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Interferencias a deshoras

“Se puede decir mucho más. Y lo diremos si fuere necesario, pero la región no merece este nefasto aplazamiento por intereses privados”.

El grupo de empresarios del transporte fluvial que se opone a la continuidad del proceso de adjudicación del megaproyecto de Restauración de Ecosistemas Degradados del Canal del Dique no se ha percatado de lo que supone suspenderlo para darle paso, según ellos, a un rediseño de los planos del sistema de esclusas que se construirá para propiciar el incremento de la capacidad de arrastre de más convoyes, para pasar de seis (que es lo que corresponde a los diseños ya aprobados), a más barcazas de transporte de mercaderías.

Si el proceso en curso se suspende para rediseñarlo con el fin de satisfacer las peticiones particulares de estos empresarios, planificado para la apertura de la licitación para el segundo semestre de este año, significará, simple y llanamente, que ya no se realizará esta obra. Ya podemos imaginar los tres años que demoraría el proceso de preparación de la nueva contratación de los pretendidos rediseños, las consultas previas por los cambios, la aprobación de las distintas entidades, el incremento en los costos de todo orden, o lograr nuevamente poner de acuerdo a los funcionarios del Gobierno nacional –ya para entonces con otro residente en el Palacio de Nariño–, y a estos con los nuevos gobernadores, pues los compromisos y aportes acordados entre Atlántico, Bolívar y Sucre se lograron en el periodo que feneció en 2019, y no hemos escuchado a los actuales gobernadores en una declaración conjunta comprometidos con la ejecución del megaproyecto.

En fin, podríamos olvidarnos de que los astros se volverán a alinear, como ocurrió en el actual mandato bajo el firme compromiso del presidente Duque y el liderazgo de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, veinte años después de que, desde la región, varias generaciones de costeños hicieran múltiples, permanentes y frustrantes esfuerzos para obtener un sí genuino y definitivo de Bogotá.

No habrá, por supuesto, proyecto que ejecutar ni esclusas que inaugurar si el proceso se suspende para un rediseño que, por cierto, no fue aprovechado en los espacios de socialización que hubo por los actores interesados, y solo nos quedaría ver cómo (para que dentro de cinco años no se cierre definitivamente la Bahía, lo cual sería el acabose de Cartagena como principal puerto industrial, de comercio exterior y turístico del país) se tendrán que iniciar las faenas de dragado del Canal y de la Bahía, similar a lo que ocurre en Barranquilla para mantener navegable el Magdalena hasta Bocas de Ceniza. ¿Es acaso lo que se quiere?

Ni qué decir lo que significará este inadmisible aplazamiento para el medio ambiente regional y la soñada adaptación al cambio climático; o lo que supondrá para los 30 pueblos ribereños que sufren de las periódicas inundaciones. Se puede decir mucho más. Y lo diremos si fuere necesario, pero la región no merece este nefasto aplazamiento por intereses privados.

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