El pasado 21 de octubre, llenó la playa de La Boquilla, parecía un concierto musical con cerca de 5 mil asistentes en la arena y varias decenas, sin pagar boleta, agolpados en lanchas y botes sobre el mar. Pocos días después, en el sector comercial de El Hueco, en Medellín, una turba le gritó improperios, lo abucheó y lo sacó del lugar. Ese es Gustavo Petro, un hombre de contrastes. Sorteando aguas mansas y otras turbulentas quiere llegar a la Casa de Nariño.
¿Cuál es el eje de su recorrido por Cartagena?
De acuerdo al Dane, las cifras de la pobreza en Cartagena son dramáticas. De cada diez cartageneros, siete no comen tres veces al día. Los lemas hablan de “La Heroica” o del “Corralito de Piedra”, pero en la realidad es la “Ciudad del hambre”, una triste realidad resumida en una frase. Del hambre provienen todos los males de una sociedad. La inseguridad es uno de sus efectos, por tanto, el pensamiento de la extrema derecha de matar, de encarcelar, hace que el Estado se estrelle contra una realidad inexorablemente catastrófica, y de la que no usa las herramientas necesarias para cambiarla.
En una ciudad del hambre no es posible la convivencia ciudadana. Su principal actividad, el turismo, se desestabiliza concretamente, no solamente por la pandemia de la Covid-19, sino porque el turismo, a menos que sea uno depredador, que cada vez es más en Cartagena, no puede construirse o fortalecerse en ausencia de un pacto de convivencia.
El turismo que depreda, que ocasiona cordones de pobreza a su alrededor y donde hay ausencia estatal, nunca será una actividad económica competitiva, en términos colectivos, ni equitativa.
Cartagena siempre ha sido mirado por los políticos e influyentes, los que toman decisiones en Bogotá, como un centro de convenciones o un gran hotel para reunirse o pasear tres calles por el Centro Histórico y pare de contar. Nunca ha sido mirada como un territorio donde habitan seres humanos, con unas complejidades específicas que están destruyendo al mismo Corralito de Piedras.
¿Alrededor de qué temas?
Ineludiblemente como primer elemento: el cambio climático, el cual pone en peligro a la ciudad. Yo creo que a estas alturas todos somos conscientes de que la ciudad será la más afectada de Colombia en unos años por el golpe del calentamiento global, una ciudad rodeada por el agua, por tanto, es un territorio absolutamente vulnerable a las inundaciones, por lo que hay que hacer transformaciones profundas, y así, preservar la especie humana y la vida animal. Los científicos lo dicen, eso no es un cuento de niños, no es retórica, no es para dentro de dos siglos, es ya.
Por consiguiente, la mitigación del cambio climático tiene una dimensión social. Es necesario reubicar 26 mil familias que van a estar bajo el agua en poco tiempo en territorios en los litorales de los cuerpos de agua, por ejemplo: La Boquilla, por eso hicimos el acto de campaña ahí, para lanzar este pacto integral.
Por otro lado, debemos fomentar la integración en Cartagena de sus gentes. Debe acabarse la competencia de las clases sociales por apropiarse de los espacios con intereses económicos, culturales y sociales. La oportunidad es propiciar la adhesión bajo lógicas de equidad que propicien la superación de la pobreza, rescatar la vida y la dignidad humana, y eso no se puede hacer con recursos puramente locales, eso requiere un programa robusto nacional.
Adaptar Cartagena al cambio climático, significa superar las condiciones de pobreza en la ciudad, y eso no es solo es la reubicación física a terrenos más seguros, sino también una reinvención de su modelo económico. Por ejemplo, un turismo sostenible, congruente con el contexto, con narrativa de la historia local y su cultura, y del que se pueda disfrutar de forma igualitaria, esto fortalecerá al gremio hotelero y turístico, que con sus impuestos se convierte en un importante bastión de la economía local.
Por ahí dicen que usted expropiará hoteles y propiedades de lujo...
Yo no quitaré hoteles ni tengo problemas con sus dueños, ellos son personas que lograron captar en su momento las dinámicas vanguardistas del turismo mundial; yo solo quiero que Cartagena sea más democrática en ese ámbito, que alguien pueda emprender sin trabas en el turismo, alquilando su propiedad o parte de ella, como se viene haciendo con éxito en gran parte del mundo, y esta sea una oportunidad de crecimiento económico y quitarle fuerza al turismo que asalaria, al vendedor limosnero de playa y fortalecer las medidas contra la explotación sexual; y eso en ningún momento está relacionado con que yo expropiaré hoteles de cinco estrellas, por querer que las comunidades se apropien de lo suyo y lo exploten de forma sustentable. La desinformación es venenosa.
