Muchos líderes políticos, presentes en la Asamblea Nacional que firmó la Constitución Política de 1991, ya no caminan entre nosotros; otros, tomaron distancia a estancias más sosegadas que la política; sin embargo, aún hay sobrevivientes de la arena pública como Humberto de la Calle que aún luchan por consolidar un proyecto transformador y reformista en un sistema político estructurado para el beneficio de unos pocos. Actualmente, el exvicepresidente y exnegociador de paz aspira al Senado en la Coalición Centro Esperanza.

Humberto de la Calle (de pie con traje negro) en la Asamblea Nacional Constituyente.
(Lea: Ya no solo con cerveza y bolsas de cemento están captando votos en Cartagena)
Con su amplia trayectoria política muchas personas piensan que usted es candidato a la Presidencia y no al Senado, ¿qué ventajas y desventajas tiene esto?
Aunque eso sea una forma de reconocimiento, eso provoca cierta confusión en los electores, por lo que nos ha tocado emitir y promulgar cuñas que voy al Senado. Uno siente cierta satisfacción personal, pero toca insistir que aspiro al Congreso y así los que confían en mí lo demuestren en las votaciones del domingo.
¿Las tensiones en Centro Esperanza les pasarán factura en las urnas del 13 de marzo en sus listas al Congreso y en abstención al tarjetón de la consulta?
Yo creo que sí, fueron incidentes muy desafortunados. Siempre dijimos que en la coalición podía haber controversias y posiciones encontradas; pero, nos referíamos más a temas programáticos y no a los escenarios actuales que confunden al ciudadano que irá a votar, y en otros cierto grado de decepción.
Yo espero que eso esté superado y ya pasó de ser un tema que se pueda solucionar en reuniones y que quedó en manos de los electores. Simplemente pido que escojan cuál es el mejor de los cinco candidatos de nuestra consulta presidencial de la Centro Esperanza. Esa coalición es la mejor respuesta para la situación política de Colombia.
Entonces, ¿apoyará a quien gane en la consulta de la Coalición Centro Esperanza?
Sin dudas. Es un compromiso adquirido hace dos años cuando creamos esta fuerza política.
¿Cuáles son los ejes y propuestas de su proyecto político?
En primer lugar, mantenernos en un centro poderoso, vigoroso y audaz. Un centro que impulse el cambio, el continuismo ya fracasó y no es la mejor fórmula para Colombia, por lo que hay que darle un timonazo. Pero esa transformación no puede basarse en el extremismo, en el caudillismo, en el populismo emocional o en la diatriba y el insulto.
En cambio, yo propongo una política reflexiva desde el centro, es lo que pienso llevar al Senado: recuperar la capacidad transformadora y reformista de Colombia, pero siempre dentro de los linderos del Estado social de derecho.
Usted dice que no tiene maquinarias, como si eso se trátase de un lastre en la política transparente, ¿por qué cree que se ha desfigurado ese concepto?
Allí hay una discusión muy interesante porque en efecto los partidos, sea cual sea, pues son organizaciones. Organización puede traducirse como maquinaria, pero el problema no es ese sino el uso clientelista de ella misma que conduce a los altos niveles de corrupción que afectan al sistema político. Lo revelado por Aída Merlano no es exclusivo de la Costa Caribe, eso sucede en toda Colombia, es un circulo vicioso que arruina y atenta contra la democracia.
Usted es un detractor de estos barones políticos que pasan décadas en el Congreso y disfrutando de altos salarios, ¿qué propone al respecto?
Primero hay que limitar las reelecciones de los congresistas, me parece que algunos pasan demasiado tiempo y eso estanca la transformación política de Colombia. En el Congreso hay unos privilegios que hay que derrotar, el salario es demasiado alto en contraste con lo que gana un ciudadano del común, por lo que yo apoyo que debe disminuir esa remuneración.
Antes se hablaba de un receso de cuatro meses porque los políticos tenían que ir a lomo de mula a visitar sus regiones y electores; pero, eso no existe hoy. No hay ninguna razón para que un congresista trabaje menos que cualquier colombiano.
Usted expone que Gustavo Petro tiene propuestas llamativas, pero también considera que muchas de ellas son descabelladas, ¿en qué consiste este aforismo?
La orientación de política social que hace el señor Petro me parece que corresponde a la realidad y a la crisis social de Colombia; pero, hay propuestas inviables o contraproducentes como, por ejemplo, la puesta en marcha de la maquinita impresora de billetes del Banco de la República, sin analizar la realidad macroeconómica, causará una mayor inflación que castigará mucho más a los bolsillos de los colombianos.
Yo soy partidario de comenzar a desacelerar la exploración petrolera, pero decir que eso se suspende el 7 de agosto es un despropósito. Colombia depende fiscalmente de la explotación de combustibles fósiles, por lo que la transición debe hacerse bajo periodos razonables. Suspender súbitamente el petróleo y sus derivados, con unas reservas que no llegan a ocho o a diez años, es una propuesta inviable.
¿El uribismo está agonizando? Vemos como siguen llenando plazas y su líder natural es bien recibido en las calles de muchas partes del país.
Yo creo que el uribismo, como caudillismo, sí está agonizando. El doctor Álvaro Uribe recibe, constantemente, rechazo general y es algo que las mismas encuestas comprueban. Sin embargo, lo que no está declinando es la derecha, que a veces es extrema, por eso hay que llamar la atención de los colombianos sobre esto y no permitan que en las elecciones siga viviendo el odio, la confrontación, el autoritarismo, el retroceso y la guerra.
¿En qué ha fallado y en qué ha acertado el presidente Duque?
Al presidente Duque le ha correspondido una situación difícil. Eso hay que reconocerlo. Nadie contaba con la llegada de la pandemia como situación caótica, pero creo que la ha gestionado de forma acertada, se ve en el plan de vacunación y en el fortalecimiento del sistema de salud.
Por otro lado, me parece que en el territorio económico ha intentado subsanar la crisis social y financiera de muchos colombianos que han perdido todo por cuenta del COVID-19, pero la macroeconomía no está en buenas condiciones y se ha generado una enorme deuda pública y un déficit fiscal protuberante, un desafío para el próximo gobierno que tendrá que discutir algo impopular: una reforma tributaria.
¿Tiene alguna opinión de cómo gobierna Cartagena el alcalde William Dau?
Me pareció un mensaje interesante, en un principio, sobre todo por su compromiso de lucha contra la corrupción, la que ha enfrentado y ha trazado una línea prometente a futuro.
¿Los colombianos le deben tener miedo a los extremos ideológicos en la política?
Yo creo que la democracia es confrontación y disenso. Yo no creo en el consenso porque es paralizante y obstaculiza la necesaria discusión de los ámbitos y problemas de nuestra sociedad. Sin embargo, la discusión agresiva y dogmática es lo que llamo fanatismo, naciente en las emociones más primarias del ser humano, y eso es a lo que le tengo temor. A través del odio y del ataque personal solo peligra la convivencia social.
Si llega al Congreso, ¿cómo planea retribuir la confianza de aquellos que votaron por usted?
Con mi voz y con la representación de aquellos que confíen en mí trabajaré por aquellos que han sufrido el conflicto y la violencia de todo tipo. La idea es fortalecer lo vislumbrado y alcanzado con los acuerdos de paz, consolidando todos los compromisos allí firmados.
En segundo lugar, hacer control político, ya sea un gobierno amigo u opositor, para propiciar la transparencia, la libertad, el rol de la mujer y el respeto a las minorías. El poder debe acercarse a los territorios apartados, allí donde las necesidades básicas están insatisfechas y se vive en condiciones precarias.