Cuando Gilberto Cohen retornó a El Salado en el año 2005, era un bachiller con pocas expectativas. Era la segunda vez que regresaba. La primera había sido en 1997, mismo año en que salió desplazado con su familia. Esta vez retornaba luego de haber salido en el año 2000 tras la masacre que sigue en la memoria de todos.
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Gilberto regresó con el ánimo de hacerse una vida. Había probado suerte en otros sitios pero no le funcionó, así que finalmente decidió volver al lugar que lo vio nacer. Se reencontró con su familia y con viejos amigos, y fue allí, en medio del campo y con las ganas de salir adelante, que encontró la oportunidad que estaba buscando.
“Miel, lo dulce de El Salado”. Así se llama el producto que él y sus compañeros han venido cultivando desde hace más de diez años y el que les ha dado para vivir en este tiempo.
Video: Miel, lo dulce de El Salado
“Para nadie es un secreto que la miel es demasiado dulce y aunque el corregimiento lleva como tal el nombre de Villa del Rosario, es más conocido como El Salado. Entonces quisimos unificar el dulce de la miel con el apodo del corregimiento, para no dejar de lado este maravilloso territorio que es El Salado”, comenta Gilberto.
El corregimiento de Villa del Rosario, popularmente conocido como El Salado, está ubicado a unos 40 minutos de la cabecera municipal de El Carmen de Bolívar. Y si bien en un pasado sufrió mucho por cuenta de la violencia, hoy está lleno de emprendedores que así como Gilberto han podido hallar una estabilidad, no solo para seguir viviendo allí, sino también para dar a conocer todo lo que esa tierra tiene para dar.
Reciba noticias de El Universal desde Google News Una oportunidad en las abejas
Fue en 2010 cuando él y otros habitantes crearon la “Asociación de Jóvenes Productores de El Salado” (Asojopros), con la cual buscaban formar su proyecto de vida.
“En esos tiempos no teníamos muchas oportunidades. En diversas reuniones que se daban acá en El Salado veíamos que todo era para las personas que tenían obligaciones, para los señores que tenían mujeres e hijos, y a los jóvenes los estaban dejando un poco al lado. Ahí surgió la iniciativa”, cuenta Gilberto, quien es el representante legal del grupo.
La asociación comenzó con 29 jóvenes que en un principio se dedicaban a sembrar ñame, maíz, ajonjolí, tabaco, entre otros cultivos. Sin embargo, el clima jugaba poco a su favor y al final del día eran más las pérdidas que las ganancias.
Fue así que de 29 solo quedaron 8, que son los que se mantienen hasta hoy. “Como al principio las cosas no fueron fáciles, muchos decidieron ir a buscar otra forma de vida para tener el sustento de sus familias. Se vieron obligados a salir de la asociación, no porque quisieran, sino porque en esos momentos la asociación no daba garantías, entonces buscaron la forma de sobrevivir. Unos se fueron a trabajar como mototaxis, otros partieron del corregimiento, otros se dedicaron a la albañilería y así fueron buscando la manera de llevar sus vidas”.
Los jóvenes también intentaron practicar la ganadería pero tampoco les fue bien, hasta que en el 2012 encontraron en las abejas el apoyo que necesitaban.
“Las abejas son un elemento vital para polinizar los bosques y también para tener un poco de sustento diferente a lo que veníamos haciendo en otros tiempos, como era cultivar el campo sin tener muchas veces la seguridad de que íbamos a tener las ganancias”, comenta Gilberto.
Recibieron las capacitaciones que necesitaban y fue así como comenzaron a trabajar la apicultura, que hoy les da un importante sustento para vivir.
“Nuestras cómplices para este producto son las abejas, nosotros solamente les brindamos las garantías de tenerlas bien cuidadas y de estar pendiente de ellas para lo que necesiten, como estar poniéndoles material nuevo que son las láminas, limpiar los apiarios... Entonces nosotros les brindamos las garantías y ya lo demás lo hacen ellas”, dice.
Javier Montes, otro miembro de la asociación, afirma que nunca se imaginó dedicarse a la apicultura, pero hoy se siente contento de estar trabajando con las abejas.
“Nos gusta mucho, nos ayuda a conservar el medio ambiente y vemos que en ellas hay otras oportunidades”, asegura.
El futuro
Hoy, todos los miembros de la asociación se sienten orgullosos de lo que han logrado con el producto, que con el apoyo de diversas organizaciones como la Fundación Semana, la Fundación Granitos de Paz, la Tienda Empatía, entre otros, han podido vender a nivel nacional.
“Nos sentimos orgullosos de lo que somos, de lo que hacemos, somos reconocidos por nuestro producto y porque nos hemos sostenido en el tiempo. Hemos conseguido muchas cosas valiosas para nosotros y más que todo para nuestras familias”, dice Gilberto.
Por ello, en el futuro solo esperan seguir creciendo para que su producto sea cada vez más reconocido, en la medida que trabajan para mejorar su calidad.
“Cada año hemos llevado mejor a cabo la producción de la miel. Nos imaginamos siendo competitivos, con más mercados, expandirnos más en el país y que podamos crecer más como personas, con nuestros apiarios, y lo más importante, cuidando el bosque seco tropical, que es de donde las abejas sacan el sustento para ellas y del cual nosotros también nos beneficiamos”.
Es así que buscan perdurar en su emprendimiento y llevar hacia lo más alto el lado dulce de El Salado, la miel cultivada en los Montes de María.
