Fanuel Hanán Díaz es un escritor y editor venezolano que acaba de ganar en Colombia, junto a Elizabeth Molina Orozco y Jaime Hernán Cortés, I Premio Nacional de Literatura Infantil “Pedrito Botero”, promovido por el artista Fernando Botero para recordar el nombre de su niño trágicamente fallecido: Pedrito Botero. (Lea aquí: Este es el cuento ganador del Premio ‘Pedrito Botero’ 2021)
¿Cómo nace esta historia del niño migrante venezolano, que gana el I Premio de Literatura Infantil Pedrito Botero 2021?
-Siempre tuve la necesidad de contar la voz invisible de los niños migrantes que emprenden un viaje largo, interminable y lleno de privaciones hacia un destino incierto. La oleada de migrantes venezolanos que desde el año 2018 ha impactado en la región involucra un perfil particular de desplazados. Personas que vienen golpeadas por el hambre, más que la violencia, que no tienen dinero siquiera para pagarse un autobús, y tras caminar días y semanas cruzan el país y llegan a Ecuador, a Perú, a Chile o Argentina. Muchas veces reciben el apodo de “caminantes”. Cuando uno viaja de Bogotá a Ibagué o de Cali a Pasto, los puede ver, en fila, arropados con cobijas, como fantasmas cubiertos por la neblina en la mañana. A mí me han quedado muchas imágenes en la retina que seguro han sido el alimento silencioso de esta historia. Especialmente porque en esos grupos siempre hay niños, muchos niños. Y yo siempre me pregunto, qué pensará un niño que está en medio del camino yendo hacia un lugar desconocido, que camina al borde de la carretera con su casa en una mochila, sus recuerdos... También a esto le sumé mi propia experiencia como migrante, yo me vine a Bogotá, con dos maletas, solo, sin saber qué podía encontrar aquí. Yo vine en avión, en el 2014, antes de esta marejada de migrantes que sorprendió al mundo, pero el sentimiento de desarraigo es el mismo. Uno siempre vive el duelo de no tener un país.
Fanuel Hanán Díaz.
¿Qué nuevos aspectos descubrió al escribir sobre el drama de los migrantes venezolanos?
-Investigué para ver distintas caras de una misma situación. Lo que significa el migrante como amenaza, las razones por las que muchos venezolanos están migrando, las condiciones extremas en las que viajan, detalles como tener que ponerse cartón en los zapatos porque ya se tienen las suelas destrozadas, cómo se siente uno cuando está al margen, los gestos de solidaridad y generosidad que conmueven hasta las lágrimas... porque en estos dramas siempre hablamos desde el lado morboso, pero hay mucha luz en el ser humano que se irradia también: desde las personas que ofrecen alojamiento y un plato de comida caliente o aquellos que se paran para darle un aventón a una familia que lleva un bebé en brazos. Este proceso de escribir esta historia ha implicado también un trabajo interno, como escritor uno también lame algunas de sus heridas, algunos sentimientos y recuerdos afloran. Escribir esta historia fue un proceso duro emocionalmente. El reto de escribir para niños me parece tan difícil. Se sortean todos los vicios que a veces se cuelan en esta literatura, como los estereotipos, la descripción innecesaria de cargas emocionales, el uso de un lenguaje artificial... Creo que el mayor reto ha sido el de ponerse en la piel del personaje de ficción. ¿Qué cosas podrían llamar la atención a un niño migrante en su camino? ¿Qué pensamientos asaltarían su mente allí, en esa soledad inmensa de caminar en silencio por horas, por días? ¿Qué puede significar para ellos dejar sus raíces atrás, sus amigos, su casa? Es todo un mar de cosas que escapan a la compresión lógica y empiezan a cobrar sentido en lo simbólico. A veces, lo más difícil es darle forma a lo que es difícil de nombrar. (Lea aquí: Fernando Botero impulsa la literatura infantil en Colombia)
¿Qué autores abordan esta temática en el género infantil?
-Sí, efectivamente la migración es un fenómeno global. Y seguirá siendo un tema preocupante en el futuro. Ahora vemos el drama venezolano porque está fresco, incluso con situaciones que son realmente deplorables, como los eventos en Iquique recientemente o en Ecuador, cuyas fotos muestran fogatas donde se han lazado la ropa, los colchones y hasta los juguetes de venezolanos que están en refugios. Algo así como las quemas de libros prohibidos o la noche de los cristales rotos. No hemos aprendido nada por los eventos del pasado y por eso es necesaria la literatura. La literatura tiene el maravilloso don de consolidar la empatía, por eso creo que es tan necesario escribir sobre este tema, que despunta en la literatura infantil latinoamericana. Hay muchos libros sobre migración, como ‘La Isla’, de Armin Greder; ‘Papá está en la Atlántida’, de Javier Malipica, o ‘Migrar’, de José Manuel Mateo, y sigue siendo un tema fundamental en libros para niños como ‘Mexique’, de María José Ferrada, o ‘Antonia va al río’, de Dipacho. El drama de migrar ha acompañado al ser humano en su historia, y muchas son las razones por las que uno decide dejar su casa, sus pertenencias. Las predicciones de los cambios climáticos traerán nuevos desplazamientos, de hecho se cree que muchas personas de África comenzarán a venir a América Latina; los habitantes de tierras bajas buscarán moverse a tierras altas por las inundaciones, además la violencia, los cambios de gobierno, la inestabilidad económica y las guerras que seguirán salpicando el mapa social y humano moverán el desplazamiento forzado. Más allá de que pueda ser considerado un tema de “moda”, las formas de migración ofrecen oportunidades para retratar la naturaleza humana y ayudar a sembrar la esperanza.
