En medio de los actos de la posesión presidencial hubo muchos momentos emotivos. Lagrimas, arengas y mucho simbolismo, como por ejemplo: la primera orden que dio Gustavo Petro como comandante supremo de la Fuerza Pública de traer la espada de Simón Bolívar al evento.
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Esto por la decisión del gobierno saliente de Iván Duque de no trasladarla a la plaza de Bolívar por supuestas medidas de seguridad. Esto provocó polémica pues los organizadores del evento habían gestionado los permisos correspondientes ante el Ministerio de Cultura, el Museo Nacional y la Quinta de Bolívar, debido a que la espada hacía parte de uno de los actos protocolarios.
El juramento que Petro hizo ante más de cien mil asistentes a la plaza, y millones de colombianos que siguieron la transmisión desde sus casas o en las múltiples pantallas gigantes dispuestas en varias ciudades, representó un hito político al ser el primer presidente de Colombia con ideología de izquierda.
La espada es una pieza histórica que tiene un gran valor simbólico para el presidente Gustavo Petro, pues fue la que robó el M-19 al iniciar su actividad como grupo guerrillero. El presidente de la República hizo parte de ese colectivo y es por eso que ayer en medio de su posesión hondearon muchas banderas alusivas a esa agrupación.
Las lágrimas de Pizarro
El movimiento 19 de abril, más conocido como M-19, fue una guerrilla urbana que nació luego de las supuestas irregularidades electorales con las que habría ganado Misael Pastrana Borrero, padre de Andrés Pastrana Arango, la Presidencia de Colombia a Gustavo Rojas Pinilla en 1970. Hechos que aún no han sido esclarecidos. El grupo fue fundado por Jaime Bateman, Álvaro Fayad, Antonio Navarro Wolf, el cartagenero Carlos Pizarro Leongómez, entre otros.
Su revolución armada llegó hasta su desmovilización en 1990; no obstante, su ideología pervivió a través de los años, fomentada por el asesinato de muchos de sus líderes, la protesta social y los fracasos electorales de corte nacional que sufrió la izquierda y que con Petro llegaron a su fin.
32 años después que el cartagenero Carlos Pizarro fuera acribillado en un avión, mientras cursaba su campaña presidencial, su hija María José Pizarro, senadora del Pacto Histórico, le impuso, entre lágrimas, la banda presidencial a Gustavo Petro en su posesión el pasado 7 de agosto. Este fue uno de los momentos más sentimentales de la ceremonia.
Luego del abrazo en el que se fundieron Petro y Pizarro, el presidente con los ojos encharcados comenzó su mandato. Por primera vez un guerrillero es el inquilino de la Casa de Nariño, pues hizo parte del M-19 desde sus 18 años. Y ante la pregunta de siempre, en reiteradas ocasiones ha asegurado que no hizo parte de la sangrienta toma del Palacio de Justicia en 1985.
Posterior a la desmovilización, y con una escueta carrera política como personero y concejal de Zipaquirá, Petro estudió economía en la Universidad Externado de Colombia gracias a una beca y luego comenzó su larga carrera en el Congreso.
La marcha
Para el politólogo y docente de la Universidad del Norte, Luis Trejos, una de las imágenes más simbólicas del domingo fue el desfile militar de Gustavo Petro junto a los comandantes de la Fuerza Pública Colombiana. “En ese sentido se ratifica el peso que tiene la institucionalidad en Colombia y la solidez de las mismas. A pesar de los problemas que se han presentado históricamente entre militares, policías y la izquierda”, precisó.
El breve desfile desde la plaza de Bolívar hasta la Casa de Nariño fue significativo pues Petro desde siempre ha tenido desencuentros con las fuerzas que múltiples veces ha criticado, reparos que en su reciente campaña electoral lo llevó a una discusión, a vox populi, con el excomandante del Ejército, Eduardo Zapateiro.
Algunas de sus reformas provocan resquemor en el ámbito castrense, pues pretende convertir la Policía Nacional en una fuerza cívica, menos bolillo y más cercanía con la gente; además, de reformar el método de ascensos y el nombramiento de los altos mandos.
El desfile del presidente con los militares fue cordial, una muestra del ambiente que dejó de ser tenso para ser propositivo y receptivo entre la Fuerza Pública y el nuevo ministro de Defensa, Iván Velázquez, quienes se han reunido ya para trazar la manera cómo se afrontarán los problemas de orden público.
Un escenario completamente diferente al que se esperaba, pues en el anaquel de propuestas de Petro están sendas reformas a las fuerzas militares. En ese sentido, el director del Observatorio Militar de la Universidad Javeriana, Javier Rincón, expresó que: “Las fuerzas militares necesitan reformas, pero no necesariamente unas disruptivas. Es necesario pasar un tamiz para evaluar los casos de corrupción que están ocurriendo al interior de los cuarteles, pero no puede existir una casería de brujas, que es lo que muchos están proponiendo”.
Sin embargo, para Trejos se puede interpretar de esa marcha militar que se disipa cualquier duda, rumor o temor de un eventual “ruido de sables”, protagonizada por comandantes insubordinados que, renegando del pasado subversivo del presidente Petro, orquestaran un golpe de estado. “Pesa más la fortaleza institucional de la Presidencia que el pasado de quien la ocupará en los próximos cuatro años”, estableció el académico.
Ahora, la pelota está en el tejado de Petro y Velázquez en lo que llamaron una “cúpula militar pro-paz”, pues ahora tendrán que decidir si dan continuidad a los altos mandos militares actuales o, como es costumbre, hacen los respectivos nombramientos pasados unos días luego de la posesión.