"Eres mi amante, mi dicha y sólo espero regresar pronto, para volver a consumar el amor en nuestros cuerpos”. Frases de este tipo de seguro empotrarán los puertos de mundo, incluso los de la bella Cartagena, porque marinero que se respete tiene un amor en cada puerto. Esta última es más que una afirmación que, a bordo del Sail Cartagena 2014, se confirmó. Algunos de los tripulantes de los diferentes buques llegaron a esta ciudad cálida, no solo a representar a su país y gozar de la celebración, también acudieron para cumplir el deseo de todo marinero: pisar tierra, con el fin de acabar con el verano tan libidinoso en el que están sumidos en altamar.
La marina data desde 1537, es decir desde esa época se conocen anécdotas de enamoramiento y posterior abandono, por parte de los tripulantes de estas organizaciones que refuerzan el armamento naval de sus países. Más de una promesa se esfuma en el mar incierto en el que se ve partir a estos hombres con muy buena forma y además fogueados en el arte de la conquista. A una o quizá a varias cartageneras no se les hizo difícil encontrar un par de ojos encantadores, revestidos de blanco y negro. Esta semana de mayo ha sido la más aclamada del verano, por su prontuario y por el significado que sus principales personajes le hayan podido dar.
La verdad es muy lícito contar las historias que han vivido de puerto en puerto estos hombres de patria, que navegan sin parar representando a sus naciones, con el único fin de dejarlas en alto.
En entrevista con El Universal algunos cadetes soltaron la lengua y contaron más de una travesura hecha al atracar en tierra firme.
“Si te vi, no me acuerdo”
Ernesto Fanta, de 24 años, es un apuesto cadete oriundo de Chile, que encandila con sus ojos miel a un grupo de jóvenes que quieren tomarse fotos con él. El joven que visitó por primera vez Cartagena, contó que al llegar al puerto de San Pablo de Manta, Ecuador, vivió una loca relación con una bella mulata de nombre Lorena. Ella se dejó seducir la primera noche por este galán austral (las escapadas, los besos apasionados y las agarradas lujuriosas solo fueron el principio). Él cadete que asegura que todo lo que hicieron fue de mutuo acuerdo y que en ningún momento pactaron continuar con un romance, también indicó que al momento de levar anclas la ilusión se apagó, pues la hora de rendir cuentas a Lorena había llegado. Este rubio chileno afirma que volteó la cara al sentir que su romance de fachada estaba al descubierto y solo le dijo a su amada de turno de la manera más cínica, “si te vi, no me acuerdo”.
Nunca la olvidaré...
Eso es lo primero que dice el cadete Juan Eduardo Torres, cuando se refiere a un amor que dejó en el puerto del Callao, en Perú. Nunca dijo su nombre pero es mas que evidente que la historia si pasó, por la forma en que este intrépido baja la mirada y se ríe con mucha complicidad, al contar aquel recuerdo, cuando esta mujer misteriosa le dio un beso en la mejilla y lo dejó prendado para siempre. En este caso la fémina en cuestión fue quien jugó con sus sentimientos, pues, él estuvo a punto de dejarlo todo por ella. Solo un par de noches bastaron para adentrar a este hombre de 25 años en las artes amatorias, de las que por lo visto esta incauta es toda una aventajada. A Juan Eduardo no lo dejaron jugar, es más jugaron con él, porque al final de este idilio amoroso a él fue al que le dijeron que se trataba de algo fugaz y que para su desgracia ya había llegado a su fin.
¡Eres el mejor en la cama!
La seguridad para garantizar un buen desempeño en la cama la tiene el cadete Omar Moreno. Este joven, al parecer muy eficiente a la hora de conquistar, es un mexicano portador de una sonrisa de dientes descarrilados. Moreno, de 20 años, revive la historia de sus travesuras en el acalorado puerto de Cartagena donde al salir de su Buque, el Cuauhtémoc, vio la luz al final de la calle del Arsenal. Cuenta en su acento cantado que conoció a Sandra por los tejemanejes que le hizo hacer en la cama y en la pista de baile. El ‘manito’ afirmó que la costeña le dijo que “para ser tan joven era muy bueno en la cama” y eso sin lugar a dudas lo enamoró, solo que al llegar la noche previa al zarpe, la desilusión los embargaría a ambos, pues la hora de partir estaba más cerca que nunca. Lo grato de esta loca aventura es que aquí si hubo promesa y solo el tiempo mostrará si llegará a cumplirse.
Todas estas hazañas reúnen las características para que de ahora en adelante no se considere una fantasía que los cadetes de la naval, tienen un amor en cada puerto. Claro está que toda historia tiene su excepción y en este caso son los miembros de esta fuerza navegante, que de la manera más admirable confiesan que están casados y que este tipo de anécdotas no las tienen en su vida. Así como en todos estos relatos, es justo decir que debe ser el tiempo en altamar y sobretodo en tierra firme el que dictamine toda idea de amor de isla y pasiones furtivas de las que está cargada la vida en la marina.