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Otra tragicomedia

“Algo bueno tiene que pasar, pues es difícil imaginar que alguien pudiera estar beneficiándose con este sainete; ¿o será que alguien está complicando las cosas? (...)”.

Si no fuera por lo que le cuesta a la ciudad y al presupuesto nacional cada día de parálisis de las obras del proyecto de Protección Costera, podría decirse que la nueva interrupción en su normal ejecución dejó de ser una tragedia para convertirse en comedia.

¿Será que hay algún funcionario con el suficiente pudor como para sentir vergüenza por este sainete en que se ha erigido el desarrollo regular del proyecto?, ¿alguien, con algún sentido de Estado, o en el Gobierno nacional o en el distrital, se siente responsable por la suerte que está corriendo?, ¿hay la conciencia de lo que nos está valiendo y nos va a costar cada periodo de suspensión no atribuible al contratista, una vez se negocie la liquidación del contrato, si es que se liquida por mutuo acuerdo?

Cuando los cartageneros soñábamos conque por fin tendríamos un macroproyecto plenamente financiado, y que su objetivo era –como es– mitigar el proceso de erosión a lo largo de todo el borde costero desde El Laguito hasta El Cabrero, nos imaginamos que con este romperíamos la pesada tradición de que todo nos cuesta más de lo normal, que todo se nos hace más difícil, y que las obras financiadas por el Estado tienen la vocación o de no hacerse, o de no hacerse bien, o de costarnos el doble..., y más.

Incluso, la llegada del nuevo Gobierno nacional, sobre todo después de la improvisada y cálida visita que el presidente Gustavo Petro hizo a los protestantes en sitio de obras, confiábamos en que se agilizarían las gestiones a cargo del Estado para que todo funcione óptimamente.

Pero ayer, por enésima vez, un grupo de vendedores turísticos se volvió a tomar sitios de obra, otra vez por retardo en el pago de las compensaciones económicas por parte de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd). Esto ha ocurrido a pesar de que la Ungrd expidió el acta en la que se autoriza el pago pendiente a los vendedores de las playas incluidos en el listado aceptado por las autoridades, documento que seguro ya se remitió a la entidad encargada de arbitrar el pago efectivo a aquellos.

A pesar de que las intervenciones en Marbella avanzan sin contratiempos, es impensable que, a estas alturas de la ejecución en la primera fase del frente de obras, esto es, desde la curva de Santo Domingo hasta el espolón Iribarren, estas se encuentren sujetas a frecuentes parálisis por el repetido lío de los impagos a la economía informal.

Y no puede ser posible que sus líderes acudan a las vías de hecho cada vez que suceden tales retardos. Incluso, qué julepe pensar en lo que puede pasar si ocurre –lo que no tendría nada de raro–, que no haya aún presupuesto para pagar las compensaciones de los vendedores de las playas que aún faltan por intervenir.

Algo bueno tiene que pasar, pues es difícil imaginar que alguien pudiera estar beneficiándose con este sainete; ¿o será que alguien está complicando las cosas?, ¿quién nos lo revela?

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