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El retorno de una cátedra

“Por supuesto, los jóvenes que sí crecen con esos conocimientos tienen una ventaja competitiva frente a otros graduandos”

La semana pasada la Asamblea de Bolívar aprobó la iniciativa presentada por el diputado Libardo Simancas Guardo, por la cual se ordena restablecer la cátedra de Historia de Colombia dentro del pénsum escolar en el departamento, en cumplimiento de la Ley 1864 de 2017, que así lo dispuso. La cátedra fue suprimida en 1994 al quedar incluida dentro de las Ciencias Sociales, decisión que le quitó la fuerza que procuraba promover el pensamiento crítico desde una perspectiva de comprensión de la historia.

En buen momento se concreta ese anhelo reclamado por pensadores contemporáneos, que también han recomendado el retorno de otras materias eliminadas completamente, o que fueron absorbidas por otras, como el Civismo, la Ética o la Urbanidad, lo que, según críticos agudos, puede haber influido en el declive en la calidad de los estudiantes que ingresan a las universidades con un escaso conocimiento sobre el contexto histórico en que vivimos, o en el desconocimiento de los nuevos profesionales en asuntos elementales de la cortesía, los buenos modales o en cómo comunicarse con asertividad o en empatizar prontamente con los demás.

Por supuesto, los jóvenes que sí crecen con esos conocimientos tienen una ventaja competitiva frente a otros graduandos que no reciben suficientes elementos para aprender a vivir con inteligencia emocional.

En revistas, programas y foros, grandes pensadores de nuestro tiempo, a propósito de cómo esta dura experiencia pandémica nos puede cambiar para ser mejores seres humanos, coinciden en el malestar creciente contra los fundamentos teleológicos del sistema occidental que se comenzaron a construir desde finales de los 60, con sus postulados de rompimiento contra identidades arraigadas, reemplazadas desde entonces por los de sociedades abiertas que trajeron no sólo el neoliberalismo bajo el dogma del mercado libre, también la emancipación del individuo como medida de todas las cosas, con lo cual materias como las que ahora se quieren recuperar, sobraban.

Pero la decadencia de Occidente, profundizada por una Europa que perdió su norte, cuyo símbolo más reciente de su inquietante quebranto es el Brexit, está atrapada en una confusión de identidad, pues la contracara son los autoritarismos de Rusia y China, tan eficientes en sus propósitos, pero tan lejanos del espíritu libertario del nuevo mundo. No es solo ver qué piensan Moscú y Pekín de unos cuantos temas centrales del capitalismo occidental prepandémico, tales como los postulados del libre desarrollo de la personalidad y el derecho al uso de la dosis personal, para comprender la dificultad que tendrán las nuevas generaciones para encontrar su espacio en la era que se abrirá cuando el coronavirus no sea el centro de las preocupaciones terrenas.

Tal vez llegó el tiempo de pensar qué otras cátedras fundantes se pueden recuperar.

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