Qué placer resultó volver al béisbol de las pasiones. Este, que siempre fue el deporte de los cartageneros, se estaba apagando, singularmente en cuanto a la asistencia del público a los partidos que se organizaban en el Estadio 11 de Noviembre (hoy Abel Leal).
Pero en la reciente temporada, fanáticos y seguidores de la pelota caliente reafirmaron que ese fervor persiste y que lo único que se requiere es que sus líderes y organizadores les presenten equipos y partidos de calidad, incluso con figuras de talla mundial como las que se pasearon por el diamante para felicidad de quienes vibraron tras cada inning.
Tigres mostró un béisbol de fina calidad; por eso dolió que no se alzara con la presea dorada, pero en nada tiñó la temporada, pues su contendor, Vaqueros, de Montería, ganó merecimientos a medida que se desarrolló la serie, con lo cual el placer de apreciar este deporte tan nuestro colmó las expectativas.
Ayudó un costo accesible de la boletería, y liberar de precio a los menores de 10 años fue sin duda un acierto, pues no solo propició el disfrute del béisbol en familia; también contribuye a provocar en las nuevas generaciones el deseo de practicarlo.
Un hit, el haber fichado a peloteros de la talla de Giovanny Urshela, Melbrys Viloria, Adrián Sánchez o Sugar Ray Marimón, a quienes se les aplaude por comprender que tienen un rol determinante en la valoración del béisbol como deporte regional.
El apoyo de la Gobernación de Bolívar y de otros patrocinadores también resultó relevante; pero más que todo, la asistencia viva de los fanáticos de este deporte, que se niegan a que desvanezca su llama.
Lunar oscuro lo acaecido en el primer juego de la final entre Tigres y Vaqueros, cuando un grupo de desadaptados vandalizaron las entradas y tumbaron las vallas, causando caos, al punto que muchos de quienes adquirieron boletas, vieron cómo eran sustituidos en sus puestos por quienes por sí y ante sí decidieron que no pagarían para disfrutar del partido.
Infortunadamente, los directivos del club anfitrión no previeron la magnitud de la expectativa que rodeaba semejante encuentro deportivo, y no tomaron las medidas prudentes del caso. Escasez de fuerza policial, venta de boletería más allá de la capacidad del escenario o falta de previsión, pudieron ser los errores que le abrieron paso a semejante mala nota para un encuentro tan importante.
Es una lección innecesaria, pues no solo suscitó frustración entre los amantes del béisbol y sus acompañantes; sobre todo, decepciona ver nuestro bajo nivel de urbanidad y civismo. Hay que prestarle atención a ese suceso, para que no se multiplique el mal ejemplo.
Por lo demás, bienvenido el regreso de la pasión por el béisbol. A los responsables, ánimo y esfuerzo para que esa flama resplandezca.