Pero todo eso necesita un Estado que regule y respalde a las comunidades, evitando la depredación medioambiental, a garantizar la superación de la pobreza y a apoyar en los proyectos de vida de todos. Una forma democrática de salir de la pobreza, un pacto social, un mejor vivir que incida en la disminución de la inseguridad.
El turismo es una mejor alternativa a la economía del carbón y del petróleo que hunden a las ciudades como Cartagena, hundiéndolas literalmente con respecto a las dinámicas del cambio climático. Por lo que la apuesta es salir de estas economías dependientes de energías no renovables y con un alto impacto medioambiental, y fomentar otros ámbitos económicos como el turismo pero, como dije anteriormente, organizado, equitativo, sostenible y donde la población es protagonista y no limosnera.
Saltar de un turismo de cinco millones de visitantes a uno de 15 millones, es posible, pero eso requiere trabajar por la paz al corto plazo, no solo en términos de grupos armados, sino en términos de paz social, un nuevo pacto, un nuevo contrato social en Cartagena. Por lo que la ciudad debe dejar de ser de unos pocos y que el desarrollo sea un compromiso de todos.
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¿Y qué tipo de turismo en particular?
Un turismo experiencial. El turista de hoy busca otros mundos, otras culturas, busca lo exótico. Y nosotros tenemos una oferta rica en biodiversidad y narrativa histórica, un turismo que no es depredador como el turismo sexual o estático como el de reuniones, que no sale de la habitación o del auditorio, así que no gasta. El turismo experiencial significa una oferta cultural que debemos propiciar.
Gustavo Petro.
Entonces, ¿deben preocuparse aquellos que subsisten por la industria del petróleo o del carbón?
Quiero aclarar que cuando propongo que no habrá más contratos de exploración petrolera, no significa que no se mantendrán vigentes los de explotación y exploración ya firmados. 144 actualmente. Lo único que pretendo es la transición energética necesaria en Colombia para que en el futuro el país funcione con energía limpia e inagotable. El resto solo es falsa información y tergiversación para manipular.
El eje de mi presidencia será la justicia social, la profundización y fortalecimiento democrático del país, la posibilidad para poder garantizar justicia social y financiarla, de construir un aparato productivo poderoso en manos de la ciudadanía y no de la economía raquítica extractivista basada en bienes no renovables que traen por definición rendimientos decrecientes. Unificar la agricultura con la industria y la investigación académica. Pero, ¿sabe cuál es el recurso del que todos los estamentos de la sociedad deben estar sujetos y que es durable e ilimitado? El cerebro humano, y lo que debemos es preservarlo y evitar que se fugue a otro país.
Pese a que denuncia la “desinformación”, lidera con amplio margen las encuestas.
Entre más distancia tenga en el primer puesto de las encuestas, más humildad se debe tener. Yo insisto que se debe hacer una sola consulta de todas las fuerzas democráticas, alternativas y de izquierda. La división es debilidad y es un riesgo terrible frente a la posibilidad que el país siga postrado a más décadas de lo mismo. La mayoría de la sociedad quiere un cambio, quiere transformaciones democráticas, quiere salir de este escollo conservador y fascista que tiene a gente haciendo filas desde la madrugada para sacar su pasaporte e irse del país, huyendo de la visión anacrónica que gobierna al país.
Y a qué se refiere con eso de la “contradicción cartagenera”.
Me resulta ilógico que en Cartagena muchos quieren una verdadera transformación social y, según las últimas votaciones y encuestas de opinión, se aproximan a las propuestas alternativas y a candidatos de izquierda a nivel nacional; pero, en elecciones locales, al Concejo, por ejemplo, eligen en su mayoría a políticos clientelistas y de dudosas actuaciones.
Si en verdad se quiere un cambio estructural, una reinvención de la ciudad, así como votan a nivel nacional deben hacerlo a nivel local, ya que es muy difícil que una sociedad cambie si no hay sinergia entre las instituciones de todos los niveles territoriales, que todos estén montados en el mismo bus del desarrollo sostenible y de un verdadero pacto social libre de las malas prácticas que estigmatizan a la política en una gran mayoría de la ciudadanía.
Lo que yo sugiero es que si alguien va a votar por mí, tiene que votar por los candidatos anticorrupción al Congreso, y así fomentar esa dinámica en próximas elecciones locales y regionales. Se trata de salir de la ciudad del hambre a una ciudad de la paz y de la producción.
