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Mototaxismo

“Cerrar los ojos no hará que desaparezca sino que, por el contrario, multiplicará este fenómeno social. Dejarlo al libre albedrío solo incrementará los accidentes(...)”.

En días pasados Medicina Legal publicó un informe impactante sobre víctimas en accidentes de tráfico en el país entre enero y octubre de este año, según el cual 5.887 personas perdieron la vida en tales sucesos, de los cuales 3.607 correspondieron a conductores, 1.273 peatones y 965 pasajeros.

Aunque la cifra fue mayor de lo esperado, no fue una sorpresa que las motocicletas representaran la gran mayoría de eventos traumáticos; el 76,3% de estas muertes tuvieron relación directa con accidentes en motocicletas (3.479 casos), seguidas de conductores de bicicleta (8,5%) que es también muy alto, lo que hace tremendamente peligrosa esa forma de transporte o de esparcimiento; y quienes fallecieron en carro (5,8%).

Y a las muertes les acompañan también los accidentados que por fortuna no perdieron sus vidas, que corresponden a 16.085 lesiones no fatales, de las cuales 9.853 casos fueron de conductores, con lo cual los pasajeros son mayoría; y el exceso de velocidad, la inobservancia de las señales de tránsito y la embriaguez son las principales causas de los accidentes.

Con ese precedente, que es un reflejo del predecible protagonismo que han cobrado las motos en los accidentes de tránsito, podemos entender lo trascendental que resulta encarar la situación en torno de esta forma de transporte, pues no tiene sentido seguir jugando con la dilación en la regulación del oficio de mototaxismo, si es una realidad insuperable, al menos mientras no cambien las causas que motivan su crecimiento.

Según un reciente informe, más de 80 mil motocicletas circulan por las vías de Cartagena y, por supuesto, la mayoría utilizadas para ejercer el mototaxismo. Con razón, por la ilegalidad de ese oficio según la copiosa legislación de tránsito y transporte, sucesivas administraciones distritales se han negado a regular esa actividad, a pesar del efecto concreto en la economía familiar de cientos de familias que de esta derivan buena parte de sus ingresos de sostenimiento.

De hecho, una de las pocas regulaciones en la ciudad está dirigida a las restricciones en ocho barrios donde está prohibida la circulación de motos con parrillero hombre, debido a que esta modalidad de transporte es la preferida por los delincuentes para cometer sus fechorías.

Pero el mototaxismo está allí; retardar la regulación de la actividad solo contribuirá al deterioro de la seguridad, la movilidad y el desplazamiento de los cartageneros y los visitantes en la zona urbana. Cerrar los ojos no hará que desaparezca sino que, por el contrario, multiplicará este fenómeno social. Dejarlo al libre albedrío solo incrementará los accidentes y el caos.

Comenzar por la caracterización de los conductores, y continuar con capacitaciones y oportunidades laborales en otros sectores económicos son caminos indispensables para buscar el desmonte gradual de esta peligrosa actividad.

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