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A Javier le dicen ‘el Chopo’ de Arjona

Javier Beltrán Villa es conocido en Arjona por manipular los ‘voladores’ durante las procesiones que se hacen el municipio. Esta es su historia.

La idiosincrasia costeña ha hecho que los apodos que llevan algunas personas estén relacionados con el oficio que desempeñan, en otros casos, los sobrenombres surgen de juegos entre amigos que muchas veces no son tolerados. (Lea: El movimiento cultural ‘Rompe’, resalta el talento de los arjoneros)

Hace mas de 60 años, un juego de niños cambió los apellidos de una familia en Arjona a un apodo que hoy prevalece generación tras generación. (También le puede interesar: La historia detrás de José Ortega, el multipremiado rey de Arjona)

Es el caso de Javier Beltrán Villa, nacido hace 54 años. A él lo llaman “el Chopo”, no le molesta que le digan así y mejor se ríe. Javier dice que de esa manera se estresa menos y consigue ganarse unos pesos cuando de trabajar se trata. Sus otros 13 hermanos no piensan así, pues han tenido más de un problema con la gente que no los llama por sus respectivos nombres.

Javier cuenta que el apodo viene de su padre, José Beltrán Bossio, fallecido hace 12 años. “Mi papá me dijo que su apodo surgió desde que era niño en un juego de ‘pelaos’: hacían unos chopos con tubos, madera y caucho y con una pólvora llamada traqui-traqui lo hacían explotar, desde entonces le pusieron el sobrenombre, él se molestó con el bautizo de ese apodo, después no tuvo más nada que hacer que soportarlo. El tiempo pasó, todos crecieron, y mi papá no siguió haciendo los famosos chopos, porque se dedicó a labores del campo y a cuidar de nosotros”, narra Javier, quien nunca fue a la escuela pero sabe sumar, restar y leer.

Lo curioso es que a él no es muy fácil localizarlo por su nombre. Desde hace 35 años realizara labores de pintura, aseo, corte de maleza, carpintería, mensajería, entre otros, en la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria. Los únicos que lo llaman por su nombre de pila son los sacerdotes, las monjas y su familia.

El hombre de los voladores

Javier es devoto de las procesiones que se realizan en Arjona, donde carga por momentos las estructuras con las imágenes. Aparte de los trabajos de rebusque que realiza en la parroquia, él es quien manipula, desde hace 35 años, los juegos pirotécnicos o “voladores” en las procesiones del Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen de La Candelaria, San Roque, San Antonio, Corpus Christi, la Virgen del Carmen y la Inmaculada.

“Los organizadores me contratan y me pagan para que les amenice con los voladores los recorridos que hacen las manifestaciones religiosas. Este oficio lo aprendí de un señor llamado Luis González (Q.E.P.D) a quien llamaban “el diablo”.

Él por muchos años se dedicó a esta actividad de lanzar voladores. Yo creo que seré el último que tenga el municipio en estos menesteres, porque esto no es bueno enseñarlo, ahora hay mucha gente que los manipula de forma irresponsable, a veces se queman porque no tienen en cuenta las precauciones y si no las aplican pueden ocasionar una tragedia. Los voladores hoy son de tres impactos, son delicados en cuanto a su encendido, por ejemplo hay que estar pendiente de que la mecha esté larga y agitarlo antes de encenderlo, si ese paso no se realiza se puede devolver y causar quemaduras. Lo otro es la dirección y la forma de sostenerlo para que haga su curso hacia arriba”, explica Javier.

Hace 33 años se quemó

Javier recuerda que el 14 de julio de 1989, a las 12 del mediodía, los organizadores de la procesión de la Virgen del Carmen le sugirieron que lanzara tres voladores. Ese día se quemó en el brazo precisamente por no atender la recomendación de su instructor: se colocó debajo el brazo los cartuchos y al encender uno de ellos la mecha quedó al descubierto y se quemó la mano.

54
años tiene Javier Beltrán.

“A mí me pagan por cada oficio que hago, no tengo vinculación laboral con la iglesia porque ese es mi rebusque, pero en ese entonces el párroco Francisco Bisquet (Q.E.P.D) me ayudó con todo. Era muy bueno y me colaboró con el sustento de mi familia”.

Como anécdota recuerda que en 1994 fue contratado para que lanzara unos voladores en el corregimiento de Flamenco en Marialabaja y uno de ellos se devolvió y rompió el techo de una casa, que afortunadamente estaba desocupada. Los organizadores pagaron los daños de la vivienda.

Javier Beltrán es consciente que la manipulación de la pólvora es un delito, por eso esta actividad solo la realiza en las celebraciones de la parroquia. Hace un año la Policía le puso un comparendo por este motivo, pero la situación fue mediada por el sacerdote de turno.

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