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El legado de Iván Duque

“Por razones que aún no han podido explicarse, no logró mostrar empatía con buena parte de la población, incluso aquella que resultó beneficiada...”.

Aunque es precipitado hacer un balance exacto o completo del cuatrienio que mañana concluye, hay material suficiente para hacer una aproximación al legado del mandato del presidente Iván Duque Márquez.

Para ser justos, cualquier análisis tiene que pasar por la medición de impactos globales que cambiaron la ruta de las proyecciones iniciales de su programa de gobierno. Una pandemia inusitada y fenómenos sucedáneos de esta, en crisis mundiales que pudieron malograr programas que se diseñaron para tiempos relativamente normales.

Sin embargo, precisamente allí puede encontrarse una apreciación positiva del gobierno de Duque Márquez, puesto que, finalmente, logró capitalizar esas adversidades al punto de ser ponderados por organismos internacionales como el país con el mejor desempeño en el manejo sanitario de la pandemia en Latinoamérica; o como orientador del periodo con el mejor desempeño económico de nuestra historia al cerrar el año pasado con el 10,6%; o como el país con ejemplar tratamiento a los migrantes con el Estatuto de Protección Temporal, tan aplaudido a nivel internacional; o como el de mayor avance en la región en energías renovables; o como el país con mejor desempeño económico de Latinoamérica, y en similar sentido en la OCDE.

El nuevo gobierno recibirá una economía viva en medio de un mar de bajos desempeños incluso entre las grandes potencias. También niveles de desempleo de dos dígitos, pero en retorno a los de antes de la pandemia. Y varios programas sociales exitosos que se van a preservar por los beneficios que les aportan a los hogares y ciudadanos más vulnerables.

Las críticas más sonadas a su gobierno estuvieron por los lados de algunos cuestionados nombramientos –puso gente mediocre o inconveniente en cargos que merecían mejor lustre-; o el deterioro de la seguridad en las urbes y en el campo, maximizada con el asesinato de líderes sociales y defensores de derechos humanos, la más grande mácula a nivel internacional que pesara sobre su mandato.

Otra zona gris fue su actitud ambivalente en cuanto a la implementación de los acuerdos de paz, pues mientras en el discurso oficial se le criticaba, en la práctica sus funcionarios los implementaban, por lo que se quedó con el pecado y sin el género.

Finalmente, por razones que aún no han podido explicarse, no logró mostrar empatía con buena parte de la población, incluso aquella que resultó beneficiada con sus programas sociales. De hecho, le faltó darse cuenta de la trascendencia de los cambios que se cocinaban en las periferias y, cuando llegó la ola, la desaprovechó, pues pudo haberla asumido, pero se la dejó a quienes mañana entregará el solio presidencial.

Con todo, podrá decir que, con el pasar del tiempo, se le valorará por haber conducido la nave de la nación con aceptables resultados en medio de uno de los momentos más adversos de la historia moderna.

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