La crisis energética a nivel global sigue en ascenso. El incremento en los precios del petróleo, del gas y el carbón, por diversas causas, impacta negativamente la economía en millones de hogares a lo largo del orbe.
En España está que arde la sociedad por la escalada en los precios de la energía eléctrica, y en los países nórdicos sacan cuentas de cuánto y cómo habrán de pagar la factura del gas que les provee Rusia, de la cual dependen para calentarse. Mientras, en toda Asia los apagones mantienen fatigada a su población, y hasta en la previsiva China ya hay suspensiones programadas en fábricas por falta de carbón.
En EE. UU. los demócratas tiemblan ante el inatajable incremento de los precios de la gasolina y el gas, siendo el de la gasolina el referente que usan los hogares para medir la estabilidad de la economía familiar, con lo cual la fuerza de los acontecimientos le hacen perder batallas a las propuestas de reducir radicalmente el consumo de combustibles fósiles para dar el paso pronto a la generación de fuentes de energía limpias, libres de carbono, lo que les permite a los republicanos sacar pecho en su llamado a aterrizar esos sueños a la cruda realidad de que, abandonar las energías tradicionales antes de que se masifiquen y abaraten las no convencionales, solo encarecerá el consumo de las contaminantes y deteriorará la calidad de vida de millones de trabajadores por la pérdida masiva de empleos.
En todo caso, mientras ese debate se agita en los países desarrollados, de los que dependemos para crear o producir la energía que por estos lares consumimos, conviene insistir en la defensa de la acción climática, propósito al que no hay que renunciar por el hecho de que los altos precios de la energía prueben que nos vamos a demorar para dejar atrás la exploración, extracción, transformación, distribución y consumo de combustibles fósiles.
La clave entonces es andar firmes, pero con los pies en la tierra, empeñados en ir convirtiendo las máquinas, aparatos, equipos y vehículos en artefactos aptos para funcionar con formatos de energías no contaminantes, pero sin abandonar precipitada e irreflexivamente las fuentes tradicionales, pues el choque en esa transformación puede ser tan traumático si se hace aceleradamente, que podría provocar una contracorriente que deprecie el discurso de los ambientalistas y dañe las causas por un mundo verde.
Aunque en nuestro medio no tenemos el problema de calefacción de los hogares, que toca niveles de existencia vital, y en los meses que vienen iremos saliendo de los sofocantes calores de tal manera que al llegar el final del año y en los primeros meses del próximo el clima jugará a nuestro favor, de todas formas, tenemos que revisar por qué también se está encareciendo la energía en nuestro medio.
Es una asignatura pendiente, de la que tendremos que ocuparnos una vez tengamos más elementos de juicio.