La hoy ministra del Deporte, María Isabel Urrutia, tenía 7 años de edad cuando el barranquillero Helmut Bellingrodt consiguió la primera medalla olímpica para Colombia y 28 más tarde, ella lograba la primera medalla de oro para nuestro país en las gestas olímpicas. Él lo logró en Múnich, Alemania, en 1972 y ella en Sídney, Australia en 2000.
Ambos se encontraron este miércoles 7 de septiembre en Barranquilla, donde ella como ministra vino para estar presente en el homenaje que la Gobernación del Atlántico, en cabeza de la gobernadora Elsa Noguera, le rendía a Bellingrodt, porque el 1 de septiembre del año de 1972 conseguía para Colombia la primera medalla en unas justas olímpicas. Lo hizo en la modalidad de tiro al jabalí o blanco móvil. Disparó en esa oportunidad 60 tiros, con los que obtuvo 565 puntos de 600 posibles, para quedar a cuatro puntos por debajo del medallista de oro, el soviético Yakov Zhelezniak.
“Lo que más recuerdo de ese día, y es imposible olvidar, fue ese grito que un colega de ustedes, muy querido por muchos, no digo el término odiado, pero sí molestaba mucho a nivel nacional, nuestro amigo, porque lo consideré mi amigo hasta su muerte, Édgar Perea Arias. Ese grito que en la tribuna oí, era inconfundible su voz, que no dijo ni siquiera viva Colombia, como era de lógico, porque yo no estaba compitiendo por una ciudad, estaba por mi país, y dijo ¡Viva Barranquilla! Y lo sacaron de la tribuna porque el tiro deportivo es una disciplina en la que se debe estar totalmente en silencio”, recordó.
La ministra Urrutia se mostró contenta que le hayan hecho el homenaje “a un hombre que hace 50 años logró la primera medalla olímpica para Colombia. Los homenajes hay que hacerlos en vida y mucho más a personas que se lo merecen y Helmut es una de ellas. Estaba muy niña cuando hizo esa hazaña, que estoy segura que inspiró a otros deportistas como lo hizo conmigo”.
“Son 50 años, que son bastanticos, y en momentos como estos llegan los sentimientos encontrados. Los sentimientos de tristezas y los de alegría y nostalgia, pero indudablemente que estoy agradecido con el homenaje que me hacen los entes gubernamentales por estos 50 años de haber conseguido la primera medalla olímpica para Colombia, pero en lo que a mí me atañe, es poder haber dejado un legado de enseñanza, de experiencia, de todos esos conocimientos que he adquirido durante todos estos años, a las nuevas generaciones”, sostuvo Bellingodt.
La Gobernadora del Atlántico, Elsa Noguera, organizadora del acto manifestó que: “han pasado 50 años de un momento de gloria para el país, nada más y nada menos que la conquista de la primera medalla olímpica en la historia de Colombia, y ese honor lo tuvo un atleta nuestro, barranquillero, atlanticense, Helmut Bellingrodt, en la modalidad de tiro deportivo en Múnich 1972. Es por eso que hoy le rendimos un cálido homenaje, exaltándolo por su permanente compromiso y apoyo al deporte en Colombia y el Atlántico. Helmut Bellingrotd es un ejemplo para las nuevas generaciones del deporte atlanticense, con su esfuerzo, dedicación y profesionalismo marcó el camino del historial de medallas olímpicas para nuestro país”.
Helmut también fue medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, Estados Unidos, en 1984; campeón mundial de tiro en Thun, Suiza, en 1974; dos veces campeón de los Juegos Panamericanos, en Medellín 1978, y en Caracas, Venezuela, en 1983. En ambos impuso récord.
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Contó que aún conserva el arma con el que logró conseguir esos triunfos a nivel mundial y local. “El arma con la que conseguí esa medalla está un poquito reformada, porque la utilicé después para otra modalidad, pero lo que se llama el hierro y la culata, si son originales. La conservo con mucho cariño”.
Sobre si en un futuro la donará para que las futuras generaciones la conozcan y vean con qué tipo de arma utilizó, Bellingrodt termina diciendo que: “teníamos pensado que en Bogotá el Comité Olímpico iba realizar la construcción de una edificación para el Museo Olímpico, pero desde la época de Andrés Botero no se habla de eso y se aguantó un poco. En ese momento el presidente Botero me preguntó si quería donar el arma y se lo comenté a mi familia, pero mis hijos no me lo han permitido. ‘Cualquier cosa dona, pero esa arma no la vas a donar, por favor’, me dijeron. Vamos a esperar, no sé. Cuando uno se muera no sabemos a dónde va ir. No sé, no tengo ni idea”.