El corregimiento de San Pablo, jurisdicción del municipio de Marialabaja, podría convertirse en un emporio del turismo ecológico en el norte de Bolívar y Montes de María, parte baja.
Así lo consideran los miembros del Consejo Comunitario afro, quienes sostienen que en el sector La Montañita y en la ciénaga San Pablo tienen unos nichos de naturaleza que el Estado debería declarar reserva ecológica y transformarlos en parques ecológicos.
Fraistin Pérez Ortega, el presidente de tal agremiación, afirma que San Pablo siempre se ha caracterizado por sus tres dinámicas económicas: la pesca, la agricultura y la ganadería, “pero no se ha tenido en cuenta que una de las minas de oro de las que dispone el pueblo son los recursos naturales. La Montañita está compuesta de más de 50 hectáreas de bosque y humedales, con una flora y una fauna indescriptibles”.
Los residentes de San Pablo, acostumbrados a las altas temperaturas de esa zona, dicen que en cuanto se adentran en La Montañita el clima se transforma en una presencia agradable. El sitio está a unos diez minutos recorridos en automotor; y, cerca de él, está un canal de agua dulce que conduce hacia la ciénaga.
Al mismo tiempo el terreno está cubierto por las amplias sombras que dan los enormes árboles de variadas especies, sembrados en terrenos que suben y bajan, lo que se potencializa como uno de los atractivos para los visitantes, en caso de que el proyecto de la comunidad se cristalice en el parque ecológico que tanto se desea.
Entre las lomas por donde podrían hacerse los senderos para los ecologistas foráneos, corren arroyos de aguas altamente cristalinas, algunos de los cuales brotan de la tierra misma, mientras que otros son alimentados por los aguaceros de cada invierno.
Sin embargo, algunos propietarios de rozas cercanas a La Montañita dicen que constantemente deben estar pendientes de que algunas familias no tomen los arroyos ni los barrancos naturales para depositar basura o para extraer arena con la cual construir viviendas y rellenar terrenos, pues tal daño redunda en la erosión de las raíces de los grandes árboles, los cuales terminan derrumbándose y sirviendo de leña para labriegos y pescadores.
“La cuestión está –considera el Consejo Comunitario-- en la confianza que el Estado deposite en nosotros para que administremos esa potencial reserva ecológica, principalmente para que no desaparezca, puesto que la situación económica del pueblo no está muy buena y algunos pobladores llegan a La Montañita a cortar árboles para luego rebuscarse con la madera”.
Pérez Ortega informa que su grupo lleva más de cuatro años tratando de conseguir que La Montañita sea declarada reserva forestal, “y sobre todo haciéndoles ver a nuestros gobernantes que el desarrollo no está únicamente en el pavimento, también está en el saber aprovechar óptimamente las riquezas naturales”.
El líder afro y sus compañeros visualizan que el Estado, después de hacer la declaratoria de reserva ecológica, podría demarcar un cerramiento en La Montañita y crear senderos ecológicos y descansaderos con guías ecoturísticos, como se hace en varias partes del mundo.
“Básicamente –explica Pérez--, se trata de crear una nueva iniciativa de impulso económico con los negocios verdes, que en estos momentos intentamos jalonar hacia esta comunidad, para convertirla en otro fortín turístico ecológico y sostenible para Colombia. Los turistas no únicamente quieren ver playas, también ansían vivir aventuras”.
En cuanto a la ciénaga, el Consejo Comunitario describe que, aproximadamente, tiene más de cuatro mil metros de extensión, donde se realiza durante todo el año el ejercicio económico de la pesca, pero también allí se desarrolla el pastoreo de ganado.
“Cuando llega la época de sequía –cuenta Fraistin Pérez—los ganaderos aprovechan los humedales para liberar sus animales para que se alimenten y tomen agua. Posteriormente, cuando la sequía ha avanzado bastante, se toman los terrenos secos y se organizan sembrados de maíz y patilla. Esto ocurre a principios y finales del año”.
Desde tiempos inmemoriales, el corregimiento de San Pablo se caracterizó por ser una cantera de cantadores, percursionistas y bailadores de bullerengue y demás expresiones del folclor del Caribe colombiano, pero en los últimos años esas dimensiones de la cultura han ido perdiendo brillo.
Al respecto, el Consejo Comunitario dice haber comprobado que aún el pueblo cuenta con jóvenes talentosos para el baile, el canto y la ejecución de instrumentos folclóricos, razón por la cual desde hace cuatro años se creó una academia de arte y cultura.
“Las manifestaciones folclóricas ancestrales que en un tiempo le dieron tanto brillo a San Pablo, comenzaron a apagarse desde que las administraciones municipales redujeron su apoyo y la ola de la violencia hizo que muchos cultores abandonaran el pueblo, de tal suerte que no quedó nadie que incentivara a los jóvenes para que continuaran la gesta”, lamentan los líderes afros.
No obstante, y a pesar de los problemas sociales que padece el pueblo, se está levantando una camada de jóvenes interesados en elevar nuevamente el nombre de San Pablo en el concierto de las expresiones folclóricas de la región Caribe.
Una de sus principales luchas es la consecución de una sede propia, que podría ser la construcción de una casa de la cultura, dado que para practicar sus danzas deben hacerlo en la plaza de la iglesia católica.
“En el aspecto cultural, tanto como en los proyectos ecológicos, también necesitamos la colaboración del Estado, porque se trata de salvar a los jóvenes de las garras de la delincuencia y del consumo de estupefacientes, un flagelo que se está apoderando de estos pueblos, donde hay pocas maneras de generar recursos, desde que los cultivos de palma africana ocuparon los terrenos que antes eran los de nuestra siembra de pancoger”.