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Enderezar el rumbo

“Los cartageneros queremos -necesitamos de él- un líder que nos aglutine alrededor de un propósito común: salvar a Cartagena de la ausencia de gravedad, bienestar...”.

El alcalde está llamado a enderezar el rumbo. La paciencia que tantos cartageneros han tenido frente al burgomaestre puede agotarse.

Esa persistente paciencia se funda en la convicción de que siempre será preferible mantenerle el apoyo a quien se la juega abandonando su tranquilidad privada para ir a prestar el desagradecido servicio público, bajo el signo de la lucha contra la corrupción.

Si la pobreza y el hambre son los principales dolores de Cartagena, la profusa corrupción política, permeada en diversas esferas sociales, es su principal causa.

La idea de ver a un Dau despotricando contra la corrupción y contra los corruptos, en una campaña barata y disruptiva, lo llevó al poder. En su inmensa mayoría la comunidad le ha aplaudido sus permanentes diatribas contra aquellos, incluso tolerando en extremo su vulgaridad y falta de prudencia democrática.

Pero también esperaban muchos de esos ciudadanos que el reparto de su promesa de “irrigar cantidades masivas de dinero en los sectores vulnerables de Cartagena” estaría acompañada de amplios y crecientes procesos de contratación de obras públicas, pues sería un placer altamente republicano ver que las copiosas y oportunas licitaciones de obras públicas sembrarían un nuevo ejemplo de cómo hacer las cosas en el ámbito público.

Pero las obras no han llegado; a estas alturas del mandato la ciudad se cae a pedazos, desvencijada, padeciendo un mal momento.

Nunca ha sido sinónimo de honestidad la ineficiencia. Los alcaldes no son elegidos para un solo propósito, en este caso puntual, por ejemplo, para luchar contra la corrupción y llevar al escarnio a los corruptos. Las funciones de un alcalde van más allá y, sobre todo, ninguna más trascendente que liderar las fuerzas vivas de su ciudad, aunque haya que comenzar por revivirlas.

Las inundaciones que estamos padeciendo en todo el Distrito, en todos sus estratos sociales, no pueden atribuírseles a la actual administración. A esta le han explotado varias realidades que escapan al periodo constitucional que trasegamos; empezando por el cambio climático y otros factores anteriores al gobierno Dau.

Pero cuando las cosas no andan bien, la insatisfacción se va acumulando. Asimilando la insatisfacción ciudadana a lo que ocurre con una olla de presión, un incidente puede desatar fuerzas represadas.

Fue un error nimio pero muy simbólico de la creciente desconexión entre Alcaldía y ciudadanía la burla del alcalde contra uno de sus contradictores en medio de la crisis pluvial que nos agobia.

Sí; aún hay tiempo para enderezar el rumbo. Sabemos ad nauseam que Dau no es corrupto y que su lucha central es contra esa lacra social. Pero ya no es suficiente.

Los cartageneros queremos -necesitamos de él- un líder que nos aglutine alrededor de un propósito común: salvar a Cartagena de la ausencia de gravedad, bienestar, progreso e institucionalidad.

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