<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

¿Cómo se siente abortar? Tres mujeres en Cartagena nos contaron su historia

Se sometieron a un aborto, cada una por diferentes motivos y circunstancias. Antes de suponer, conoce lo que tienen para contar.

Estoy a dos meses de graduarme para obtener mi título profesional. Aunque me gano un salario mínimo mensual estoy pensando en tener un bebé, quizá cuando me gradúe consiga un empleo que me permita darle una vida digna a mi hijo, pero no estoy segura de que sea tan fácil hallarlo, pues llevo un tiempo enviando hojas de vida a otras empresas sin éxito alguno. Lea aquí: Minsalud publica reglamentación para garantizar el acceso al aborto

Al menos no sería madre soltera, mi novio podría solventar los gastos que requiera, aun así me da miedo ser mantenida aunque sea sólo por un tiempo, pues eso le puede hacer creer que tiene algún poder sobre mí, después de todo aún no llevo mucho tiempo con él.

En fin, parece que no es el momento, creo que aún no estoy preparada para ser madre... pero la prueba de embarazo acaba de marcar “positivo” y todas las razones por las que no debería tener un hijo ahora, las cuales mencioné hace un momento, están rondando en mi cabeza.

“Julieta*, ¿qué quieres que hagamos?”, tuvo la delicadeza de preguntarme mi pareja. Yo lo tenía claro, por más que mi corazón anhele un hijo, lamentablemente no cuento con la estabilidad suficiente para darle lo que se merece.

Podría decir que al decidir no tenerlo estoy escuchando a mi cerebro y no a mi corazón, pero no quiero que usted, querido lector, me pregunte dónde tenía la cabeza al momento de no cuidarme y por qué no la escuché en ese entonces, porque no tendría respuesta ante tal juicio. Lea también: Niñas menores de 14 años podrán abortar sin la autorización de sus padres

Entonces, en lugar de intentar justificarme e iniciar un debate de si está bien o está mal, le contaré mi historia y me arriesgaré a recibir su dictamen, pero antes de lanzarlo, conozca también la de otras dos mujeres que, al igual que yo, se sometieron a un aborto.

La determinación de Julieta

Llamé a Alexandra*, una amiga que jamás me juzgaría, y me acompañó a un centro médico de Cartagena, el cual es famoso por practicar abortos.

El 21 de febrero de 2022 la Corte Constitucional de Colombia despenalizó el aborto hasta la semana 24 de gestación, respondiendo a la demanda del movimiento Causa Justa.

Entramos y luego de varias horas de espera pasé a consulta con un médico, quien antes de recetarme las cinco píldoras para interrumpir mi embarazo, se aseguró de que me colocaran un implante subdérmico en el brazo, método anticonceptivo que me ayudaría a no tener que pasar por esta situación una segunda vez. Le puede interesar: Un año de la despenalización del aborto: 3 de cada 10 mujeres enfrentan barreras

Al cierre de esta edición impresa ya habían pasado 24 horas desde que me tomé la primera pastilla, la cual detiene el crecimiento del feto, mi único síntoma hasta el momento era sangrado, y aunque en cada mujer es diferente, mi amiga Alexandra podría explicar mejor cómo es este método abortivo, no sin antes decirles que aunque ha sido un proceso emocionalmente complicado, no me arrepiento de mi decisión.

La sororidad de Alexandra

Cuando Julieta me contó que estaba decidida a abortar, no pude evitar recordar diciembre del año pasado. No habían pasado ni tres meses desde mi diagnóstico de endometriosis —enfermedad caracterizada por el crecimiento, fuera del útero, de un tejido similar al revestimiento del útero— cuando me di cuenta que estaba embarazada.

Se siente como el dolor menstrual pero multiplicado por 10, las contracciones son muy fuertes. El dolor me hacía temblar, tuve que tomarme dos ibuprofeno de 400 miligramos y me inyectaron una ampolla de diclofenaco, que fue lo que finalmente calmó el dolor, pero después me dio fiebre en 40°. (...) Al día siguiente tenía sangrado pero ya me sentía mucho mejor”.

Julieta

Fue un shock muy grande para mí, pues cuando me diagnosticaron esta condición yo asistí al médico precisamente porque no sentía los hilos de mi Dispositivo IntraUterino (DIU). Cuando me realizaron una ecografía transvaginal se percataron de mi patología que tiene como consecuencia infertilidad, entre otras cosas. Siga leyendo: En Mi Voz Confío: católicas trabajan por los derechos sexuales y reproductivos

Aun así, empecé a usar preservativo con mi pareja en aquel entonces, pese a que mis posibilidades de concebir eran muy bajas... bajas pero no nulas, al parecer, el preservativo se había roto.

