El viernes pasado, estando en la zona de comidas de un centro comercial en Cartagena, Carlos* recibió la llamada de un oficial de alto mando de la Policía para preguntarle por el paradero de su padre, quien perteneció a la institución y reside en El Carmen de Bolívar. Al joven de 20 años le pareció rara la pregunta y pidió explicación por la razón de la llamada, a lo que el oficial le respondió que se comunicara con su progenitor y le informara que la cosa “estaba crítica” por el paro armado anunciado por el Clan del Golfo, horas después de la extradición de su cabecilla, alias Otoniel.
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Mientras Carlos* atendía la llamada a las 7 de la noche, a 73 kilómetros de distancia el miedo se apoderaba de los municipios de los Montes de María y el sur de Bolívar. Las calles de las poblaciones se asemejaban a los tiempos críticos de la pandemia, cuando se implementaban los toques de queda y solo podían transitar miembros de la Fuerza Pública. (También le puede interesar: Miembros del clan del Golfo incendiaron camión y oficinas de relleno sanitario)
Para los miles de habitantes de estas poblaciones la situación era confusa. Muchos dudaban de la advertencia de panfletos que circulaban por redes sociales o avisos que de manera sorpresiva eran dados por desconocidos, familiares y/o amigos. El sábado, a pesar del miedo que invadía a los ciudadanos de varios municipios bolivarenses, muchos comerciantes se acercaron a sus sitios de trabajo en la mañana a abrir sus negocios, pero encontraron que las paredes estaban marcadas con siglas de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
Ese día empezaron a difundirse videos e información sobre incineración de vehículos en vías a nivel local y departamental, situación que obligó a los ciudadanos a encerrarse. Las escuelas y el comercio cerraron sus puertas en al menos 12 municipios de Bolívar. El transporte fluvial y terrestre estuvo limitado. Muchos solo se atrevían a transitar con el acompañamiento de las autoridades.
El relato de la población civil, la más afectada por el conflicto, es devastador. Líderes de Marialabaja contaron que los días que duró el paro armado fueron eternos (viernes, sábado y domingo). “Aquí en nuestro municipio hubo bastante miedo. La gente no salía, los comercios no abrieron. Fueron días de hambre porque muchos viven del día a día. No pudimos sacar comidas de los graneros por temor a que algo nos sucediera”, aseguró Enilda*, líder de Marialabaja.
Y continuó: “Hoy -ayer- los abrieron, pero la gente tiene mucho miedo. Estos días se perdieron muchas citas médicas, a los pescadores se les dañó la mercancía, pues no había quien les comprara sus pescados. (...) La pandemia nos confinó y nosotros no le teníamos miedo, pero con esto -el paro armado- estábamos guardados, es decir, extraditan a uno -a alias Otoniel- y a nosotros nos dieron casa por cárcel”.
Además, en la zona rural de San Jacinto hombres armados ingresaron a varias parcelas e intimidaron a campesinos. Los afectados señalaron que no atentaron contra la integridad de los presentes ni las viviendas.
En medio de la crisis que se tomó por cuatro días a Bolívar y otros departamentos del país, la empresa Surtigas advirtió que debido a la situación de orden público hubo desabastecimiento del servicio de gas natural en los municipios de Hatillo de Loba, San Martín de Loba, Altos del Rosario, El Peñón, Regidor, Achí y Simití (Bolívar). Los alimentos también escasearon en diferentes poblaciones, ya que el comercio no abrió y muchos habitantes no tuvieron tiempo para abastecerse.
Los efectos del paro no solo afectaron a los municipios del centro y sur de Bolívar, pues en Cartagena se vio reflejado en el aumento de precios en productos de la canasta familiar. Comerciantes del mercado de Bazurto le dijeron a El Universal que la mano de plátano grande actualmente está en $6.000, es decir, que la unidad la puede conseguir desde $1.200 en adelante. La semana pasaba estaba en $2.500.
“La mano está carísima y todo está escaso por la restricción de estos delincuentes -Clan del Golfo-. Los precios están por las nubes porque mucha gente se abstuvo de salir a repartir la mercancía por miedo de quedar atrapada en las vías. Los plátanos de la mano que venden a 4 mil son muy pequeños”, dijo Amira, comerciante minorista.
El precio del plátano no es el único que tuvo alzas, pues el kilo de tomate que la semana pasada estaba en $4.000, hoy está en $10.000; el kilo de cebolla que estaba en $3.000, ahora está en $8.000. “El bulto de azúcar pasó de $160 mil a $184 mil, o sea, el kilo sobrepasa los $4.000”, continuó Amira.
* Nombre cambiado