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Del plebiscito al acuerdo de Petro: la evolución de la polarización en Colombia

Tras seis años después de acudir los colombianos a las urnas para refrendar los acuerdos de paz con las Farc, la recrudecida división política se mide en las urnas.

El paisaje político de la más reciente contienda presidencial tuvo altos picos de disenso y un ancho mar de odio. Las olas del resentimiento bañaron por igual a redes sociales, paraderos de buses y cenas familiares. Si no eras petrista, estabas identificado. Ser uribista se volvió impopular; y en una portada de gran circulación la segunda vuelta se condensó en una pregunta: ¿Exguerrillero o ingeniero?

(Lea: Expresidente Uribe dice sí a reunirse con el presidente electo Petro)

La exacerbación de la división política que se vivió en los últimos meses no es algo inédito, pues en un país en el que la unión es una utopía, para muchas voces, desde la Patria Boba, la polarización y la fragmentación social están normalizadas. Es por esto que gran parte de la población demanda acuerdos y reconciliación en la política, a través de tuits, del voto en blanco o de la abstención. Hay dos barcos en el ya mencionado mar del odio, ¿dónde embarcará el próximo gobierno?

El plebiscito, un culmen

En 2016, luego que el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc llegaran a un acuerdo, los ciudadanos fueron convocados a las urnas para que aprobaran lo pactado en el llamado Plebiscito sobre los acuerdos de paz. Un juicio de valor no solicitado es grabar en mármol que la búsqueda de la paz es un tema que cohesiona a contrarios en Colombia; sin embargo, y con todas las encuestas y apuestas en su contra, ganó el No: opción de aquellos que rechazaban lo pactado.

Lo decidido en esos comicios provocó una renegociación de los acuerdos de paz y el análisis de varios elementos que la oposición, encabezada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, consideraba vitales para una resolución íntegra del conflicto. No obstante, según muchos analistas, muchos votaron negativamente por cuestiones políticas, derivadas de la polarización que ese proceso desató.

Iván Duque y las bodegas

El 7 de agosto, en medio de la lluvia que mojó a la Plaza de Bolívar en Bogotá, se posesionó Iván Duque como presidente de Colombia. La victoria electoral del Centro Democrático, partido de Álvaro Uribe, fue traducida según los expertos como la estandarización de la votación del No a los acuerdos de paz y el cierre de filas del uribismo contra el legado santista.

Sin embargo, mientras había júbilo derechista en la Casa de Nariño, a pocos metros de allí, en el Capitolio Nacional, se fortalecía un bloque de oposición izquierdista en el Congreso, encabezado por Gustavo Petro, senador al quedar de segundo en las elecciones presidenciales. Su movimiento, Colombia Humana, hizo llave con otras colectividades como el Polo Democrático y la Alianza Verde, y su grito recobró fuerza, bajo las cuerdas vocales de parlamentarios como Gustavo Bolívar, Iván Cepeda, Katherine Miranda y María José Pizarro, hoy alfiles de su proyecto político.

Dos extremos políticos tan fuertes y tan disímiles en los primeros años del mandato Duque provocaron que el centro político perdiera fuerza y la polarización se posara sobre el país. ¿Qué ocasionó esto? El docente de la Universidad del Norte, Luis Trejos, establece que se recrudeció el uso de la desinformación, las noticias falsas, el uso de adjetivos peyorativos en contra del contradictor político. “Construyendo una matriz de amigo-enemigo, por parte de las bodegas en las redes sociales y el activismo político de algunos medios y periodistas fueron combustibles de la fragmentación política”, explica el politólogo.

Petro y la campaña presidencial

Todo proyecto político con amplios márgenes en las encuestas de las más recientes elecciones presidenciales tuvo que navegar las olas de la polarización. Los extremos se volvieron populares y con esto el resentimiento y la discusión se volvió pan diario. La irrenunciable adhesión de Sergio Fajardo al centro, lejos de la demagogia o el populismo, no tardó en ser descrita como una tibieza, castigada en las urnas con una votación discreta.

Gustavo Petro ganó unas elecciones que para muchos están entre las más sucias de la historia política de Colombia. Muchos carros, con propaganda política, fueron vandalizados por contradictores. Hay amigos y familiares que dejaron de hablarse. Y entre bloqueos y ataques, las redes sociales fueron colonizadas por las bodegas y simpatizantes radicales de cada campaña.

Con el amanecer del 20 de junio, tras la victoria de Petro, hubo, y persisten, llamados a la reconciliación nacional, al diálogo y a reinventar un país de forma multilateral. Gobernar con el contrario, es la tesis que muchos le susurraron al presidente electo y que derivó en lo que llamaron: un gran acuerdo nacional.

¿Qué es esta figura?

En su discurso de victoria, el presidente electo Gustavo Petro habló de “las dos Colombias”, convocando a un “acuerdo nacional” con políticos y empresarios, que no estuvieron en su campaña o que temen a las reformas venideras. El exministro de Salud, Alejandro Gaviria, es quien modera las reuniones de este proceso donde se discutirán “sin líneas rojas” las propuestas, como por ejemplo la exploración petrolera y el modelo económico.

Se espera que de estas reuniones programáticas salgan los nombres que estarán en el gabinete ministerial de Gustavo Petro.

“Con el “acuerdo nacional” buscan someter sus propuestas a discusión con sus antiguos rivales políticos y los empresarios para dar un mensaje de tranquilidad y tener más gobernabilidad cuando asuma el 7 de agosto”, precisa La Silla Vacía.

Con este llamado conciliador buscan desbaratar la figura de polarización y extremista que tanto temor provoca en los 10 millones de personas que votaron por Rodolfo Hernández, en las que muchos rayaron la cara del ingeniero por disgusto a Petro. “Con el acuerdo nacional, Petro logra gobernabilidad y estabilidad institucional ya que ha evidenciado que es amplio y no tiene restricciones político-ideológicas”, asegura el docente Trejos.

¿El epítome? El sí que le ha dado Álvaro Uribe a la invitación de Gustavo Petro a reunirse para llegar, a través del diálogo, a encontrar esos puntos comunes que beneficiarán a Colombia, dejando de lado la ideología y la polarización.

¿Y dónde queda la ciudadanía?

El pueblo está compuesto por sujetos, por ende, es difícil definir de forma objetiva algo subjetivo, y teorizar sobre si todos los colombianos dejarán de lado sus emociones y sentimientos fragmentarios, y se embarcarán en el acuerdo nacional. Mucho sí, pero con dudas y reparos. Sin tragar entero. Lo que sí fue algo visible y mensurable es la relación entre los que votaron por el Sí a la paz, en 2016, y las regiones que eligieron a Petro como presidente.

Del plebiscito al acuerdo de Petro: la evolución de la polarización en Colombia

Hay una relación entre las regiones en los dos comicios. La Costa Caribe, el Pacífico y el Sur del país votaron igual. // Mapa del plebiscito de propiedad de La Silla Vacía.

Para Luis Trejos esto refleja que los territorios más afectados por la violencia y la pobreza son los que más claman por un cambio y el centro del país se percibe como conservador con respecto a los cambios políticos. “Un mensaje de representación afro, indígena y caribe, de aquellos que piden el cambio social, la búsqueda de la paz y la no repetición del conflicto”, agrega la periodista Mabel Lara.

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