliente, uno de mis platos favoritos siempre fueron las pastas, recuerdo que mi tía me las preparaba de pequeño y yo deliraba”, cuenta Andrés con gran nostalgia. Lea aquí: La Antártida y una fascinante exploración de un siglo
Cuando llegó la pandemia, ya Andrés cursaba cuarto semestre, la mayoría de sus clases prácticas las había cursado, pero dice que fue muy complicado para él porque el empleo bajó muchísimo, con las medidas de protección y autocuidado con la COVID-19 no podía continuar laborando, pues estudiaba y también se “rebuscaba” para conseguir con qué suplir sus necesidades, así que volvió a Marialabaja para refugiarse de este virus desconocido.
Han pasado dos años de la pandemia y Andrés ya casi culmina sus estudios en Gastronomía; tiene 22 años y dicta cursos de cocina básica en la Federación de Gastronomía y Turismo, dice que encontró otra pasión en la docencia, anhela ser algún día un gran chef y maestro en una institución de educación superior, quiere que su cultura gastronómica no muera sino que trascienda.
Por el momento, decidió emprender con un puesto de comidas rápidas al que llamó ‘La Tentación’, ofrece una experiencia de comida callejera muy típica de la Costa caribe colombiana, comida “exageradamente deliciosa”, perros calientes, picadas, hamburguesas y demás, todos con el toque especial de la casa. Con lo que ha recaudado consiguió abrir una salsamentaria, algo que complementa su primer negocio y así quiere reunir para hacer una especialización en Gerencia gastronómica. Lea también: Las pequeñas alegrías olvidadas
En cuanto al restaurante, dice que su primer local lo quiere en Marialabaja, pues allá no hay un restaurante de alta cocina donde las personas puedan disfrutar de un momento agradable. “Quiero que sea aquí, en mi pueblo, porque la comunidad no tiene un sitio donde celebrar sus festividades, algo tan especial como una boda o un quinceañero, además que también quisiera que todos conozcan de la ‘buena cocina’”, afirmó. Sus padres, pese a estar separados, siempre lo han apoyado, pues saben que esta es una pasión que nació desde que Andrés era apenas un niño, materializar cada uno de sus sueños, el camino no es fácil, pero a este orgulloso marialabajense nada lo detendrá.