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Picós y reposo

“Dentro de la discusión que se está dando, si este sustancial elemento no entra en la ecuación, el Estado estaría renunciando a ese deber de protección”.

Mediante Decreto 0866 del 7 de junio la administración restringió el horario de funcionamiento de establecimientos de comercio que expendan, distribuyan o donde se consuman bebidas alcohólicas en algunos barrios y sectores de la ciudad. La medida regirá sólo domingos y lunes, por 1 año, entre las 10 de la noche y las 12 meridiano del día siguiente.

Al tiempo de su expedición se informó que la causa de la medida restrictiva se origina en las altas cifras de homicidios, hurtos y otros delitos en lo que va de este año. La norma incluye la prohibición, por tres meses, del uso de picós u otros artefactos de amplificación sonora, para cualquier tipo de espectáculo en los mismos barrios y sectores a los que se contrae el Decreto.

Sin embargo, la secretaria del Interior aclaró que la causa no sólo son las altas cifras de homicidio, hurto y otros delitos; también responde al clamor ciudadano por el ruido y el descontrol que causan algunos eventos y bailes de picó, y la propagación de establecimientos que no cuentan con los permisos establecidos, entre ellos los de las Junta de Acciones Comunales, con la realización de eventos que vulneran el descanso y la sana convivencia en nuestras comunidades.

La medida ha suscitado el rechazo de la Asociación de Trabajadores de Bares, Restaurantes y Discotecas (Asprobares); consideran que los hechos delictivos no tienen relación alguna con su actividad comercial. Pero Asprobares no se pronuncia sobre una de las motivaciones de fondo del Decreto, mencionada por la secretaria del Interior: la vulneración del derecho al reposo.

En efecto, este derecho a descansar se torna neurálgico para los hogares, pero sobre todo para los estudiantes, los ancianos, los enfermos y las madres cabeza de familia, los días domingo como preludio del necesario reposo para emprender las jornadas de trabajo o estudio los lunes, a las que hay que llegar con fuerzas intelectuales y materiales reparadas, después de haber podido compartir en familia espacios de encuentro fraternal. ¿Es esto posible en aquellos barrios donde los picós y los bailes callejeros se toman el ambiente de los domingos o hasta el amanecer de los lunes? ¿Puede haber abordajes a actividades que permiten espacio para el solaz espiritual, para la lectura, la estética o las artes?

El Estado está obligado a proteger y propiciar esas posibilidades en los barrios populares de la ciudad. Mientras que hay sectores donde sus comunidades exigen y logran silenciar los escándalos de equipos sonoros para permitir el descanso, en muchos barrios a los menores y jóvenes les toca estudiar con el estrépito de parlantes que inhabilitan para la concentración y el aprendizaje.

Todos necesitamos reparar y restablecer fuerzas. Dentro de la discusión que se está dando, si este sustancial elemento no entra en la ecuación, el Estado estaría renunciando a ese deber de protección.

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