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Pánico no solo en Miraflores

“Los duros del régimen tienen razones para estar preocupados. Pocas personas tendrían el nivel de conocimiento de la profunda corrupción del gobierno (...)”.

Desde que en 2011 Álex Saab logró su primer contrato de construcción de viviendas de interés social con el régimen chavista, por 685 millones de dólares, a sus competidores les llamó la atención cómo había negociado una tasa de cambio mucho más favorable de la usual, razón por la que muy pronto fue respetado por el entorno boliburgués, recibiendo trato de connacional del más alto nivel.

Según la Fiscalía de EE. UU., ese rango de excepcional confianza y discreción lo aprovechó para forjar un entramado empresarial para el lavado de dinero que, junto a las acusaciones de apoyo financiero a las milicias libanesas de Hezbolá, sirvió de base para la primera demanda que la Fiscalía formuló en 2019 ante un juzgado de Nueva York.

Cuando fue arrestado en Cabo Verde el 12 de junio del pasado año, ya era requerido también en Florida por encabezar una compleja red de narcotráfico, de fraude mediante contratación estatal asignada por sus cómplices en el alto gobierno venezolano, más ocho cargos de soborno y lavado por movilizar más de 350 millones de dólares a cuentas en el extranjero.

Los duros del régimen tienen razones para estar preocupados. Pocas personas tendrían el nivel de conocimiento de la profunda corrupción del gobierno; pero, y es lo más grave, también sobre los lazos inconfesables con Irán, respecto de lo que la justicia señala el papel de Saab como intermediario de Maduro para enervar las sanciones al crudo impuestas por Estados Unidos.

Mejor dicho, el dossier contra este colombiano no sólo le augura una larga temporada en prisión y la pérdida de su patrimonio; también le abre el apetito por confesar sus diabluras e inculpar a quienes hayan concurrido en sus temeridades, lo que explica el porqué de la insistencia de Maduro en elevarlo a agente diplomático de su gobierno, y quién sabe qué más estará dispuesto a hacer para lograr que, tal como lo ha dicho Saab, mantenga su promesa de no traicionar a sus socios en el sistema.

Pero aún queda mucho tramo judicial por recorrer. Y en ese periplo de engorrosos procedimientos jurídicos Colombia tendrá que aparecer como principalísimo factor en el que confluirán muchas de las revelaciones que se surtirán durante el juicio. Por lo tanto, la preocupación que abruma el corazón –y los bolsillos– de chavistas y maduristas muy pronto se extenderá a nuestro suelo.

No es posible prever todo lo que saldrá a flote, y a quiénes y a cuáles instituciones afectará; pero lo que sí es seguro, de una parte, es que animará sobremanera el debate electoral que se avecina, en los que izquierda y derecha se lo juegan todo mientras el centro trata de encontrarse a sí mismo; y de otra parte, conllevará a que más de un colombiano tenga que cruzar la frontera en busca de refugio, pues será inevitable que salgan a la luz nombres de coterráneos que creyeron aprovechar el cuarto de hora de Saab cuando decidió entregar su alma al leviatán.

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