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El Área Metropolitana

“Así como el alcalde Dau tiene que procurar retomar ese liderazgo a partir del respeto y la discreción, sus colegas pueden darse la oportunidad de dialogar sobre...”.

El Área Metropolitana no solo es conveniente... es inevitable. Hace algunas semanas recuperamos la esperanza de que nuestros gobernantes lo tuvieran tan claro como para que nada pudiera impedirlo. No se requiere de gran inteligencia o experiencia para percatarse que es un paso provechoso e ineludible en la construcción del desarrollo urbano organizado de Cartagena y los municipios vecinos, tanto los que estaban invitados, esto es, Clemencia, Santa Rosa de Lima, Villanueva, Santa Catalina y San Estanislao de Kostka, como los que aún faltan en el grupo, o sea, Turbaco, Turbana, Arjona, Mahates y Marialabaja.

Pero esta semana el dilatado proceso de integración entre algunos de los referidos municipios recibió un duro revés. Cuando se esperaba que el paso del tiempo y la conurbación improvisada o caótica ya no dejara dudas de la necesidad de retomar procesos fallidos, nuevamente el proyecto cae en el limbo.

Pero no debería ser así. Los alcaldes de los municipios implicados tendrían que superar las dificultades que encontraron esta semana para sentarse a planificar conjunta y concertadamente el futuro inmediato de sus poblaciones. Pueden encontrar mil excusas, fundadas o no, para no hacerlo; pero lo cierto es que tienen el mandato de dar lo mejor de sí, cada uno, en beneficio de las comunidades que representan.

No se cuenta con las pruebas que permitan señalar que la presunta influencia de Alfonso Hilsaca Eljadue impidió a algunos alcaldes retomar ese viejo empeño. Y si lo que hubo fue comentarios, sustentados o no, el liderazgo que le compete al alcalde de Cartagena de Indias, como urbe alrededor de la cual se formulará el Área Metropolitana, impone enervar esas supuestas injerencias con un manejo delicado, discreto y propositivo que anime a sus colegas burgomaestres a sentarse a dialogar sobre los propósitos superiores, y no a profundizar o abrir heridas que hagan inviable el ambiente de respeto y cofradía que se requiere, para darle una nueva partida a la esperada iniciativa.

En igual sentido, corresponde a los demás alcaldes obrar con la debida independencia y con el buen ánimo de, por lo menos, concurrir a una cita en la que tienen el derecho, pero también el deber republicano de escucharse y de analizar los planteamientos de conveniencia o no de esa integración.

Así como el alcalde Dau tiene que procurar retomar ese liderazgo a partir del respeto y la discreción, sus colegas pueden darse la oportunidad de dialogar sobre los temas propios de la eventual área metropolitana y, de paso, despejar cualquier duda en torno de la rectitud de sus conductas o de la inadmisible sujeción a la voluntad de un jefe distinto del pueblo que los eligió democráticamente.

Los ciudadanos de estos municipios merecemos ver a nuestros alcaldes sentados a la mesa del diálogo fraterno sobre este y otros temas, lo más pronto posible.

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