<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

Fabián Sanabria: El tramoyero

Reconoce que es un intelectual afrancesado entre profundas dosis de humor e ironía.
Fabián Sanabria es el director de Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), y sostiene, al igual que el escritor Fernando Vallejo, que Colombia es un país sin remedio en donde impera la cultura del atajo y de la “tramoya”.
En Cartagena estuvo promocionando su segunda novela ‘¿Profesor?’, secuela, o quizá precuela, de ‘El Tramoyero’, su primera obra en la que abordó el sinsentido de los modos y maneras de afrontar, a su juicio, la colombianidad. También admitió estar pasando unos días de luto en el Caribe colombiano, pues tuvo que “dormir” a su gato Gaucho (se pronuncia Gocho), quien ha inspirado la que será su tercera novela que se titulará Gaucherías.
Este antropólogo y doctor en sociología, docente de la Universidad Nacional (UN), fue el protagonista de una entrevista muy divertida en la que a pesar del pesimismo por el panorama político nacional y local, hubo tiempo para reírse de lo inevitable.

Hablemos de los tramoyeros, término que da título a su primera novela.
- Es que todos somos tramoyeros. En Colombia no podemos ser sino tramoyeros. Lo que propongo es reconocer el tramoyero que llevamos dentro. Al embaucador, al culebrero, al embustero, el personaje de los atajos, de la tajada, de la mordida. Lo digo con el proceso de paz muy claramente: es tratar de exorcizar al paraco y al traqueto que llevamos dentro.
Solamente en la medida en que dejemos de decir que los buenos somos más y que los malos son otros, ese tramoyero se vuelve tramoyista. El tramoyero es el chino del centro de alta tecnología al que le llevas tu computador y que te pega todo con babas, un embaucador. El tramoyista es un ilusionista responsable, alguien que te embauca pero no con babas, porque la vida es una ficción. Creo que por lo menos se puede tumbar menos al otro y sobre todo se puede tumbar uno menos a sí mismo.

Entendido. Y la novela…;
- La novela es la historia de dos amigos. Uno de ellos es una especie de Don Juan que se la pasa seduciendo letras y cuando las tiene, las deja botadas. Pero con las letras que mejor se siente es con las vocales de su género. El tramoyero es H, y las consonantes generalmente son letras a las que abandona cuando las posee.

Y hablando de tramoyeros habría que hablar de políticos, que por cierto en menos de una semana hay elecciones en Cartagena.
- Sí, los políticos son particularmente tramoyeros. Lo estaba comentando por Twitter con Óscar Collazos. Ojalá el día de las votaciones ocurra como en el Ensayo de la Lucidez de Saramago, que sea un día que llueva y llueva y relampaguee…; y ojalá que los cartageneros votaran en blanco. Es un poco utópico, no es fácil. Y sí que son tramoyeros y tramoyeras, aquí el género entra.
Una de las cosas más desgraciadas de Colombia es ser tramoyero sin reconocerlo, y sobre todos hacerse pasar por bueno, honesto, recto, inmaculado, transparente, y ser un embaucador. Es muy importante reconocer el tramoyero que llevamos dentro, solamente cuando lo háganse este país medio se reconcilia consigo mismo.

Pasemos a su segunda novela que la titula ‘Profesor’ pero con signos de interrogación…;
- Sí, porque uno no enseña un carajo. Es una historia doble. Una parte a color, y una historia ‘b’ en blanco y negro.
La primera es la reconstrucción de mi vida desde los cuatreo años que empecé a jugar a ser profesor, y ya estoy aburrido de ese juego porque la burocracia, las competencias y esas vainas ya no lo permiten.
La otra es la historia en presente del día a día a color. Estoy en una clínica en Cuidados Intensivos, en coma inducido. Concluyo que los médicos no curan y que los profesores no enseñamos. Al mismo tiempo (la novela) es un homenaje a mis maestros (de la UN). Pasan figuras muy representativas camufladas con el seudónimo a otros no le cambio el nombre porque ellos mismos ya son un personaje.

¿Y si no quiere ser más profesor qué quiere ser?
- Escritor. Dedicarme de lleno. Aunque uno no deja de ser lo que es. De hecho me fascina enseñar en el sentido del juego de enseñar. Pienso que me la juego toda, tanto que no me la tomo tan enserio…;

Hablemos de la novela que está escribiendo ahora: Gaucherías.
- Va a ser una novela escrita en Twitter. Son 366 tweets. Esa es la escritura y va a estar ilustrado con dibujos y con fotografías. Es una novela para niños pero va a ser la más política y la más escandalosa. Va a ser sobre pederastia, y va a ser un homenaje a contrario a una senadora que dicen que murió de cáncer de cuello uterino y dicen que es la reencarnación de la Madre Laura. Tiene que ver con masturbación, sadomasoquismo y eutanasia. Es con un gato.

¿Si es para niños tendrá que camuflar muy bien esos conceptos, escamotearlos o no?
- No. Es que no hay ningún problema. Tú le puedes dar la muerte a un gato, el gato se puede masturbar contigo, el gato puede ser el sustituto de un niño, y la relación que tú tienes con un gato es absolutamente sadomasoquista. Es dependiente, celosa y aterradora. No es nada escandaloso pero es para niños.

¿Qué fue lo que pasó con su gato Gaucho?
- Me tocó ponerle una inyección porque estaba muy malito. Entre otras me siento como de duelo por mi gato. Cartagena debería ser como Roma, debería ser una ciudad donde los cartageneros paguen impuestos para mantener a los gatos.

En su canal de YouTube, en donde usted cuelga videos sobre comentarios u opiniones de temas varios, hay casi siempre pesimismo por la realidad nacional…;
- Comparto ese principio común con Fernando Vallejo. Pero al mismo tiempo del horror y la desgracia de ser colombiano…; al mismo tiempo uno no se aburre aquí y reconozco que este país es enormemente rico, jugoso, sabroso. Lo que pasa es que la ricura se ha canalizado para el atajo, para la tramoya. El problema es que en Colombia no llamamos las cosas por su nombre y hacemos eufemismos todo el tiempo, y decimos que estamos en el país más feliz del mundo cuando en Nelson Mandela (Cartagena) no tenemos agua. No podemos seguir en ese autoengaño.
Esto no cambia, nunca va a cambiar. Lo que sí cambia es que uno mire de otro modo lo cotidiano. Tú si puedes gozarte lo cotidiano. Es en la inmanencia pura. Es revolcándose con alguien que encontraste en la playa y que nunca más vas a ver. En ese sin futuro y sin proyecto. sólo trayecto. Lo peor que puede haber es esperar con esperanza.

Más noticias

  NOTICIAS RECOMENDADAS