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Carmen Alicia Caro y las gaitas de San Jacinto

El virus tocó y se llevó a una de las líderes, gestora y representante de la cultura montemariana. ¡Ay, Carmen Alicia, tómate el cielo a gaitas!

Carmen Alicia Caro se vino desde hace muchos años de su tierra, con la música de los Gaiteros de San Jacinto, del que se convirtió en guardiana temprana, e hizo pública la obra de un destacado pero desconocido artista sanjacintero: Alberto Contreras, cuya obra tiene una gran vigencia, más allá de su muerte. Alberto era camillero invisible que, después de trabajar en el Hospital Universitario de Cartagena, se dedicaba por su propia cuenta y riesgo a pintar mulatas bailadoras de cumbia y bullerengue y gaiteros de los Montes de María, y a pintar de memoria lo que había visto y lo que había sentido como habitante de las tierras montemarianas. Alberto era de pocas palabras y Carmen Alicia terminó siendo además de su protector y guardián artístico, la representante de su arte, como lo ha sido en estos años con la nueva generación de Gaiteros de San Jacinto. Su serie de ‘Los asomados’, pinturas al óleo sobre tela y carboncillos, es un tesoro del arte en la región y el país. (Lea también: ¿Qué sería San Jacinto sin sus gaiteros?)

La suya ha sido una tarea noble, clandestina, ingrata, sin recompensas, porque meter la mano por los ancestros culturales de una región no siempre es comprendido. Fue una devoción y un destino misional, como el de los pastores que claman en el desierto. La casa de Carmen Alicia, sin ningún recurso del Estado, y sin ningún respaldo del Ministerio de Cultura, fue la casa cultural de los sanjancinteros o los montemarianos que no tenían donde bajarse, como bien decimos los sabaneros. No tener donde bajarse es como andar en el aire, suspendido, hasta poder posar el pie en una habitación de tierra o cemento. Y ella fue eso: una madre cultural que se desvivió pese a las ingratitudes de quienes creían que ella usufructuaba más de lo debido, y es que aún se cree que el que hace una misión cultural debe ser pobre y más pobre, y el trabajo cultural no ser remunerado de ninguna forma, ni simbólica ni mendigante. Así que ella puso su casa al servicio de los últimos gaiteros descendientes de Toño Fernández, Juan y José Lara y de Catalino Parra, que, no siendo de San Jacinto sino de Soplaviento, era parte de esa estirpe a la que él le agregó el sabor determinante de lo africano. Sin lo africano somos una estirpe desabrida, sin color ni sabor y sin sentido de nuestros orígenes.

Carmen Alicia se llevó a casa por conmiseración y sentido humanístico a más de un músico desamparado al que ella vio tocando para sobrevivir en la calle. Sin más recursos que una voluntad de a pie y una pasión por lo autóctono, Carmen Alicia sacó adelante contra viento y marea a sus hijos Cecil Tuirán Caro, Janeth Tuirán Caro, José Luis Tuirán Caro, con el mismo perrenque con que trabajaba con los gaiteros de San Jacinto en los últimos 25 años.

Su partida

La vida ha sido dura y despiadada con Carmen Alicia Caro, quien se nos ha ido en esta cuarentena luego de ser tocada por este virus mortal, ella que era hipertensa y con problemas de diabetes. Pero ella, como su familia, no está sola. No acababa de partir Carmen Alicia cuando su madre, Juana Ortega, también se fue tras ella, tras el descanso celestial que no encontraron en la tierra. Y Cecil, su hijo, ha estado hospitalizado también. Las familias están en duelo en actitud de orantes por la salud de Cecil y por la memoria de Carmen Alicia y Juana Ortega, que están ahora a la diestra del que todo lo sueña y todo lo puede, con solo soñarlo y con solo desearlo. (También le puede interesar: Fallece John Fuentes, integrante de los Gaiteros de San Jacinto)

Fallece John Fuentes, integrante de los Gaiteros de San Jacinto
Palabras de Janeth Tuirán

Los que conocieron a mi madre, Carmen Alicia Caro Ortega, saben que fue una mujer llena de luz, fuerza, que tejió con cada de nosotros una serena y sabia lección de fe, amor y esperanza. De los labios de mi madre solo salían palabras dulces, porque dulzura había en su alma para todo el que trataba. Era capaz de cantarte algo hermoso y no guardaba rencores para nadie. ¡Si te amaba, lo decía sin más ni más! En una ocasión me dijo: “Si te caes no mires a tu alrededor. ¡Sacúdete, levántate y avanza!”. Nunca se daba por vencida. Ella lograba lo que se proponía. Recuerdo que desde niña en mi casa llegaban familiares que nadie sabía quiénes eran. Pero ella con un infinito corazón les tendía la mano y compartía lo que tenía, su arroz, su techo, y los ayudaba a que estudiaran, brindándoles su cariño y su hospitalidad. Fue líder innata desde niña. Vendía pasteles para llevar alimento a su casa. Y se convirtió en comerciante de todo, de sal y de cal, ferreterías, perfumes, joyas, instrumentos, artesanías, etc, y decidió organizar a los Gaiteros de San Jacinto, al grupo de herederos, para que siguieran adelante. Logró, a pesar de su poca experiencia, el reconocimiento nacional e internacional de los músicos que representaba.

...La veía tan fuerte, sabia, independientemente, autosuficiente que nunca pensé en perderla tan pronto. Solo era llamarla a cualquier hora para que me socorriera. Me conocía tanto que sin decirle nada en mi tono ya sabía que algo me pasaba. Sus consejos, sus sueños truncados, sus comidas exquisitas, me llamaba feliz a contarme que aprendió algo nuevo en la cocina. ¡Qué tristeza no volverte a ver, querida Má!

Tu cuerpo se fue, pero tu ser se queda conmigo por siempre. Duerme, mamita linda, extrañaré tanto tu voz diciéndome: ‘Mi niña bonita’.

Epílogo

En los últimos dos años, el grupo que representaba Carmen Alicia Caro se presentó en Cartagena, una primera vez en el Museo La Presentación en 2018, con el apoyo de Gerald Gasmann y su Círculo de Amistad Colombo Alemana, y volvió a presentarse en diciembre en 2019 con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española y también con el apoyo de Gerald Gassmann, que, además, promovió el documental ‘Te lleva el diablo’, sobre los Gaiteros de San Jacinto, dirigido por David Covo.

Carmen Alicia Caro seguirá viva en el vivo tesoro de sus palabras y sus sueños. Y en esa gaita que suena y en las zafras cantadas y las décimas de Juan Chuchita, cuyos cantos ancestrales no solo nos alegran el alma, sino que vencen todos los duelos y espantan a la misma muerte.

¡Ay, Carmen Alicia, tómate ese cielo a gaitas!

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