Esperaba un hijo y quien sería el papá no se iba a hacer cargo; tenía dos opciones: continuar mi embarazo de alto riesgo, dada la enfermedad que padezco, o interrumpir la gestación.

Hay dos tipos de aborto inducido: aborto con medicamentos o químico y aborto quirúrgico o legrado (por aspiración, dilatación y curetaje, dilatación y evacuación, entre otros).

Más allá de los motivos mencionados, mi carrera de artista escénica también me impulsó a elegir la segunda opción, pues me encontraba en medio de la realización de mi proyecto de grado, el cual requiere demasiada movilidad física para una embarazada de alto riesgo.

Me recetaron la misma pastilla que a Julieta y 48 horas después puse otras cuatro bajo mi lengua, a la media hora empezaron las náuseas y la diarrea. Al cabo de una hora tuve fiebre y empezaron los cólicos, los más intensos que he sentido en mi vida. Cuando ya habían pasado dos horas, a eso de las 5 de la tarde, empecé a sangrar. Le recomendamos leer: El recurso de nulidad que busca dejar sin efecto el fallo sobre aborto

Cada dos horas y media tenía que cambiarme la compresa, y en dos ocasiones expulsé dos coágulos del tamaño del puño de un niño de 10 años, sin exagerar... fue muy doloroso. El sangrado abundante no se detuvo hasta la medianoche y los días siguientes se convirtió en un flujo similar al de la menstruación, hasta que desapareció. Ya todo había terminado.

Desde entonces tengo sueños recurrentes, en ellos aparece un niño al cual sostengo en brazos, y al despertar en la confusión de la madrugada pienso en cómo habrían sido las cosas si hubiese escogido la primera opción... pero al salir de aquel trance recuerdo que fue la decisión más sensata, y aunque a veces lo cuestiono, sé que llegará el día en que no me quede ninguna duda de ello. Mientras tanto, desde mi labor de trabajadora social me dedico a orientar a aquellas mujeres que les ha tocado vivir lo mismo que a Julieta y a mí. Lea: Gobierno pide anular fallo que despenalizó el aborto hasta la semana 24

El infortunio de Libia*

Si bien no conozco a Julieta ni a Alexandra no juzgo su decisión, pues en 2016 estuve a punto de tomar la misma. A mis 35 años, ya con dos hijas grandes, descubrí que estaba embarazada otra vez, pese a que me cuidaba con ampollas.

El instinto maternal no tardó en despertar en mí nuevamente... hoy mi niña tiene seis años y ha sido una de las mayores bendiciones de mi vida.

Pero no puedo decir lo mismo de Jael, pues antes de poder conocer su rostro tuve que decirle adiós por un problema de coagulación de la sangre que padezco.

18%
fue el aumento de interrupciones de embarazo legales y seguras en Colombia tras la despenalización, según cifras de Profamilia a corte de septiembre 2022.

En esa ocasión, a mis 40 años, y con una pareja estable, estaba decidida a ser mamá una vez más. Pero esta idea se esfumó cuando el especialista me dijo que no podía tener al bebé, pues lo más probable es que no sobreviviera hasta el final del proceso. Aquellas palabras me llegaron directo al corazón como puñales, me negué a aceptarlo y llanto tras llanto pasaron dos meses, luego de asimilar que en mis lágrimas no hallaría otra alternativa, entré al quirófano.

Me acosté en la camilla, mi miedo, culpa y remordimiento me acompañaban. Recuerdo que la anestesia no me hizo ningún efecto, pues el dolor que sentí en aquellos 20 minutos, los más largos de mi vida, es indescriptible. Me estaban haciendo un legrado por aspiración, y logré sentir cómo iban vaciando mi útero, dejándome además un vacío en el alma que al paso de dos años nada ha sido capaz de llenar. En aquel quirófano se quedó una parte de mí que jamás recuperaré, a cambio, regresé a casa con esa carga que muchos llaman depresión, la cual he intentado alivianar con la compañía de mis tres hijas.

Una de las banderas que se alzarán este 8 de marzo, conocido como 8M por el colectivo feminista, es la del aborto, y más allá de si esperan que sea libre, seguro y gratuito, se trata de que alrededor de él no haya prejuicios, porque aunque hoy conocemos la historia y los motivos de tres mujeres, ignoramos los de otras miles que se han sometido a este procedimiento y las que lo harán en el futuro, las de esas mujeres que esperan contar su historia igual que Julieta, Alexandra y Libia, pero sin tener que ocultar sus identidades para evitar ser juzgadas.

*Se cambiaron los nombres de las fuentes para proteger sus identidades.

Más noticias