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Normalizar la atención

“(...) Pero hay que dar mucho más. Es necesario continuar el esfuerzo, revisando estrategias y mejorar en lo que se viene haciendo (...)”.

Aún no se nos ha informado con precisión estadística cuántos niños colombianos dejaron de recibir alguna de las vacunas habituales como efecto del arribo del coronavirus durante 2020. Tampoco cuántas cirugías se aplazaron para darle paso a la priorización de la atención de los pacientes con COVID-19.

No se nos ha revelado con mediana precisión cuántas personas enfermas de cáncer y otras enfermedades crónicas dejaron de recibir tratamientos completos y oportunos, o que ralentizaron la normal atención que habrían recibido de no encontrarnos en la emergencia sanitaria que aún permanece.

Aunque esas cifras estadísticas son necesarias porque coadyuvan en la planeación y toma de decisiones en cualquier materia pero, sobre todo, en asuntos de salud pública, no es aventurado colegir que la desaceleración en la atención de enfermedades no contagiosas en el sistema sanitario, tanto público como privado, por cuenta de la congestión causada por la irrupción del virus estimuló, y sigue provocando, una profunda y dolorosa desprotección de pacientes y enfermos que, o bien ellos mismos o sus familiares, evitaron concurrir a clínicas, hospitales y consultorios por temor a contagiarse de la peste, o porque el mismo sistema de salud no pudo adaptarse a los cambios que impuso la nueva e inusitada realidad mundial.

En el conversatorio que organizamos esta semana en alianza con Medplus, en el que contamos con la asistencia de los directivos del sistema sanitario departamental y distrital, y con altos voceros del gremio médico privado, quedó patente que las necesarias cuarentenas estrictas en 2020 tuvieron un efecto directo en la suspensión de cientos de cirugías ambulatorias, pero también, y de eso se ha hablado menos en los distintos círculos académicos, en el agravamiento de la salud mental de la población, singularmente en las personas que previamente padecían enfermedades psiquiátricas, con los agrios efectos para la estabilidad emocional de miles de hogares.

Hay que reconocer el enorme y valioso esfuerzo hecho por las autoridades departamentales y distritales —y los empresarios que hicieron ingentes donaciones— para actualizar el sistema de salud pública en medio de la emergencia sanitaria, lo que ha permitido ampliar capacidades y camas UCI, frente a un imperdonable atraso en el sector debido a la mediocre y culpable gestión en gobiernos anteriores.

Pero hay que dar mucho más. Es necesario continuar el esfuerzo, revisando estrategias y mejorar en lo que se viene haciendo; profundizar en la optimización de la atención médica virtual en enfermedades que lo admitan o en el control de casos mórbidos con el mismo médico, el mejoramiento de la red hospitalaria, poner mayor énfasis en la salud mental de los pacientes, avivar el autocuidado, la atención primaria y la prevención básica de enfermedades.

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