¿Cómo manejó el habla y jerga popular de Venezuela en la voz de los niños?
-El cuento se llama “Hemos llegado a Berlín”, es una forma de hacer que el lenguaje tenga un valor protagónico porque Berlín es el nombre del páramo que tienen que cruzar de forma obligada los migrantes. Y a esta altura que supera los 4 mil metros, muchos mueren de hipotermia, no vienen apertrechados con sus trajes del Caribe para estas temperaturas. Berlín es un nombre desconocido para el protagonista, es una marca de la nueva realidad que tiene que vivir. Y para este chico este detalle es significativo, de hecho se fija en algún momento es los nombres de los lugares que están en una señal, y él recuerda otros nombres de ciudades de Venezuela, como Táchira o Valencia. En un momento de la historia, él cuenta que algunas personas les comparten agua y “papelón”, que es la palabra como se conoce la panela en Venezuela. Quise dejar esta papelón porque así es como el chico conoce a este alimento, que es lo que comen en el camino porque es muy barato y da energía. Escribir literatura infantil tiene un reto muy afilado, que es manejar el lenguaje. Hay imágenes que son tan puras porque se trabaja con palabras esenciales, como ver las estrellas caminando en el cielo, que es como él protagonista proyecta su propio paso por la tierra. En general, en la historia solo hay pequeñas intervenciones del lenguaje local para no volver a mi protagonista tan particular, pues su propio drama, el de sentirse desarraigado, es universal.
¿Qué libros infantiles leídos en su infancia han vuelto a encantarlo?
-Me encanta esta pregunta porque me refresca mis lecturas y mis relecturas. Hay libros que son inagotables, como los clásicos. Fui un gran lector de clásicos, como ‘La isla del tesoro’ que siempre me ata al protagonista; ‘El señor de los anillos’ que siempre me deslumbra; ‘Pinocho’ que siempre me recuerda el amor inagotable de un padre por su hijo; ‘La llamada de lo salvaje’ que me causa la misma emoción y conmiseración o ‘Viaje al centro de la Tierra’ que me promete un viaje muy agitado a pesar de que ya lo haya hecho. Otras lecturas de infancia que siempre me mueven, aunque ahora las veo con otros ojos son ‘Corazón’, de Edmundo D´Amicis, y ‘Oliver Twist’, un personaje demasiado desvergonzado como uno quisiera ser también. En el fondo todos estos libros que tienen chicos como protagonistas pertenecen a un categoría especial de obras que logran que uno como lector se pueda identificar. Eso es sorprendente.
Considero que otras lecturas fundamentales son ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ y ‘Las Brujas’, de Roald Dahl, y ‘Un puente hasta Terabithia’, de Katherine Paterson, por eso creo en el humor y en la magia en la literatura. También leí a Martí, a Aquiles Nazoa (todo lo de Nazoa me vuelve a encantar siempre) y poesía suelta de Federico García Lorca, Pablo Neruda o María Elena Walsh, eran mis lecturas de infancia que hoy releo con el mismo deleite.
Algo de él mismo resuena en lo más profundo de su ser al escribir este cuento de niños migrantes venezolanos. Es el duelo terrible de no tener país, ha expresado Fanuel con la voz quebrada.
Con esta historia de supremo dolor y ternura que se abre como una flor en la palma de la mano, Fanuel nos comparte su encanto para contar historias y nos devuelve como un milagro la sonrisa perpetua de Pedrito Botero cabalgando para siempre en su caballito de madera, en la pintura de su padre.
Fanuel Hanán Díaz es Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello y Magister Scienciarum en Ciencias y Artes Aplicadas. Coordinó el departamento de Selección de Libros para Niños y jóvenes del Banco del Libro y dirigió la revista Parapara. Ha dictado conferencias y talleres en diferentes países latinoamericanos y en universidades de Europa (Glasgow, Tübingen, Universidad de Bolonia, Universidad de Aveiro, Universidad de Gdansk, Universidad de Vilnius, Universidad Castilla-La Mancha y Universidad de Estocolmo).
En dos oportunidades ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil en Venezuela. Autor del ensayo ‘Leer y mirar el libro álbum; ¿un género en construcción?’ (Norma, 2007) y autor de libros de información para niños. Teórico e investigador en literatura infantil. Profesor invitado en el máster Gretel de Literatura Infantil y autor y profesor del curso virtual de Escritura Creativa del CERLALC. Recibió la beca de la Internationale jugendbibliothek (Munich) para desarrollar investigaciones sobre procesos de impresión en libros antiguos para niños.
Editor de la revista Barataria de Literatura Infantil latinoamericana, auspiciada por el Grupo Editorial Norma. Invitado como coautor del libro para la celebración de los 50 años de la Feria de libros para Niños de Bolonia y seleccionado como miembro del Jurado del prestigiosos premio Hans Christian Andersen y del Jurado del Bologna Raggazi. Participó en el programa de Fellowship de la Feria del Libro Infantil de Shanghai y fue invitado como conferencista al Reading Festival de Beijing.