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¿Dónde nacen las canciones de Rafael Manjarrez?

Sayco es una empresa que aglutina 12 mil autores, y Rafael Manjarrez está al frente de su presidencia.

Suele decirse que hay canciones que llegan al alma. En el folclor vallenato es común encontrar esos temas, que con letra y melodía, mantienen una relación estrecha con la historia de muchos, bien sea por un amor, desamor, o remitiendo a las vivencias de infancia, esas que son eternas portadoras de las mejores añoranzas.

El cancionero fecundo de la música de acordeón se nutre de la inspiración de connotados compositores, y las creaciones que han quedado para la posteridad, se elevaron a la categoría de clásicos, algunas hasta himnos presentes de eventos de altísimo carácter cultural, pero lo más importante, en el corazón de un público que vibra al escucharlas. Lea aquí: ¡Bendito diciembre!, el clásico vallenato en el que se funden la nostalgia y la alegría

En ese pódium están nombres que brillan con luz propia, y uno de ellos es el del maestro Rafael Manjarrez Mendoza, oriundo de La Jagua del Pilar, La Guajira, quien desde temprana edad descubrió su don para plasmar a través de las canciones sentimientos que incluso van más allá del amor, toda vez que algunas de sus letras exaltan la naturaleza y sus encantos.

El compositor, quien además es abogado y ejerce como notario en la ciudad de Santa Marta, acaba de ser nombrado Presidente de la Sociedad de Autores y Compositores, Sayco, velando por el derecho de los creadores y sus obras, una labor que cuenta con legislación en Colombia.

En medio de sus múltiples ocupaciones, Rafa Manjarrez, como le llaman sus más cercanos, toma un tiempo para hablar de esa obra maravillosa que ha condensado en discos, desde cuando el acetato reinó, pasando por los formatos siguientes, hasta migrar a las plataformas digitales, donde están esos éxitos que entre otras cosas, son imprescindibles en las parrandas.

La charla...

Tus canciones emocionan, ¿cuál es tu reacción al escucharlas?

-Los seres humanos nos vamos acostumbrado a las cosas y todo termina volviéndose normal. A los compositores nos pasa igual, escuchamos nuestras obras y se nos vuelven cotidianas, sin embargo, muchas veces me llega la nostalgia y es ahí donde doy gracias a Dios que un versito que hice por allá escondido en un rincón, en mi tierra natal, haya logrado trascender. Me llena de júbilo al cantar en un escenario y veo en los ojos de los asistentes la admiración.

¿Hubo una historia real que soportara esas letras?

-Todas mis canciones tienen un afincamiento en un episodio vivido o por algún tercero que he tenido cerca y la circunstancia me ha permeado. Es cierto que uno se sale un poco de la circunscripción real porque toca ponerle algo de gracia y fantasía, pero mantengo el balance donde hay más realidad.

¿Ha cambiado con el tiempo tu forma de componer?

-La esencia no, lo que ha variado es la temática, que debe ir al compás del tiempo, de no ser así, se pierde vigencia.

¿Cómo empezó el camino en la composición?

-A los nueve años y en contra de la voluntad de mi familia. Nací en La Jagua del Pilar y el músico y poeta era mi abuelo que estaba en San Juan del Cesar, creo que de allí surge esa vena, para entonces le hice una canción a mi mamá y me fui metiendo, le di unas canciones a Daniel Celedón, después a Adaníes Díaz y a mi compadre Beto Zabaleta hasta entrar en este espiral del que no he salido.

¿Cuántas canciones tienes y cuál fue la primera grabada?

-‘Traición’, grabada por Daniel Celedón. Y tengo alrededor de 310 canciones, porque hubo una época en que si volaba una mosca le hacía una, lo mismo si una mujer me torcía los ojos, era una fiebre que hoy registro como balance positivo que me salvó de tentaciones de la juventud, aunque no me alejó del licor, porque en el mundo vallenato y la parranda es inherente. Lea además: La curiosa historia tras el clásico vallenato Momentos de amor

¿Quién es el cantante que más ha grabado tus obras?

-Mi compadre Beto Zabaleta. Con él hice una amistad que se ha prolongado en el tiempo, somos compadres por partida doble, le bauticé a su hijo Édgar Alfredo, quien ya es un artista consolidado, y él me honró bautizando a mi hija Valentina. Esa cercanía permitió que hiciéramos un ejercicio exitoso haciendo talleres informales siempre en beneficio de la obra.

¿Cómo defines el vallenato?

-Para mí es la expresión musicalizada de un pueblo, enmarcada en una propuesta auténtica, autóctona, esquemática y elemental de caja, guacharaca y acordeón, que transmite las vivencias de esa región y que al final termina siendo una especie de cofradía.

¿Has experimentado épocas productivas y de receso?

-Cuando había grabado alrededor de 35 obras sentí que ya había hecho todo, pero después, como ese juicio no correspondía a mi capacidad real, un día volví a entrar en la ruta creativa y superé ese episodio.

Asumes la Presidencia de Sayco, ¿cómo defines este compromiso?

-Es la continuidad de un compromiso que adquirí sin proponérmelo; era miembro de la junta directiva de Sayco y hacía el ejercicio normal, pero hubo unos funcionarios de la Dirección Nacional de Derechos de Autor con extralimitaciones que me incitaron a defenderme, convencido de que hago lo que corresponde, con un umbral de respeto por la actividad de los colegas. En este periplo me propongo adelantar un tema de concientización apuntando a que las diferencias se traten con racionalidad, diciéndoles a los gremios que el derecho de autor es el pago por el uso de la propiedad privada que representan las obras.

¿Qué significan para ti estas canciones?

‘Ausencia sentimental’: Es una obra que me legitimó en la actividad vernácula de los festivales, además de irrumpir como éxito comercial.

‘Señora’: Para mi recorrido significa mucho porque tuvo trascendencia nacional, se volvió clásico a pesar de que el mensaje que lleva no me enorgullece.

‘Benditos versos’: Tiene una metáfora que no sé cómo se me ocurrió y que nadie más la ha tocado. Es una obra romántica, descriptiva y protesta, algo que no resulta fácil de incluir en un vallenato de tres minutos.

‘Bendito diciembre’: En ese mes me da una nostalgia extraña. En un momento de esos que ves una trinitaria opaca, me salió esta canción. Para entonces había salido un álbum de Los Betos y una vecina del pueblo levantaba el brazo del tocadiscos y se “volaba” el tema mío, eso me dolió y al día siguiente hice esa obra que es una semblanza de diciembre.

‘Desenlace’: Es una realidad a la que después le pongo ficción. Hay varios ingredientes en medio de la idiosincrasia guajira y traslada a ese entorno, tiene universalidad.

‘Simulación’: Es una obra que narra una vivencia personal con una niña con genes costeños pero nacida en Bucaramanga y como he sido un compositor enamorado de la naturaleza, nombro la Vela del Marquezote, la cascada que identifica a mi pueblo La Jagua del Pilar, convirtiendo la canción en un símbolo de la región, porque además fue grabada por el gran Diomedes Díaz.

¿Cómo es una parranda con Rafa Manjarrez?

-Normal. Me mimetizo y entre más familiaridad haya en el lugar, lo disfruto más, canto y lo hago con gusto. La parranda propicia la amistad, no debe desaparecer.

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