¿De Duque no salva nada?
El ingreso solidario, sin dudas, que debería aglutinar toda la escala de subsidios a la población vulnerable, pero no puede haber en Colombia un subsidio que sea inferior a lo que el Dane determina como línea de la pobreza. El subsidio debe sacar a la persona de la pobreza como tal, pero ese mismo mecanismo ampliado con mas financiación ya existe y yo lo continuaría. Los subsidios tienen que permitir pasar de una limosna a un verdadero bono que permita superar la pobreza y el hambre, y así, construir riqueza nacional desde abajo.
Sin embargo, los cercanos al uribismo y al oficialismo lo tildan de retórico
El contrato social del que hablo busca que en ciudades como Cartagena no haya más estallidos sociales, actos de violencia o traumatismos entre hermanos. Esas tensiones y fisuras de la sociedad derivan de la pobreza y el estrés que provoca. Hablan de que son adalides de las propuestas concretas y de que nadie sabe más que ellos de administración, pero llevan años en el poder y el hambre sigue imperando en los barrios, el pobre robándole a otro pobre y el gota a gota, siempre puntual, pitando con la moto. Ese es el legado de Duque.
Y en concreto, ¿en materia de seguridad qué propone?
Lo primero que debemos es cambiar la concepción general, hasta ahora hemos tenido es una seguridad para el estado, para el gobierno, eso automáticamente declara enemigo interno a la ciudadanía y, por tanto, violación de derechos humanos. Proponemos una seguridad humana que, a diferencia de la otra, es una seguridad para la persona, para la comunidad. Eso en general implica el respeto cabal de los derechos humanos de las gentes.
Mientras la seguridad para el Estado es una seguridad que se mide en muertos, bajas, presos; los indicadores de la seguridad humana serán de vida, multidimensional, tiene que ver incluso con mirar el delito de una manera integral, afrontarlo así, muchos de los delitos de Colombia tienen que ver, por ejemplo, con el hambre, con la desigualdad social, si no se actúa allí, no se disminuye el delito.
La inseguridad en Cartagena ha estallado por el hambre. Tenemos que reconocer eso. Es el hambre la que lleva a ciertas personas a incurrir en el delito. Debemos hacer programas para quitarle individuos a la delincuencia que roban para comer; y dejar de escudarnos que no hay recursos para atenderlo, con excusas como la pandemia, que es totalmente incoherente. En países como Estados Unidos, donde la Covid-19 golpeó fuertemente, la pobreza no aumentó y se multiplicó el apoyo gubernamental subsidiario en todo tipo de ámbitos.
Y en ese caso, ¿qué postura tiene sobre la despenalización de las drogas?
La cannabis es una oportunidad productiva para el campesinado y debe pertenecer a ellos, con el respaldo estatal para propiciar la agroindustrialización. En relación a la cocaína hay que quitarle a los grupos mafiosos su control sobre la población, un poder político, económico y social que tienen sobre tres grandes núcleos, millones de personas. Uno, la economía popular que está sujeta al gota a gota que lava dinero sucio; eso se soluciona con un banco público que entregue créditos y empodere ese comerciante popular.
Dos, la población consumidora sujeta al jíbaro se puede tratar en centros regulados de consumo donde se garantice esa desconexión y propiciar su desintoxicación. Y , por último, el campesinado cultivador de hoja y pasta de coca que con procesos de propiedad agroindustrial y reforma agraria podrían sustituir cultivos.
Por ahí dicen que Maduro estaría feliz con que gane usted.
En mi opinión cualquiera que sea el próximo gobierno que tenga Colombia o el de Venezuela, sean los amigos de Guaidó o el oficialismo actual o una nueva fuerza que ojalá surgiese, Colombia debe construir relaciones de buena vecindad, con todos los vecinos, independientemente de la calidad ideológica que haya en sus gobiernos. Las relaciones diplomáticas se restablecen para tratar desde el punto de vista económico de seguir manteniendo en nuestros vecinos nuestra gran plataforma de exportación, de valor agregado industrial que era lo que teníamos antes.
Además, gestionar la crisis en la frontera colombo-venezolana donde viven 13 millones de personas de lado y lado, el mayor mercado que existe en esta esquina del continente, más grande que Bogotá, donde se puede iniciar un proceso de industrialización que garantice además la restitución de la legitimidad y de los derechos humanos en una frontera que hoy es tierra de nadie.