En medio de la incertidumbre que anda suelta de madrina por el planeta, David Ricardo Pareja Hernández ha decidido abrazar una certeza: trabajará de sol a sol mientras tenga fuerzas porque quiere, puede y necesita salir adelante y, lo que es aún más importante, se ha propuesto sacar adelante a su familia.
¿Que las cosas se han puesto difíciles?, sí. ¿Que nadie sabe cuánto durará la pandemia?, también. ¡Es que mucha gente ha perdido su trabajo!, verdad, y David es un ejemplo de ello. Es que nadie dijo que sería fácil: él es contador público de la Universidad de Cartagena, estaba trabajando con un equipo de contadores que labora para algunos hoteles de la ciudad, pero la ocupación hotelera ahorita mismo en la ciudad es del 2%; la economía ligada al turismo está contra las cuerdas por la crisis del COVID-19, razón por la cual muchos hoteles han cerrado y, la verdad, la gran verdad, es que no ha sido fácil. Para David tampoco lo ha sido pasar todo el día y todos los días recorriendo las calles de Cartagena en su oficio de domiciliario cuando sabe que el coronavirus está ahí y que solo bastaría un pequeño descuido... ya saben, no lavarse las manos o interactuar con un contagiado, etc... para contraer el virus y enfermarse. Y ni siquiera él mismo sabe si sus 33 años y el buen estado de salud del que suelen gozar los jóvenes lo salvarán de una complicación respiratoria. “Siento que esto nos ha puesto a prueba a todos, muy fuerte esto. Difícil. Gente enferma. Gente muriendo. Gente incrédula. Gente extrema al distanciamiento y otra no mucho. Sé del COVID lo que sale en las redes sociales y las noticias, pero he optado por salir a ganarme la vida y tener mucho cuidado. Por eso también estoy un poco distanciado de mis seres queridos, casi no los visito”, me dice cuando le pregunto cómo se siente respecto a ser repartidor en medio de una crisis sanitaria que lleva tres meses largos en Colombia y más de 10 millones de contagiados en la Tierra.
David recibe pedidos de domicilios a través del número celular 317 6659050.//Foto: Luis Eduardo Herrán - El Universal.
El contador que sueña
David nació y pasó la mayor parte de su niñez en El Laguito, así como también en Almirante Colón, 13 de Junio y Manga; recorrió varias regiones del país gracias a que era buen jugador de ajedrez y tiene dos hermanas.
Lo de ser domiciliario es el último y solo uno de los trabajos de David. Él ha sido desde mototaxista hasta trabajador de discotecas y dice, entre risas, que comenzó a estudiar matemáticas en la Universidad de Cartagena pero apenas llegó hasta tercer semestre, porque una vida llena solo de números no es para todo el mundo. “Yo soy muy sociable”, agrega y ríe.
Luego de dejar los números puros y duros, trabajaría seis meses y encontraría su vocación en la Contaduría Pública, carrera que empezaría en 2007 y terminaría académicamente en 2012, pero de la que solo se graduaría hasta 2018 gracias a una actualización. Le tomó bastante tiempo obtener su título porque, precisamente, en plena carrera comenzó a trabajar y ya no podía invertir todo su tiempo y esfuerzo en las clases, así que se atrasó. “Y gracias a Dios estoy aquí, David Pareja, contador público, haciendo domicilios en ‘Vachirapy’”, me dice mientras se ríe a carcajadas del otro lado del teléfono en algún lado de Cartagena. Está en la calle, se oye la brisa y también los motores de las motos y de los carros y los pitos. “Acabo de llegar a Manga, estaba entregando un paquete. Estaba lloviendo y me refugié, pero ya salí otra vez”, me dirá después.
La foto de su perfil en WhatsApp reafirma las palabras de David: “Vachirapy. Domicilios seguros”, dice sobre un fondo naranjado y justo detrás de un muñequito con casco que parece ir a toda en una moto.
David y su hijo Joshua, de 4 años.//Foto: Cortesía.
¿Y cómo llegaste a ser domiciliario?
-Bueno, resulta que después de terminar mis prácticas y trabajar en una empresa de pollos, pasé por una crisis porque no conseguía trabajo y entonces tampoco tenía el título de contador; entonces empecé con una empresa de bordados y estampados, pero solo de comercialización porque yo no tenía un taller, sino que trabajaba en un taller... vendía gorras, suéteres, mugs, y, gracias a Dios eso me dio para sobrevivir un tiempo. Luego entré nuevamente al mundo de las discotecas, entonces ya tenía dos trabajos, las discotecas y los suéteres... En ese tiempo andaba algo que era chévere, ‘bachilao’ y había un grupo que se llamaba LH Bachilao, y no sé, me gustó el dicho, pero yo lo puse con v... así que decía “con suéter es más vachilao”, pero todo eso fue mermando.
Necesitaba graduarse, pero también subsistir, así que se compró una moto. Fue mototaxi. “Mis amigos y mi familia me decían que yo no era mototaxi, sino contador público, pero era mi forma de conseguir comida todos los días”, recuerda. En ese ir y venir de carreras y de conocer a muchas personas, la gente comenzó a pedirle que hiciera mandados y así empezó a convertirse de a poco en domiciliario. “Eso tiene rato, pero no lo había hecho con tanta fuerza hasta ahora”, aclara. Luego laboró en las islas, ya como contador. Después volvió a quedar sin trabajo y volvió a su moto y a trabajar, esta vez, como domiciliario de un puesto de comidas rápidas en Daniel Lemaitre. “Y vino la pandemia y gracias a Dios tengo mi motico, así que estoy haciendo mis domicilios”, remata.
David comenzó solo, pero ha conformado una red de nueve amigos que también hacen domicilios en “Vachirapy”. “Esto es como una red social de amigos a los que les ayudo con los domicilios. En cuestión de crisis, hay que buscar la mejor manera legal y que esté bien bajo los ojos de Dios para poder ganarse el pan de cada día”. Dice y vuelve a reír.
“Estoy viviendo en el segundo piso de la casa de mi abuela en Manga. Me acuesto a las 12, 1 o 2 de la madrugada, porque trabajo hasta las 12 en el puesto de comidas rápidas, así que me levanto un poco tarde. Siempre me llaman para hacer vueltas en las mañanas... ¿Qué tal que ‘Vachirapy’ se pegue y ahí sí busque para una aplicación y la página?”, sueña y me cuenta que intenta ir a ver regularmente a su hijo Yoshua, de 4 años (foto), y también a su mamá, cuando va a la casa de ella, cena en la terraza porque prefiere eso a pensar que puede contagiarla.
Ayudarse y ayudar
“También quise crear esto para ayudarles a algunos de mis amigos, les doy domicilios y ellos se rebuscan, no les cobro. De tanto andar en la moto ya me duele un poquito la espalda, pero no importa, le doy gracias a Dios porque todos los días gano algo, mi mamá y mi hermana me ayudan bastante, y yo le ayudo al que puedo”.
A David le gustaría retomar su carrera como contador por dos cosas: por el orgullo de sus padres y por los beneficios y las prestaciones de un trabajo formal. Seguro lo conseguirá, pero hasta entonces seguirá intentando cumplir todos los domicilios, aunque por estos días le pidan hasta eucalipto. Mientras tanto... “Así paso mis días, todos los días, ayudando, trabajando... ¡‘vachilao’!”.